martes, septiembre 03, 2019

Argentina, el desastre económico sin fin


Diríase que, a efectos económicos, Latinoamérica es algo parecido al caribe a la hora de generar tormentas y huracanes, o al Pacífico cuando hablamos de tifones. Provocados en este caso por la mano del hombre, peo con una capacidad de devastación mucho más extensa y profunda que los desastres naturales, la penuria económica y el descontrol de sus variables que viven varias de esas naciones le deja a uno asombrado. No sólo por la magnitud de los daños, en forma de pobreza y desarraigo social, sino por la reiteración de errores que, año tras año, generación tras generación, impiden a esas naciones salir del pozo de la crisis. Con lógica muchos de sus habitantes dejan su tierra en busca de prosperidad y se crean los problemas migratorios que conocemos.

Argentina es el caso perfecto de desastre que no deja de reiterarse. Cada no muchos años su economía, simplemente, colapsa, hasta un punto en el que no seríamos capaces de imaginar, que deja nuestras pesadillas de la crisis de 2008 – 2013 convertidas en meras sombras ante el desastre que se vive en la orilla sur del Río de la Plata cuando las cosas se ponen serias. País riquísimo, lleno de tópicos y recursos para poder vivir de ellos, su economía depende en exceso de las exportaciones de materias primas, especialmente minerales y productos agropecuarios, en unos mercados en los que no controla el precio al que es capaz de colocarlos. Su moneda, el peso, es débil por naturaleza y el argentino de toda la vida trata de ahorrar en dólares a sabiendas de que, tarde o temprano, allí normalmente muy temprano, se producirá un corralito que destruirá sus ahorros en la moneda nacional. Los intentos por anclar el peso al dólar, la llamada convertibilidad, fracasaron en el pasado, porque la fortaleza de la economía norteamericana nada tiene que ver con la que se rige, es un decir, desde Buenos Aires, y tarde o temprano ese anclaje o referencia fijada, revientan. Para que se hagan una idea, y a escala, es lo que le sucedía a la peseta española frente al marco alemán. Se buscaba no tener que devaluarla, pero cuando venían mal dadas la moneda débil, la nuestra, se tenía que abaratar para poder amortiguar el impacto de las crisis locales. Sólo hemos logrado vivir con una moneda fuerte, el euro, una vez que hemos cedido soberanía monetaria y se han impuesto rígidas reglas de gasto, y ya saben que esa convivencia, que tiene enormes ventajas, también acarrea inconvenientes. El caso de Argentina respecto al dólar es mucho más extremo, y se junta además allí la constante irresponsabilidad de unos gobernantes que, se vistan de derechas o de izquierdas, tienen el peronismo en sus genes, peronismo en forma de intervencionismo, de abuso de la deuda interna y externa, del derroche del gasto público y del descontrol de las cuentas en la búsqueda del voto cautivo, a sabiendas de que una parte muy importante de la población, de los votantes, depende directamente de las transferencias que recibe del estado. El detonante de la actual crisis fue la derrota del vigente presidente Mauricio Macri, centro derecha, frente al candidato opositor Alberto Fernández, peronista, en una especie de primarias que son el preludio de las presidenciales de, creo, noviembre. La más que posible vuelta del peronismo a la casa rosada, con la horrenda Cristina Fernández de Kitchner como vicepresidenta, ha asustado a los inversores de todo el mundo, y ha cavado por descalabrar la cotización del peso y de la deuda, pero el problema viene de mucho antes, y el tiempo de presidencia de Macri, que se recibió con cierta esperanza por parte de analistas de medio mundo, se ha demostrado perdido. No ha sabido, no ha querido o no ha podido, a sabe, qué porcentaje asignamos a cada supuesto, afrontar la gestión de la economía local, y contando además con vientos de cola durante parte de su mandato, con un crecimiento global y una insaciable demanda china de sus productos, especialmente carne y soja. YA el año pasado Macri tuvo que recurrir a una línea de crédito del FMI, un rescate, porque la economía se le ahogaba. Ahora todo está mucho peor.

La decisión tomada ayer de limitar la demanda de dólares por parte de los particulares y empresas argentinas es, de facto, un corralito del mercado de divisas, y una muestra de que el Banco Central de Buenos Aires apenas tiene ya capacidad para soportar la cotización de un peso que sigue en caída libre y que amenaza con generar el monstruo de la hiperinflación, alfo que los argentinos conocen muy de primera mano. Las inversiones de las empresas españolas en aquel país se devalúan a la velocidad a la que lo hace el peso, el panorama se ennegrece y la salida de capitales y personas irá a más a medida que pasen los días. Otra vez una pesadilla a ritmo de tango, que como siempre sufrirán mucho más aquellos que no tengan opciones de escapar ni ingresos que mantener. Un desastre absoluto

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