viernes, junio 21, 2024

Putin en Corea del Norte

Una de las cosas asombrosas de la propaganda es que funciona, y por eso se usa sin cesar. No ya es que lo veamos en casa, con la basura diaria creada en Moncloa que genera réditos en forma de votos en cada elección, no, es que entre nosotros hay gente que es favorable a Putin, y no poca. Gente que recorre todo el espectro ideológico, desde la ultraderecha nacional catolicista nostálgica de la dictadura franquista hasta los ultraizquierdistas que sueñan con hoces, martillos y muros en Berlín. Y entre medias no pocos, más templados, que alaban las virtudes del régimen y a su dictador, sin apenas rubor alguno. No lo entiendo, pero así es.

Esta semana Putin ha visitado la mayor cárcel del mundo, que no es una de esas macroprisiones construidas por Bukele en El Salvador, sino Corea del Norte, toda una nación entre rejas. Si uno visita esa atroz dictadura y se saca fotos de cariño cómplice (nunca mejor empleada esa palabra) con el dictador que oprime a todo su pueblo no hace falta ser un lince para deducir de qué lado debe estar un demócrata ante semejante muestra de absolutismo paranoide, pero tranquilos, si sacan el tema seguro que alguien de su entorno les recuerda lo esclavizados que estamos en el sistema capitalista que nos oprime, y desde su Smartphone último modelo, donde acumula los resguardos para el viaje de veraneo que va a realizar en breves semanas, tuiteará algo en contra de la opresión occidental y a favor de los que luchan contra ella. Como no merece la pena discutir con gente como esa es mejor mirar la imagen de los dos opresores juntos y darse cuenta de que, para usted y para su hipócrita amigo, es una mala noticia que esos sujetos se reúnan, porque para ellos nosotros, usted y su amigo conjuntamente, y todos los que les rodean, somos basura decadente, vulgares sujetos, débiles que soñamos con la libertad individual, los placeres mundanos, el relajo y la prosperidad. En Rusia, y no les digo ya nada en Corea del Norte, todo eso no existe, o al menos está supeditado a la voluntad del régimen y sus deseos y necesidades, y si una guerra de exterminio surge por la voluntad imperialista de los que rigen el poder en Moscú la juventud del país no puede pensar en prosperar, hacer negocios, formarse o encontrar empleo, o pareja, o todas esas basuras que nos tienen muy ocupados en el decadente occidente. No. Deben ser llamados a filas y sacrificados en unas trincheras infames, morir como basura para conquistar y destruir aldeas en las que hace no mucho otros jóvenes como ellos soñaban con eso del trabajo, la familia y las tonterías que antes enumeraba. No. Es mucho más digno ser un cadáver reventado en las tierras arrasadas de Ucrania que un joven decadente que busca la libertad. Eso Putin y su amigo Kim lo tienen muy muy claro, tanto como que son otros, no ellos, los que van a morir en esos campos, mandado por sus deseos, eso sí. En esta visita Putin ha fortalecido los lazos con la nación más cerrada y extraña del mundo, y seguramente ha firmado nuevos contratos por los que el complejo industrial militar norcoreano, el único digno de tal nombre en aquella nación, seguirá suministrando armamento al ejército ruso, especialmente munición de los más diversos calibres. Aún con la economía rusa convertida en complejo centrado en lo militar, con cada vez más recursos y empleos destinados a fabricar armamento, Moscú no es capaz de sostener en solitario el esfuerzo que supone los algo más de mil kilómetros de frente que ahora se desarrollan en Ucrania. Los proyectiles que lanza se cuentan por miles al día, y la capacidad de sostener ese esfuerzo de castigo es lo que le está permitiendo avanzar, tímidamente, pero de manera clara, en medio de las trincheras. Ucrania no obtiene los refuerzos de material que necesita a la velocidad a la que Rusia lo hace, y eso desequilibra la contienda.

Que un dictador de aspecto mefistofélico se haga fotos encantado frente al gordito Kim y su junta de miles de militares entusiastas deja claro dónde está el peligro. En esas escenas en las que ambos sátrapas se mueven por Pyongyang entre multitudes robotizadas que compiten en mostrar afecto servicial son realmente escalofriantes, la muestra de un mundo alternativo que está en la mente de estos dictadores, y que han conseguido recrear en sus sometidas naciones. Y todo con el aplauso, supervisión y apoyo del gran Xi Jinping desde la poderosísima china. Sinceramente, no se cómo alguien puede seguir siendo propagandista de semejante mierda, por mucho que del kremlin obtenga nóminas por ello. Que ya algunos lo hagan de gratis sólo demuestra estupidez insalvable.

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