La primera ministra finlandesa, Sanna Marin, es una joven de treinta y tantos años y, no puedo evitar escribirlo, un bellezón. Probablemente más por lo primero que por lo segundo ha sido minusvalorada por muchos, empezando por todos aquellos que no han llegado a ese cargo. Nos pueden gustar nuestros dirigentes o los de otras naciones, o no, pero pruebe usted a conseguir alcanzar ese puesto y me dice si lo logra, y los problemas que tiene para ello. Defectos miles, sí, pero algunas virtudes también les adornan cuando han conseguido algo a lo que, por definición, es muy difícil alcanzar. Ni niñatas ni vejestorios, no caigamos en tópicos basura.
Marin ha tenido que salir a disculparse varias veces en estas semanas de agosto por imágenes y vídeos en los que se la ve participando en unas fiestas, en compañía de sus amigas. Esos documentos han circulado por las redes como la pólvora y, junto a ellos, acusaciones de todo tipo contra la primera ministra, que se ha visto obligada a hacer un test para determinar si consumió sustancias consideradas como ilegales. El resultado ha sido negativo. Hay muchos que han comparado las fiestas de Marin con las de Johnson, y no tiene nada que ver, empezando porque, que yo sepa, nadie ha pedido a Johnson que se someta a esos mismos test antidrogas. El premier británico organizaba fiestas en su residencia oficial, por lo que, en parte, sino totalmente, eran pagadas por el erario público, y en una época en la que las normas Covid impedían reuniones sociales. Johnson transgredía la ley que imponía al resto de los británicos, algo que en él es muy habitual. Marin estaba en una fiesta privada con amigos, por lo que no consta que se utilizaran fondos públicos para el evento. Esa sería la única causa que vería como criticable en todo este asunto, el desvío de recursos públicos para actos privados, cosa a la que en España estamos más que acostumbrados, lamentablemente. Las hordas tuiteras, muchas de ellas sentadas en terrazas y barras de bar, copa en ristre, han puesto a parir a Marin por algo que casi todo el mundo hace cuando puede, que es estar de fiesta con sus amigos. No sabía yo que los cargos públicos llevan aparejados los votos de pobreza, obediencia, castidad, abstemia y nulo consumo de estupefacientes, suponía que bastaba la dedicación al trabajo, la no prevaricación y no defraudación de dinero público. Si ustedes quieren dirigentes políticos que sean santos iba a decirles que vayan a una iglesia a por ellos, pero creo que allí tampoco los encontrarán. El consumo de alcohol y de otro tipo de sustancias está tan extendido en nuestra sociedad que es realmente escaso el número de personas abstemias o que, como es mi caso, no se han emborrachado nunca. ¿Me convierte eso a mi en mejor candidato a presidente? No, ni mucho menos. No tiene nada que ver. Lo que se le debe exigir a Marin es responsabilidad en el ejercicio de su cargo, dedicación y que no cometa errores de tipo corrupto. Es decir, lo mismo que se le debe exigir a todo cargo público, sea cual sea su sexo, puesto y edad. Lo que esa persona que ostenta el cargo haga en su vida privada es asunto suyo, no nuestro. Podrá gustarnos más o menos, pero es su vida, y como la de cada uno, resulta inviolable. Usted, yo, cualquier persona, desarrolla una actividad diaria, tiene un trabajo, posee responsabilidades familiares, etc, pero no se dedica en exclusiva veinticuatro por siete a ello, ¿verdad?. Sabemos por los análisis que se hacen de las aguas residuales que el consumo de cocaína en nuestras ciudades y pueblos es muy elevado, por lo que la probabilidad de que usted sea consumidor y no lo reconozca, o que conozca a alguien que lo sea y no lo reconozca, es muy alta. En los cuadros directivos de las empresas se darán consumos de varios tipos, y sí, también en las jefaturas de los gobiernos. ¿Vamos a empezar, en el estilo talibán, a lapidar a los que tomen esas sustancias?
Se ha dicho que parte de los ataques contra Marin se han dado por el hecho de ser mujer y joven, algo de eso hay, por ser socialdemócrata, no lo veo, y también por sus decisiones políticas. Resulta desde luego interesante ver la actividad de cuentas prorrusas retuiteando sin cesar esos vídeos y las acusaciones de parte de la izquierda trasnochada contra ella, acusándola por la adhesión de Finlandia a la OTAN y viendo en estas imágenes carnaza para golpearla. En fin, que Marin es un objetivo más asequible que otros dirigentes que poseen más poder (Finlandia es un país pequeño, poco más de cinco millones de habitantes) y es más fácil meterse contra ella. Marin, preocúpate de gobernar, pasa de rancios y jaurías, y vete de fiesta cuando el trabajo te lo permita.
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