miércoles, noviembre 13, 2024

Musk en la corte de Trump

Una de las mayores incógnitas sobre cómo se va a desempeñar la futura presidencia de Trump es el papel que en ella va a jugar Elon Musk, el multimillonario y emprendedor personaje capaz de todo. Por de pronto, la jugada electoral le ha salido bastante bien, porque ha destinado algunos cientos de millones de su astronómica fortuna, es el hombre más rico del mundo, para financiar la campaña del tío Donald y, tras la victoria, el subidón de la bolsa y de sus empresas, en especial Tesla, le ha reportado más de diez mil millones de ganancias de capitalización bursátil, por lo que no se le puede negar ojo al señor Musk. Todos los que le critican sin cesar debieran probar a hacer estos juegos de apuestas, a ver qué tal les salen.

Musk es tan brillante en lo ingenieril como chocante en lo personal. Cumple todos los requisitos para ser considerado como el rey de los frikys, de los nerd, de aquellos genios con notables taras en sus capacidades sociales. Tiene una capacidad de trabajo inmensa, estajanovista, que trata de que sea compartida por los que están a su alrededor, de tal manera que la intensidad laboral en sus empresas es realmente bestial. Visionario, capaz de crear una empresa de automóviles eléctricos que, ahora mismo, es la única capaz de replicar a las chinas, o algo como SpaceX, que ha revolucionado el mercado de lanzamientos espaciales con sus cohetes reutilizables, y que aspira a colocar naves enormes en órbita y rumbo a Marte, Musk también tiene un componente libertario descontrolado que se ha puesto muy de manifiesto cuando se compró Twitter, lo que el consideraba un juguete, lo rebautizó como X (sí, tiene una obsesión con esa letra) y se puso desde ese foro a lanzar mensajitos con carácter político que, en general, producían sonrojo por el infantilismo que destilaban. Durante la campaña ha sido aún más osado y paródico. En un momento dado, hace poco, Trump le dijo que si ganaba le encargaría la remodelación de la administración norteamericana, para hacerla moderna, ágil y carente de burocracia. Una labor como esa en manos de Musk, que en la primera semana como dueño de Twitter despidió a la mitad de la plantilla, es algo que puede resultar más que chocante. Además, y esto es un tema muy relevante, gran parte de los negocios en los que trabaja Musk están sometidos a regulación por parte de las administraciones, empezando por el nada convencional hecho de lanzar cohetes al espacio. Si finalmente Musk tiene poder sobre la administración, se llegaría al paraíso del plutócrata que sueña con hacerse con el regulador para que no le incomode. La captura sería completa. Estaríamos ante un caso de colisión de intereses de manual, pero me da que ni a Musk ni a Trump la ley y la apariencia de respetabilidad sea algo que les importe demasiado. Con su forma brusca de hacer las cosas Musk es capaz de llegar a Washington e, investido por el poder presidencial, hacer una escabechina entre el personal del gobierno federal, dejándolo en las raspas. Funcionarios, contratados, asesores y todo tipo de empleados que ahora mismo trabajan en la maquinaria de la administración del país deben estar aterrados sobre el futuro que les espera, más bien el que no, y es probable que en los apenas dos meses que le quedan a la administración Biden en el poder, principalmente dedicados al traspaso de poder a la nueva administración entrante, el principal empeño de los actuales trabajadores sea el de buscar un nuevo empleo fuera de la administración, a sabiendas de que van a ser liquidados. El comportamiento de Musk y la evidente colisión de intereses que esto supone no tiene nada de liberal, ni en lo político ni en lo económico. Estamos ante la toma de un aparato al servicio del estado, el de la administración, para ponerlo a rendir cuentas bajo no se sabe que intereses, sospechando que acabe favoreciendo de manera obvia a las empresas de Musk. ¿Se va a negar a sí mismo la posibilidad de que alguna de sus empresas se lleve contratos públicos? ¿va a respetar la competencia? Sólo el hacerse estas preguntas tan básicas hablando de una nación como EEUU nos señala hasta qué punto vamos a vivir toda una anomalía.

