miércoles, septiembre 04, 2019

Mitin en Chamartín


Una de las cosas que me resultó raras del mitin de precampaña que organizó ayer Sánchez es el escenario escogido, la estación de Chamartín. Su el proyecto Madrid Nuevo Norte arranca de una vez, y falta hace que lo haga, la bóveda roja bajo la que el presidente en funciones desgranó algunos de sus compromisos y dio pistoletazo de salida para la próxima campaña electoral será demolida, como casi todo el complejo de la estación. De hecho muchos de los cortinajes que ayer lucían vistosos en la tele probablemente escondieran ruinas y abandonos de unas estructuras, visibles desde la zona norte de la ciudad, que llevan en desuso desde mucho tiempo y que son una reliquia setentera de ningún valor. ¿Síntoma de futuro o de vacuidad?.

No me he leído las más de trescientas medidas de las que se habló ayer sobre los andenes de la estación, pero por lo que veo en algunos medios son un refrito de lo que ya se presentó en la pasada campaña electoral aderezado con propuestas de Podemos y otras innovaciones que, en muchos casos, no pasan de ocurrencias. La idea peregrina de que los ciudadanos no podrían vender sus coches térmicos más allá del 2040 se cayó por la tarde, después de que semejante ocurrencia trascendiera y que todo el mundo pusiera cara de pasmo ante una tontería de un calibre difícilmente superable. En medio del marasmo actual, con algo más del 10% del PIB del país dependiendo del sector de la automoción, que pasa por una crisis de ventas y conceptos, el gobierno, sembrador de intranquilidad, echaba una nueva pulla al sector en sus horas bajas. Más allá de ideas de este tipo, que esconden mensajes ideológicos y que se equivocan por completo en el fondo y las formas, el programa del PSOE peca de lo que siempre ha pecado esta formación, de tratar de solucionar todos los problemas habidos y por haber con aumentos de gasto y subidas de impuestos. Nada de mejor gestión, de acompasar el esfuerzo tributario con el rendimiento de los servicios públicos, de hace que la tecnología permita discriminar por renta los esfuerzos y los beneficios sociales… nada de eso. Sabe el PSOE que conseguir votos es similar a comprarlos, y que las subvenciones universales siempre cosechan rédito electoral. La deuda actual ronda el 100% del PIB y somos incapaces de ejecutar un presupuesto (ni soñar con elaborarlo) que no se desvié en sus ingresos, a la baja, y en sus gastos, al alza. Se mantienen, y pretenden reforzar, medidas de gasto horizontales que benefician tanto a quienes las necesitan como a quienes no, y suponen una detracción de recursos sin que se pueda justificar ni su eficiencia ni su equidad. Por ejemplo, proponer una universidad gratuita para todos es un error de libro, porque los que tienen rentas altas pueden pagar las matrículas sin que eso les suponga esfuerzo alguno. Lo lógico es que todos paguen matrículas y tasas y se establezca un sistema de becas que beneficie mucho a las rentas bajas, menos a las medias y nada a las altas, de tal manera que, en efecto, los hijos, independientemente de las rentas de sus padres, puedan estudiar en la universidad si así lo desean, y que el punto de salida de las oportunidades sea igual para todos. Eso es equidad, y utilizar con cabeza los recursos públicos es eficiencia. Universalizar medidas de este tipo en muchos servicios no esenciales es un error enorme que presiona hasta extenuar las arcas públicas, y obliga en un futuro a hacer recortes que, obviamente, perjudicarán a quienes más necesitan las ayudas, dejando indiferentes al resto. La idea de ZP de los 2.500 euros por niño nacido para todo el mundo, venga ese niño en una barriada marginal o en el despampanante mundo de La Moraleja era, y sigue siendo, una forma de actuar de la que el PSOE es muy partidaria y es conceptual, económica y socialmente errónea.

¿Servirá este paquete de medidas, que copian algunos de los postulados de Podemos, para que su líder supremo y luminoso se avenga a apoyar una investidura? Por lo escuchado ayer, no. Iglesias, en uno de sus ejercicios de cinismo a los que tan aficionado es, se presentó como un mártir, dispuesto a aceptar la humillación de no estar en el consejo de Ministros, pero exigió respeto a los votantes de su formación, que no dejan de menguar debido a la gestión ciega y dogmática que se ejerce desde el chalet de Galapagar. Visto lo visto ayer a Sánchez le da igual lo que diga Iglesias, y de hecho le vendría mejor un rechazo. Ya está en campaña, ayer se estrenó en su primer mitin tras el verano, y con unos datos de desempleo de agosto que son desoladores, decidió tirar la casa del gasto por la ventana. Si consigues el poder, da igual que venga una crisis.

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