Es
espectacular lo que está sucediendo en el Parlamento Británico. Obnubilados
como estamos por las series y demás producciones audiovisuales, asistimos en
tiempo real a unas escenas de confrontación, tensión, estética y dramatismo
imposibles de superar por el mejor grupo de actores, y todo sin guion alguno,
sin reglas sobre lo que va a poder suceder en los próximos minutos. Ese
hemiciclo que no tiene forma de tal, en el que no entran todos los están habilitado
para ocuparlo, y en el que, es genial, basta con que un parlamentario se cambie
de bancada para que eso signifique el abandono de un partido y su adscripción
al contrario. Es asombroso.
Dos
fueron las derrotas consecutivas que sufrió ayer Boris Johnson en sus días de
parlamento antes del cierre decretado. A buen seguro, de saber algo así,
hubiera ordenado un cierre mucho más prolongado, y seguro que sueña, como
otros, con aquellos autócratas que en el mundo hay que no tienen que soportar
esa tortura de verse superados por los votos de un hemiciclo electo. La
democracia es así, y no a todos les gusta. Su primera derrota fue la del
proyecto de ley, que debe ser tramitado con urgencia extrema, para obligarle a
solicitar una prórroga del plazo de salida del Brexit, que se cumple el 31 de
octubre. Si esa ley al final sale, sería una absoluta humillación para Johnson
que él fuera el que acudiera a Bruselas a pedir, rogar, por un aplazamiento. En
esa derrota fueron capitales una veintena de diputados conservadores que
votaron junto al resto de la oposición, dejando a las claras la fragilidad del
grupo parlamentario que sustenta al precario gobierno. La segunda derrota vino
derivada de la primera. Ante esa posible vergüenza que supondría para él
renunciar al Brexit duro, Johnson solicitó ir a elecciones, pero esa
convocatoria, que allí puede proponerla el Primer Ministro, requiere que dos
tercios del Parlamento la validen, y no fue así. Corbyn, el líder de los
laboristas, un político no tan nefasto como Johnson pero también negativo en
muchos términos, no quiere, de momento, unas elecciones. Sospecha, como todo el
mundo, que nos las podría ganar, por lo que no tiene especial prisa para
convocarlas, y desde luego ninguna antes de que esa primera ley que les comentaba,
la que obliga a pedir el aplazamiento, entre en vigor, porque sería un horror
que se convocasen comicios y que llegara al poder y fuera justo él el que
tuviese que gestionar el desastre de la salida. Sabe Corbyn que en las
condiciones actuales una campaña electoral sería totalmente polarizada y que
Johnson se presentaría como el mártir de los auténticos ingleses, traicionados
en su voluntad de salir de la UE, por los que no respetan el resultado del
referéndum. Aglutinador del boto extremista de los de Farage, tendrían opciones
reales los conservadores de ganar la elección y eso es un panorama que aterra a
Corbyn y, sobre todo, a los europeístas, que se presentarían divididos a estos
comicios entre, al menos, los laboristas y los liberales. Eso, condado a
condado, que es como se escoge a cada uno de los diputados de la Cámara de los
Comunes, puede ser letal para el voto europeísta. Sin embargo la situación
actual es de un marasmo tal que va a ser inevitable que las elecciones se den a
no mucho tardar. Si las gana Johnson pero el mandato de prórroga se ha
ejercido, habría un tiempo para gestionar las cosas, por eso, de todas maneras,
se busca como prioritario forzar el reloj para que esa espada de Damocles que vence
en menos de dos meses no se precipite sobre las cabezas de los británicos y el
resto de los europeos. El problema es que, en medio de la absoluta confusión
que se vive en el Reino Unido, sumido en la vergüenza, puede suceder de todo,
hasta un Brexit por accidente, y nadie se atreve a predecir qué es lo que puede
acabar pasando allí.
Bueno,
nadie nadie… Enrique
Feás ha escrito un artículo de política ficción que es apasionante, en el que
Johnson dialoga con Dominic Cummings, uno de sus principales asesores y
gran impulsor de la demagógica y triunfante campaña del Brexit. En el texto,
Cummings va contando paso por paso lo que está sucediendo ahora y lo que podría
pasar en los próximos días, previendo los acontecimientos que podrían darse, y
dando forma de estrategia premeditada a los movimientos caóticos a los que
asistimos, asombrados, desde la barrera. ¿Tiene Johnson una estrategia ganadora
en todo este proceso? ¿La tiene Corbyn? Lo que parece seguro es que los
perdedores de todo esto serán los ciudadanos británicos y del resto de Europa,
porque pase lo que pase, ambas economías, muy relacionadas, ya se resienten
ante el disparate que vivimos. Y en el capítulo de hoy, lso guionistas aún no
saben qué es lo que escribir.
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