Musk tiene una vida personal muy desordenada, con varios hijos de múltiples parejas, algunos de los cuales han dejado claro que no quieren tener contacto con su padre. Es un personaje casi más propio de una película, una especie de mezcla entre Tony Stark y Sheldom Cooper, y se ha instalado por completo en el círculo interno del poder, y de la familia, de Trump, en una simbiosis entre personajes extravagantes que produce fascinación e inquietud a partes iguales. Con una fortuna estimada en torno a los trescientos mil millones de dólares, la gran mayoría en acciones de sus empresas. Musk puede incluso opacar en titulares al propio Trump. Nadie tiene ni idea de lo que puede llegar a hacer.

martes, noviembre 12, 2024

Tonto el que dimita

Era toda una declaración de principios de la política nacional, y de la forma de ser que nos caracteriza, el conjunto de frases que soltó la portavoz del gobierno valenciano el pasado domingo cuando, entre otras cosas, afirmó eso de que no es momento de dimisiones, que dimitir es algo que no es una opción posible, que no se contempla. Ante el evidente fracaso de su gestión ante la pavorosa crisis de la DANA, esa política, que seguramente no sea capaz de hacer mucha cosa más allá de loar a quien le ha colocado en ese lugar, expresaba en voz alta y clara lo que es el auténtico lema de (casi) todos los que alcanzan un cargo púbico en España. Aguanta, el que aguanta gana, el que se va es bobo.

Si hace años era común el chiste fonético ese que decía que en España no se iba nadie de su cargo por que dimitir es un verbo ruso, lo cierto es que ahora ya vivimos en el apogeo de la irresponsabilidad total, en el descaro absoluto de la gentuza que ocupa puestos de responsabilidad, institucional o no, que ensucia sin cesar el nombre de los lugares que ocupa, y que ha descubierto que en el absoluto clima de toxicidad sectaria en el que nos encontramos pueden llevárselo crudo sin problema, con total desparpajo. Nadie dimitió del gobierno cuando se destapó la trama Koldo, que afecta a quien fuera ministro y secretario de organización del PSOE. Nadie dimitió cuando la aplicación de la ley del sólo sí es sí empezó a dejar las consecuencias que varios previeron, en forma de delincuentes sexuales beneficiados por rebajas de penas injustas. Nadie dimitió cuando se negaba la amnistía a los sediciosos del procés y, de un día para otro, se decidió concedérsela, humillando a todos aquellos que estamos obligados a cumplir las leyes. Nadie ha dimitido en Restar ni en el resto de las organizaciones que han encubierto la conducta depredadora sexual de Íñigo Errejón, a sabiendas de lo que estaba haciendo. Nadie ha dimitido del gobierno de la Generalitat Valenciana después de haber mostrado una incompetencia absoluta en las primeras fases de la gestión de la DANA y no haber avisado a la población cuando todavía había tiempo para salvar vidas, que no enseres. Nadie ha dimitido en el gobierno nacional que, cruzado de brazos durante días, dejó abandonados a los ciudadanos de las zonas arrasadas de Valencia, calculando de mientras cuánto daño le haría al PP su nefasta gestión de la riada. Nadie ha dimitido de entre los altos mandos encargados de la gestión logística, civil o militar, que han demostrado una inoperancia y descoordinación absoluta durante días y días, en los que una panda de pringados, los voluntarios, han sido los que han permitido salvar algunas vidas y ofrecer algo de normalidad a los que se han quedado encerrados en medio de ruinas y mierda. Nadie ha dimitido en las Confederaciones Hidrográficas, que teniendo los datos sobre la crecida no hicieron lo debido alertando a quienes podían avisar a la población (aunque luego esos estuvieran haciendo necedades conocidas). Nadie ha dimitido de los medios de comunicación que ignoraron la llegada de la DANA y que el martes noche, con cientos de muertos ya en las calles, no daban cobertura alguna sobre lo que había pasado no en un recóndito valle afgano, sino a apenas unos pocos kilómetros de la tercera mayor ciudad del país. Nadie ha dimitido de los responsables de ciertos programas de televisión y medios de otro tipo, que han alimentado el morbo con cifras de miles de víctimas y con barro estratégicamente repartido por el cuerpo de algunos reporteros minutos antes de que conectasen en directo en sus coberturas. Nadie ha dimitido, en fin, en medio del absoluto desastre institucional en el que se ha traducido la gestión de la DANA, en medio de un fracaso absoluto de un país que no ha sabido, podido y querido, las tres, hacer lo que tenía que hacer para paliar en lo posible el daño causado por un fenómeno natural arrollador.

