Una primera respuesta breve y de urgencia. Por ahora, el tribunal Constitucional. Una respuesta algo más larga… No lo se. Queda bastante por descubrir en la trama de sobornos desarticulada en el Parlamento Europeo, pero si algo ha quedado claro es que la corrupción estaba plenamente instalada allí, gestionada presuntamente por responsables de la nación qatarí y con presencia de agentes de Marruecos (esta derivada es muy muy interesante) que supieron a quienes engatusar vía bolsas de dinero para acceder a los más altos puestos de responsabilidad en la institución. Por ahora la formación política más salpicada es la socialista, pero sospecho que habrá comprados en todas las familias de la eurocámara, y quizás más allá.
La corrupción es humana y sencilla, basta saber qué teclas hay que pulsar para desatar la codicia de cada uno de los corrompibles y, sino, con mucho dinero es suficiente, porque ante cifras desatadas las voluntades flaquean como el acero al fundirse en un alto horno. Y a Qatar lo que más le sobra es dinero. Es imposible que la corrupción se de sin fuentes de dinero que la engrasen, por eso fue disparada en nuestro entorno en el marco de la burbuja inmobiliaria, cuando el dinero corría a lo loco, y se frenó tras la crisis, cuando mucho de ese dinero se evaporó, pero volverá cuando nuevos flujos financieros permitan “desvíos”. Lo significativo del caso europarlamentario ha sido para muchos el lugar en el que se ha producido, las sacrosantas instituciones comunitarias, vistas desde nuestro paleto punto de vista como lugares inmaculados en los que la corrupción no se da. Desengáñese, la corrupción es inherente al ser humano, y sólo la efectividad de la justicia es capaz de controlarla, que no erradicarla (y rebajar el delito de malversación es, justo, lo que desean los corruptos, por su tenía dudas). Al menos en esta ocasión la trama ha sido intervenida por las autoridades del país en el que se encuentra la sede parlamentaria, por lo que algo ha funcionado bien en el sistema policial y judicial belga, acostumbrado como nos tiene a ser objeto de mofas. Un control que ha sido operativo. A mi lo más interesante del caso no me parece dónde se ha producido, sino quién ha sido el corruptor, y lo que demuestra sobre la variación de la tenencia del poder. Los países exportadores de energía siempre han sido poderosos, los petrodólares son un invento de los setenta, con la primera crisis del petróleo, pero no deja de ser un fenómeno que va a más y que, nos guste o no (a mi nada) condiciona cada vez más aspectos de nuestra vida diaria. Para estas naciones la respetabilidad es algo que se puede comprar, entre otras cosas porque quienes la otorgamos estamos obligados a ponerla en venta a cambio de seguir manteniendo un suministro de energía fiable. Es así de crudo. La guerra de Ucrania de este 2022 nos ha puesto a todos delante de decisiones energéticas crueles e hipócritas, hasta un grado que no se había visto en mucho tiempo, y hemos actuado como era de esperar, con el objetivo único de mantener suministros y sistemas en marcha. Hemos pasado de repudiar a un príncipe saudí por el presunto descuartizamiento de un periodista crítico a sentarlo al lado de todos los jefes de gobierno con el decoro que sólo se les otorga a ciertas estrellas mediáticas. El jeque qatarí, que rige una monarquía absoluta y rigorista en un territorio en el que, en la práctica, la esclavitud existe y las mujeres son tratadas como meros objetos de compañía, ha sido recibido por los presidentes de nuestras naciones, también Pedro Sánchez lo hizo, como si fuera Tom Cruise presentando su última película. Un barril de petróleo caro, un gas ruso no disponible, unos precios de las materias primas desatadas, y todos nuestros valores se van por el desagüe a cambio de calefacción, transportes que funcionen y la vida normal de cada día. Este fin de semana vi una pintada en una pared madrileña que decía “no te hagas adulto, es una estafa”. Pues en gran parte, sí.
Hace un par de días ha terminado en las arenas de Qatar cierto espectáculo relacionado con algo de dar patadas a un balón. Ese evento fue comprado de manera privada por el estado / régimen / familia qatarí sin que nadie protestara, a buen seguro gracias a celebraciones cofinanciadas a todas las partes interesadas. Esto del balón se repetirá sin fin, porque la capacidad de compra de estas naciones es infinita, y no habrá evento, club deportivo, sociedad o cargo público que pueda escapar de los cantos de sirena embolsada de billetes que sean capaces de entonar. ¿Cómo se frena algo así? ¿Cómo evitar la corrupción a esa escala? ¿es directamente posible?
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