Era
casi imposible leer la entrevista a Pedro Sánchez que publicaba ayer El País.
De hecho, no logré terminarla. Era tal el derroche de seriedad,
responsabilidad, altura de miras y sentido de estado que exhala el personaje
que los sentimientos de culpa de mi pobre ser mortal iban creciendo a cada
párrafo y pregunta. Cómo la fortuna nos ha permitido contar, en este tiempo de
tribulación, de un estadista de talla y lustre como el del señor Sánchez y cómo
todos no somos capaces de verlo, de postrarnos ante su imagen y rendirnos a la
evidencia de que él debe gobernar sea cual sea el resultado de las elecciones.
Desde luego, la ingratitud de los españoles con sus próceres es algo digno de
estudio.
La
táctica que el PSOE, encabezado por Sánchez y su Rasputín Iván Redondo, ha
dejado muy clara es la siguiente; o te rindes o elecciones, y el destinatario
de la misma es Podemos, bueno, más bien su líder absolutista, otro dechado de
virtudes que debe usar crema de protección solar en todo momento para que el
brillo que emana de su figura no le cause lesiones cutáneas. Esto es lo que tienen
los podemitas encima de la mesa, o apechugan y facilitan el gobierno monocolor
del PSOE o habrá elecciones en la que, muy probablemente, su debacle electoral
les colocará en una posición de mucha mayor debilidad. El mensaje que no deja
de emanar de todas las terminales socialistas es que la confianza con los de
Podemos está rota, completamente, tras el desastre de investidura que se vivió
en Julio. Dos veces ha logrado Iglesias que no se constituya un gobierno del
PSOE, y no estamos dispuestos a que sean tres, pregonan desde Ferraz y sus
terminales mediáticas, en un intento clarísimo de establecer claramente quienes
son los culpables de la actual situación y que así aparezcan ante la cabreada
opinión pública en el caso de que, otra vez, tengamos que ir a votar el 10 de
noviembre. Es lo que se llama insistentemente la “construcción del relato” una
táctica política, y no sólo, en la que el PSOE es especialmente habilidoso (y
por el contrario, el PP sumamente negado). De hecho, el anuncio de que mañana
Sánchez presentará en público las trescientas medidas fruto de sus reuniones
con la sociedad civil (madre mía lo que hay que oír) no es sino un adelanto de
la campaña electoral de noviembre, un nuevo programa electoral con el que
seducir a los votantes de izquierda de todo el espectro para que se decanten y
escojan la única opción que tiene posibilidades de alcanzar el poder. Es una
estrategia muy clara, muy bien ejecutada, y que puede tener resultados, o no,
pero que está claro que se desarrolla desde la unanimidad de las filas
socialistas, aunque a buen seguro habrá dirigentes a los que la situación
actual les produzca un vértigo elevado. Lo sucedido estos últimos días en La
Rioja, donde se ha mostrado hasta las claras la descomposición y sectarismo que
afecta a Podemos, refuerza el mensaje socialista, y deja muy claros los puntos
del debate. El tiempo además no deja de avanzar y al PSOE le basta con quedarse
quieto para que los plazos devoren a Podemos. ¿Qué hará Iglesias? No lo se. En
un personaje malicioso y sectario, pero es listo. Sabe perfectamente que ha
perdido su oportunidad de asaltar los cielos, y es lógico que alguien que posee
alma de dictador se sienta frustrado al ver fracasar sus ansias infinitas de
poder y ego. Desde su dacha de la sierra contempla el escenario, y si actuara
en lógica se rendiría, porque sabe que en unas nuevas elecciones va a perder
escaños respecto a lo que ahora tiene. Pero la lógica hace tiempo que no funciona
en los partidos. Frustrado, resentido, cabreado, Iglesias contempla como el
Podemos que pudo ser todo va camino de convertirse en la Izquierda Unida 2, y
que del sorpaso al PSOE no queda nada de nada. Curiosamente, con su actitud, se
ha convertido en el mejor ejecutante de las políticas de la derecha, impidiendo
a la izquierda gobernar. Probablemente lo sepa, pero eso no quiere decir que
condicione su actitud.
¿Y
el resto de partidos? Mirando y esperando, con expectativas muy distintas.
Ciudadanos, que a mi entender ha cometido enormes errores de estrategia, no lo
dice, pero sabe que unas nuevas elecciones le harán daño, como le sucedería lo
mismo a un Vox que se ha mostrado con la intransigencia e inutilidad propias de
sus delirantes propuestas políticas. El PP no lo dice, pero sabe que con nuevos
comicios sólo puede mejorar respecto a los ridículos resultados de abril, por
lo que, si hay que votar, encantados estarán en Génova de hacerlo y recoger
algunos de los trozos perdidos en el camino que se quedaron en otras
formaciones. Y entre todos, la gobernabilidad del país inexistente y la gestión
de los problemas, presentes y futuros, nula.
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