Lo único que interesa a la gentuza que actualmente rige en la mayor parte de nuestras instituciones es su cargo, sueldo, puesto, privilegio y, cómo no, la propaganda que les ensalce lo más posible. El día del desastre lo que le preocupaba a Mazón era colocar a alguien al frente de la televisión valenciana para que le sirviera de altavoz a su servicio. Lo único que le preocupaba al gobierno de Sánchez el miércoles tras la DANA era colocar a los suyos en el Consejo de RTVE para lo mismo que quería Mazón en la televisión valenciana. En el fondo, todos son unos Rubiales, una panda de sinvergüenzas que ofenden sólo con su presencia, y que gritan a los cuatro vientos que no quieren dimitir, porque vana seguir trincando hasta que no tengan opción alguna.

lunes, noviembre 11, 2024

Crisis seria en Alemania

El sábado 9, festividad local en Madrid de la Almudena, se conmemoraba el treinta y cinco aniversario de la caída del muro de Berlín, lo que fue el inicio del derrumbe de la dictadura soviética y la apertura de las naciones del este de Europa a un futuro desconocido para ellas, en forma de libertad y competencia económica. Quizás ahí se abrió uno de los momentos más optimistas y esperanzadores de este continente en mucho tiempo, especialmente en la propia Alemania, que pudo por fin empezar a afrontar su proceso de reunificación, tras la separación que supuso el fin de la IIGM y la guerra fría entre el bloque occidental y el soviético.

Hoy esa Alemania unida, el más poblado y más potente país de la UE, afronta una crisis seria, que se extiende por todas las estructuras de la nación, y que se ve reflejada perfectamente en los datos económicos y en su situación política. La economía alemana lleva tiempo tocada, no ha salido de la pandemia como se esperaba y, tras el inicio de la guerra de Ucrania, ha descubierto con horror el inmenso error que fue confiar en el aliado ruso y ponerse en sus manos a la hora de diseñar su estructura energética. La decisión propia de cerrar las centrales nucleares ha sido un clavo más en la estrategia de la no competitividad energética que lastra los costes de las empresas germanas. China y su coche eléctrico también están haciendo un daño enorme a lo que antaño fue la más pujante industria de Europa, la del coche alemán, sumida ahora en enormes problemas estructurales. La decisión de Volkswagen de, por primera vez en su larga historia, cerrar plantas en suelo alemán, en medio de una bajade ventas de sus modelos térmicos puros, es la señal de que las cosas por allí van realmente mal. Trimestres de crecimientos anémicos y bajadas nimias llevan al país a bordear las recesiones o salir de ellas en un perfil que es similar al de un enfermo necesitado de suero, reposo e inmovilización. En lo político, el gobierno que surgió tras las elecciones de 2021 ha resultado ser débil y lleno de contradicciones La coalición llamada semáforo, entre los rojos del SPD, los amarillos liberales y los verdes ecologistas ha resultado ser bastante disfuncional, y presidida por un canciller, Scholtz, que ha demostrado ser un personaje frío, carente de fuerza y gris hasta el hartazgo. En cada una de las elecciones regionales los socialdemócratas se han pegado grandes batacazos, sólo superados por los descalabros de los liberales y los tristes resultados de los verdes. Los conservadores de toda la vida de la CDU, el partido de Merkel, han ido subiendo poco a poco en voto, pero los grandes ganadores en cada comicio han sido los extremos de izquierdas y derechas, que suben como la espuma en medio de un descontento social creciente, con la economía como principal fuente de inquietud. Las tensiones en la coalición de gobierno han ido creciendo a cada una de esas elecciones locales han las que ha recibido palos y palazos y, finalmente, el miércoles pasado, en medio de la conmoción por la victoria de Trump, Scholtz anunció que prescindía de los ministros liberales, dando por rota la coalición. La intención del canciller es la de presentar una moción de confianza en breve, se discute si antes o después de las navidades, y la sensación es que, con elevadas probabilidades de no superarla, se produzca un adelanto electoral. Inicialmente las federales estaban previstas para otoño, pero ya no será así. Se baraja un calendario que va desde febrero hasta Semana Santa, que cae a mediados de abril en el próximo año, condicionado a la fecha en la que se produzca la citada moción de confianza. En el ánimo de Scholtz estaba, la semana pasada, atrasar todo esto lo más posible, pero me da que ya no controla los tiempos.

