miércoles, septiembre 25, 2019

Más elecciones, más partidos


Sí, lo se, están ustedes hartos de política. La nueva convocatoria electoral los trae al pairo y sólo desean que el más pesado de los camiones muy cargado se estrelle contra la sede de cada uno de los partidos que nos pretenden gobernar y sólo nos desgobiernan con su manifiesta incapacidad. Si la audiencia de este blog nunca ha sido muy elevada, imagino que se volverá subterránea cuando le tenga que dedicar varios artículos a la precampaña eterna y a la breve campaña oficial. De antemano, les pido disculpas, pero ya saben, la actualidad manda, y uno no escoge los sucesos que se presentan ante sus ojos. Eso sería un superpoder.

Es curioso que ninguno de los cuatro fracasados candidatos que vuelven a presentarse a estas elecciones con aspiraciones de gobierno asuma culpa alguna de lo sucedido. Todos ellos, que representan posturas ideológicas en principio opuestas, adoptan un mismo discurso del tipo “yo he hecho todo lo posible para llegar a acuerdos pero han sido todos los demás los que lo han impedido”. ¿de cuántas bocas hemos oído salir este discurso en los últimos días? Incontables. Y pese a ello vuelven a presentarse a unas elecciones que. Probablemente, alteren algo la fuerza de cada uno de ellos pero no van a arrojar unos resultados claros, más allá de una elevada abstención. Los que aspiran a ser nuestros gestores no asumen siquiera los fracasos que son de su única responsabilidad, porque problemas y crisis diarias que vivimos cada día pueden tener un componente complejo y ene las el gobierno a veces no es tan poderoso e influyente como cree o quiere hacer creer, pero la crisis que vivimos ahora es exclusiva responsabilidad de las fuerzas políticas que fueron elegidas como representantes en las elecciones del 28 de abril. Acudí a votar a esas elecciones, como lo hago en todas las ocasiones, y en ese mes primaveral poco costaba animar a los que me rodeaban para que acudieran a las urnas, había un entorno de alta movilización a lo largo del variado espectro político, por causas muy distintas seguramente, pero se respiraban las ganas de votar. El resultado fue bastante claro, dejó ganadores, amplios y no tanto, y perdedores, amplios y no tanto, y una vez repartidas las cartas, era responsabilidad única y exclusiva de los 350 diputados y de los líderes de sus partidos el usar esos números, esas correlaciones de fuerza, para alcanzar acuerdos que permitieran formar un gobierno y salir del atasco en el que nos encontramos. A lo largo de los meses de negociación, por llamarlos de una manera, hemos visto cómo no se han producido conversaciones reales, no, sino figuraciones, simulaciones de encuentros, mascaradas más o menos teatralizadas, porque tanto unos como otros tenían claro que sus posiciones de partida eran las de destino, y que no iban a renunciar a nada. Hemos tenido incluso formaciones políticas que ni se han sentado a negociar con otras. La imagen creada a lo largo de este proceso ha sido bochornosa, con periodistas corriendo de un lado a otro para contar la más absoluta de las nadas, radiada en tiempo real por portavoces de los partidos con un discurso ya aprendido y reiterado hasta el hartazgo. Usando una expresión que el propio Sánchez dedicó a Rajoy en la investidura fallida del líder popular, “suya y solo suya era la responsabilidad de alcanzar un acuerdo, y suyo y sólo suyo es el fracaso al no haberlo logrado.” La percepción del votante no es tan tajante respecto a la asunción de culpas, porque entiende con toda lógica que es compartida la culpa de habernos traído hasta esta repetición, pero está por ver cómo la va a traducir en votos, y en no votos, y en quedarse en casa. Los efectos pueden ser de todo tipo y los que se dedican a las encuestas y estimación de voto, agotados tras años sin parar de trabajar, tienen ante sí uno de los retos más complejos que imaginarse puedan, con el descontrol de todas las variables y el comportamiento, algo impredecible, de una masa de votantes furiosa.

A estas elecciones, en el culmen de la fragmentación, se van a presentar seis partidos, seis, con presencia nacional. Los tres de la derecha, y ahora tres en la izquierda, con la irrupción de la formación de Errejón, que hoy dirá que sí, que vale, que dije que no pero como buen político os mentí. Lo lógico sería que, tras los experimentos, el voto se concentrase en las formaciones mayoritarias, PSOE y PPE, y se redujera en las minoritarias (y mi deseo sería que extremistas como Podemos y VOX apenas sacasen representación) pero si realizar pronósticos es siempre arriesgado, esta vez es un puro ejercicio de lotería. ¿Ilusionados? Cero, pero tenemos otras elecciones por delante que debemos afrontar.

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