La
última víctima del ánimo despiadado que anida en las redes sociales ha sido
Inés Arrimadas, que fue gravemente insultada por una usuaria de Facebook
por motivos políticos. La persona que insultó de manera despiadada a la
política de Ciudadanos ha sido despedida por su empresa, en una decisión por
parte de sus jefes que apoyo, y que la justicia dictará si es procedente o no,
y determinará la indemnización que corresponda. Pero este no es sino el último
de un montón de casos, casi no hay día sin uno de ellos, de políticos de todo
signo, famosos y ciudadanos anónimos, que son sometidos en las redes a un
asalto, vejación y linchamiento que dejaría asombrados a los que, en el viejo
oeste, se entretenían con estas lides.
Las redes pueden ser un lugar
fascinante, en el que aprender y compartir muchas cosas. Bien utilizadas,
ofrecen una potencialidad inmensa, pero, ay, mal usadas, su peligro es también
enorme. Quizás sea twitter la más propensa a este tipo de comportamientos,
tanto por la inmediatez que la caracteriza como por el sesgo ideológico de
muchos de los usuarios que en ella interactúan, sesgo que es mucho menor en
otras redes. No por ello esas otras redes evitan comportamientos similares, y
ahí tenemos a esa enorme fábrica de frustración que puede llegar a ser
Instagram, en la que la imagen lo puede todo y se llega a extremos alucinantes
de acoso y derribo por la impresión que produce un peinado, o un vestido. En el
caso de Twitter, que yo utilizo con frecuencia, la norma básica me parece que
es la de la normalidad, es decid, no comportarse en esa red de una manera
distinta a como lo haría uno en la vida real y, por tanto, no decir en público
cosas que uno no diría en público. Twitter no es la barra del bar ni una
reunión con un par de amigos en la que se pueden expresas opiniones, juicios y
sentencias que no van a ir más allá, motivo por el que se dicen cosas a veces
inapropiadas. Ese comportamiento privado es normal, natural, y hasta cierto
punto muy necesario. Pero cuando uno escribe en Twitter es como si portase una
pancarta en medio de una calle atestada de gente. Muchos, no sabemos ni cuántos
ni cuando, van a leer nuestro mensaje, y debemos tener cuidado. Así mismo, la
falta de contexto de Twitter ayuda a malinterpretar algunas expresiones, y
convertir ideas que no tenían carga peyorativa en sentencias que pueden ser
interpretadas como tales. Por ello, consejo, antes de darle al botón de enviar
cualquier mensaje, reléalo unas cuantas veces, cuente hasta diez y, si tiene
dudas, no lo mande. Le aconsejo que huya de broncas y discusiones que suelen
empezar de cualquier manera y siempre acaban mal, y no tienen sentido la mayor
parte de las ocasiones. Topar en la red con alguien que lo sabe todo, eso que
ahora se llama el “cuñadismo” es la vía más rápida para amargarse y llegar a la
nada en la interacción. Si usted tiene dudas sobre la actualidad, las cosas que
pasan y los remedios ante ello, bienvenido, enorgullézcase de dudar, cada vez
es más lógico y necesario, y escape de los que ante cualquier cosa ofrecen
soluciones rápidas, instantáneas y definitivas. Y esto vale para política y
cualquier otro tipo de cuestión. Hay vendedores de mágicas curaciones que lo
saben todo sobre el cáncer, aquellos que acabarían con el terrorismo islamista
en dos patadas, miles de sabios que son capaces de crear empleo de la nada y arreglar
cualquier problema económico, seleccionadores deportivos expertos en todo tipo
de juegos y situaciones….. a veces viendo algunas de estas opiniones me entran
dudas, otra vez, sobre el por qué de los problemas que anidan en nuestra vida,
si estamos rodeados de genios que todo lo saben. Pero esas dudas se me van en
poco tiempo (otras, la mayoría, son muy persistentes) al comprobar que las
recetas de estos seres brillantes son opacas y oscuras, y sólo conducen a
aumentar su ego.
Es paradójico. En la vida real
hay un debate abierto sobre la cadena perpetua revisable (es uno de los motivos
aducidos por algunos partidos políticos para no firmar el pacto antiterrorista)
pero las condenas en Twitter son sumarias, instantáneas y de por vida, sin
posibilidad de enmienda, amnistía o perdón. El comportamiento como masa
gregaria, que siempre es antidemocrático, manipulado y suele acabar en
violencia, ha encontrado en instrumentos de máxima tecnología su campo de
expansión más propicio, lo que no deja de ser una paradoja cruel y triste.
Usemos bien las redes, seamos tranquilos y pacientes, y no dejemos que nuestros
instintos las conviertan en instrumentos para el mal. En nuestras manos, literalmente,
está el que eso no ocurra.
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