En definitiva, que tenemos ahora mismo a Alemania paralizada en lo económico y bloqueada en lo político. La posibilidad de que, de las elecciones, surja un parlamento fragmentado y con gran peso de las formaciones extremistas resulta inquietante, y que la gobernabilidad misma del país se deslice por el camino del desacuerdo y la brevedad de ejecutivos inquieta a propios y extraños. En este momento, a dos meses de la toma legal del poder por parte de Trump, con el evidente riesgo de que el socio trasatlántico nos de la espalda, los dos grandes países de la UE, Francia y Alemania, están sumidos en un marasmo total. Algo malo en el peor momento posible.

viernes, noviembre 08, 2024

Los enormes costes económicos de la DANA

A medida que pasan los días el barro disminuye en las zonas valencianas afectadas por la DANA, pero ni mucho menos a la velocidad a la que debiera. Siguen faltando medios, material y voluntad política para limpiarlo todo. En parte esto se debe a que la necedad política que nos rige, tanto en la Generalitat como en el gobierno central, ya sólo está preocupada en salvar su bien remunerado culete y echar las culpas al otro de los enormes errores de previsión, actuación y gestión perpetrados por los responsables de ambas administraciones. Ojalá paguen por ellos con la pérdida de su poder y una buena condena en la cárcel. Pero ya saben, ellos pueden amnistiarse.

Limpiar las calles es sólo el primer paso de lo que vienen después, es una condición necesaria para, en primer lugar, ver la dimensión completa del destrozo que han sufrido las olas afectadas. Es importante entender que no estamos ante una inundación convencional. De hecho, en algunas de las localidades afectadas como en Catarroja apenas llovió. No fue la crecida progresiva de una riada lo que ha causado el desastre, sino una ola proveniente de la cabecera del barranco, en la que la precipitación fue histórica. No estamos ante la clásica inundación, sino algo más parecido a un tsunami, en este caso de interior. El poder de destrucción de esa ola es mucho más intenso que el de una riada convencional, y los daños causados son totales en muchas de las localidades hasta una altura de, más o menos, dos metros. Nada ha sobrevivido en ese espacio invadido por la ola. Coches, garajes, comercios, tiendas, expositores, mobiliario urbano, pabellones industriales, infraestructuras superficiales y subterráneas, espacios de cultivo, almacenes…. Todo lo que usted pueda imaginar ha sido borrado del mapa y convertido en residuo, basura. Mierda. Las cifras de la afectación se miden en unidades inmensas. Se habla de unos setenta mil coches destruidos, locales comerciales y viviendas por miles, siendo todas las que se encontrasen en bajos totalmente inutilizadas, edificios destrozados y muchos otros que, a partir de ahora, habrá que empezar a valorar si se deben derruir o no tanto por los daños que han podido sufrir como por las posibles remodelaciones a las que se enfrente el casco urbano de estas localidades…. En dinero a lo que nos enfrentamos es a una factura astronómica, que a lo largo del pasado puente se me antojaba cercana al 2% del PIB nacional, veinte muchos mil millones de euros. Sólo la reconstrucción de las infraestructuras de transporte nacionales y regionales puede salir por unos pocos miles de millones, y a partir de ahí imagínense el reguero de afectados, daños particulares y empresariales. Las administraciones han empezado a crear las primeras líneas de ayudas y el consorcio de compensación de seguros ya ha recibido miles de peticiones, empezando por los vehículos, pero eso sólo es el principio de una cascada de daños enormes que va a ser lento poder evaluar. Se han puesto en marcha herramientas como los PERTEs para garantizar el empleo en las zonas afectadas, pero el problema es más profundo, porque si bien en la pandemia teníamos una situación de encierro forzado pero sin destrucción, de tal manera que, cuando se decretaba la apertura, uno volvía a su negocio o empresa a trabajar, en este caso sí tenemos destrucción física completa. A un trabajador o autónomo le pueden dar una ayuda para seguir tirando, sí, pero si su negocio se ha convertido en una montaña de escombros, ¿de dónde va a sacar el dinero para recomprar todo lo que necesite para volver a trabajar? El nivel de destrucción de capital empresarial puede ser enorme Piense en pabellones industriales, polígonos en los se acumulan cientos y cientos de millones invertidos en maquinaria, suministros, stocks… y que todo eso se haya convertido en mierda inservible. De bien poco sirve una ayuda para mantener nóminas en una empresa que ah dejado de serlo porque donde antaño se encontraba ya no queda nada. Frente al Covid, definido como una guerra sin destrucción, ahora tenemos un nivel de destrucción bélico en la zona afectada.

