martes, junio 04, 2024

Continuidad política en México

No ha habido grandes sorpresas en las elecciones presidenciales mejicanas, celebradas este pasado domingo. En un país donde el machismo es ley dos mujeres competían por el cargo, lo que es relevante. Por un lado, la heredera del hasta ahora presidente, AMLO, la científica Claudia Sheinbaum y, desde la oposición conservadora, Xóchitl Gálvez, de orígenes indígenas. Todas las encuestas señalaban una victoria del oficialismo y, tras el escrutinio, se ha confirmado. Sheinbaum ha sacado una gran ventaja a su oponente, cerca de treinta puntos, y accederá al mandato del Zócalo, con un perfil, se supone, mucho más técnico y frío que el de su populista predecesor.

Es curiosa la situación de México, donde la economía funciona mejor que nunca y la violencia, también, bate récords todos los días. La política de Biden de imponer aranceles a las importaciones chinas, para erosionar la competitividad del rival asiático, ha movido a varias de las empresas regidas desde Beijing a abrir sucursales en otras naciones en las que apenas hacen otra cosa que no sea el montaje final de los productos, pero que les permite vender desde ellas los bienes con el sello exportador de la nación en la que se hace el último paso, quedándose la gran parte del valor de la cadena productiva en China, que es lo deseado. Esta es la estrategia que está detrás de la nueva planta que una automovilística china va a crear en la zona franca de Barcelona, donde antaño estuvo Nissan, y la que han seguido un montón de empresas del mismo país en México. Así, el vecino del sur se ha convertido en el principal socio comercial de EEUU, en una estrategia de derivación que permite cubrir la cara al político de Washington a la hora de presumir de que ya no depende de China pero que, realmente, oculta o un circuito de inversión producción exportación que tiene a México como mero intermediario. En todo caso, el país azteca se ha beneficiado notablemente de ese flujo de inversiones y de los empleos que se han creado al calor de las mismas, y su economía carbura con potencia. En ese aspecto la nueva mandataria lo tiene relativamente fácil, por ahora, y su principal tarea será consolidar los sectores productivos creados y tratar de redistribuir parte de la riqueza generada en una nación con, todavía, grandes bolsas de pobreza. El otro problema, el de la violencia, es bastante más complejo y no está claro cuál va a ser la forma de atajarlo. En esta misma campaña presidencial se han sucedido los asesinatos de candidatos locales de una manera casi constante, con unos niveles de homicidios que son prácticamente propios de zonas de guerra. Hay estados en el país en el que el estado central no controla el territorio, sometido al arbitrio de los cárteles del narcotráfico, que imponen su ley a ritmo de “balaseras” como dicen por allí y sin piedad alguna. El ensañamiento a la hora del asesinato es una especie de competición entre los muchos sicarios que actúan y nadie está seguro en lugares donde el narco manda. Los intentos de militarizar la lucha contra el narco se han saldado con poca efectividad, militares muertos y corrupción en las esferas del ejército. El dineral que los narcos mueven, en sus negocios con el mercado norteamericano y el global, es de una magnitud tal que pueden acabar comprando cualquier voluntad que se les ponga por delante. El tráfico de personas es otro de los negocios, muy lucrativo, en el que los narcos se han involucrado plenamente, de tal manera que amplias zonas de la frontera entre México y EEUU en la práctica están sometidas al control de esas mafias, que cobran lo que no existe a los inmigrantes que tratan de buscar una nueva vida en EEUU, dejándoles tirados allá donde les plazca y en la más absoluta ruina. El Paso o Ciudad Juárez son los puntos visibles de la crisis migratoria entre ambas naciones, pero allí y en otros muchos puntos la desesperación de quien quiere pasar es el negocio de quien explota su situación, más o menos como pasa en Europa en las aguas del Mediterráneo, Atlántico o el Canal de la Mancha, con los traficantes, los inmigrantes y los cadáveres que quedan como recuerdo de la pesadilla.

En ciertos aspectos, la nueva presidenta es una incógnita y es probable que los narcos la reciban con una bienvenida calurosa, sembrada de asesinatos, para dejar claro quién manda y quién no. El papel de México en la crisis del fentanilo de EEUU es uno de los grandes puntos de disputa entre ambas naciones, pero nada de eso se podrá arreglar si el país no es capaz de imponer la ley allá donde los narcos operan. México no es un narcoestado, pero sí lo son algunas partes de su territorio, y de esas zonas los que pueden huyen. Probablemente este sea el mayor reto de la nueva mandataria. A priori, como les pasó a todos sus predecesores, sus probabilidades de fracasar son altas, a ver de lo que es capaz.

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