Desde hace más de un año el precio del gas natural es el principal causante del descontrol de la tarifa eléctrica, donde descontrol es una manera de disimular el sablazo de precios que no dejan de sucederse día tras día. Ya antes de la guerra la cotización del gas, el más caro de los componentes que entran cada día en el mix energético, empezó a subir desde cotas en el entorno de los 10 euros. Cada megavatio de electricidad producido por gas necesita dos megavatios gaseosos para ser fabricado, (ese rendimiento del 50% es bastante bueno) por lo que multipliquen por dos el precio del gas y, a falta de añadir algunos componentes menores, ya tienen la mejor aproximación posible al precio del megavatio hora final de mercado.
España y Portugal consiguieron hace unos meses la llamada excepción ibérica. Alegando, que es cierto, que la península es una isla en lo que hace al gas debido a la falta de interconexiones, o al menos a lo insuficientes que son, se permitió a nuestros gobiernos poner un límite al precio del gas por debajo del de mercado, diferencia que luego será cubierta en el futuro por los consumidores que ahora no la pagan, y eso ha hecho que los precios de la luz en España, desatados, lo estén algo menos que en los países centrales. Pero claro, ahora que el gas ha superado cotas como las de los 300 euros megavatio y que, además, la sequía se ceba en naciones como Alemania y Francia, reduciendo su potencial hidroeléctrico, y las nucleares francesas están en un proceso de renovación que ha hecho parar más reactores de los previstos, la cosa se ha ideo de madre. Precios de 700 u 800 euros megavatio se ven ya en las cotizaciones de Europa, con futuros que apuntan a los 1.000 para inicios del año que viene. Esos valores son completamente insostenibles. No es que ya destruyan demanda, que también, sino simplemente son impagables por las empresas que necesitan consumirlos, por lo que también destruyen oferta. A esos precios muchas empresas ven cómo les compensa más cerrar que seguir abiertas y produciendo a unos costes que no son capaces de cubrir. La fuerza recesiva de una subida tan disparatada de los precios de la energía es enorme, y ya tiene contra las cuerdas a toda la economía alemana, que vive en una pesadilla. No hace falta que les indique el efecto inflacionario que esto supone. De momento muchas empresas y negocios no han trasladado en su totalidad esas subidas de costes, ni siquiera en gran parte, a la espera de que sean fenómenos puntuales, que les destrocen la caja unas semanas o meses y luego las cosas vuelvan a su cauce, pero es evidente que los precios elevadísimos llevan ya bastante más tiempo de lo que pueden aguantar las cuentas de resultados de muchos negocios. Piense no tanto en la gran empresa, que también, sino en los negocios de calle de su barrio. Cámaras frigoríficas, horneadores de pan, secadores de peluquería, cajas registradoras, iluminación, máquinas de café…. La electricidad está por todas partes y su subida de precio ahoga a todos. Ante esta situación la Comisión Europea salió ayer a la palestra para decir que va a reformar el mercado eléctrico e intervenirlo, aún más, para que los precios dejen de subir. Declaraciones llenas de buenas intenciones por parte de la presidenta Von der Layen y que luego fueron seguidas por intervenciones del mismo estilo por parte de ministros de energía de distintos países de la Unión, pero que se enfrentan a una misma realidad, la de no ser capaces de asumir los costes de las facturas que se generan en cada una de sus naciones, y a la posible insumisión de los clientes. En Reino Unido los movimientos propugnan no pagar unos recibos que se han más que duplicado crecen sin cesar en medio de huelgas provocadas por la inflación de costes, que se cuela en segunda ronda ya en todos los sectores, y destruye capacidad adquisitiva.
Las intenciones de los gobiernos y la Comisión son buenas, eso es innegable, pero desde esta esquinita en la que estoy veo un problema de fondo. El principal motivo del disparo del precio del gas es el chantaje al que Putin nos somete a cuenta de la guerra de Ucrania, y su extorsión va a ir a más. Si corta del todo el flujo y llega un momento en el que, directamente, el suministro no cubra la demanda, el precio dará igual, esté limitado o no. Simplemente no habrá y se deberá proceder a cortes de energía. Algunas naciones pueden tener más o menos reservas, más o menos plantas de gas licuado, pero si Putin rompe el mercado, dispara los precios más allá de cualquier límite y genera escasez, ¿cómo utilizar un gas que tendrá el aspecto de mascarillas inexistentes al inicio de la pandemia? No se la respuesta, miedo me da la pregunta.
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