El PIB de la región se va a ver muy dañado durante bastante tiempo, sólo por el hecho de que esa zona deja de ser productiva y que muchos de los que en ella viven trabajan en localidades distintas, o en la propia ciudad de Valencia, y no pueden ir a trabajar porque la mayor parte de las carreteras han desaparecido y casi todo el mundo se ha quedado sin coche. Creo que aún no somos conscientes como país el daño enorme que ha causado este fenómeno, y los años, muchos, que va a costar volver a levantar toda esa comarca. Eso sí, todo esto a los necios de la Generalitat y del gobierno central les importa bien poco. Ya saben, sus bien remunerados culetes, y nada más.

jueves, noviembre 07, 2024

No estamos preparados para Trump II

Como vivimos en una época algo absurda, en la que el pensamiento mágico y la autoayuda sirve de guía para muchos, confundimos el deseo con la realidad, pensamos que si nos concentramos para que algo no suceda el hecho no se da, y la verdad, no hay mayor engaño posible. Algunas cosas de las que pasan sí están relacionadas con nuestras acciones, fruto de deseos, pero la inmensa mayoría de ellas no. Creer que Harris iba a ganar las elecciones en EEUU y no hacer nada en previsión de que fuera Trump es una manera de autoengañarse, porque la probabilidad de que é ganase era, a priori, la misma o un poco más que la de ella. Ahora sólo queda lamentar.

Especialmente en la UE, no estamos preparados para lo que puede ser una reedición de lo que fueron los años de la administración Trump, y esta vez reforzados, porque el personaje ya conoce cómo funciona la maquinaria de Washington y sabe cómo desactivarla. Hay dos planos fundamentales donde tenemos que cambiar de pensamiento de forma acelerada y empezar a diseñar estrategias de supervivencia. Uno es el económico. La UE, gran exportador global, se enfrenta a un recrudecimiento de los aranceles que surgirá de la primera potencia global, y no podemos ganar una guerra comercial, porque dependemos mucho de lo que vendemos a los demás y de lo que les compramos. Gran parte de nuestra riqueza se sustenta en ese intercambio de bienes y servicios, y frente a naciones como EEUU, autosuficiente en energía, o China, en producción, no somos capaces de cubrir nuestras necesidades ni en uno ni en otro sector. Una escala de los aranceles nos va a empobrecer a todos, porque hará subir los precios, la maldita inflación, esta vez no por cuellos de botella o problemas logísticos, sino directamente por decisiones unilaterales que empezarán en Washington. En el estado actual de gran debilidad de la UE (el derrumbe del gobierno alemán no es sino el reflejo de su economía en recesión técnica) esto puede convertirse en un problema enorme y de difícil arreglo. El otro plano de urgencia es el de la seguridad. Desde el primer mandato de Trump se vio que depender de EEUU para la seguridad de la UE había sido beneficioso para ambas partes mientras se mantuviese una confianza mutua, pero nadie confía en Trump y él no lo hace en los europeos. Sin el paraguas norteamericano la defensa europea es una ridiculez. Cierto es que la suma de los presupuestos nacionales de defensa de los países de la UE es muy significativa en el contexto global, pero, literalmente, cada uno hacemos la guerra por nuestra cuenta, con empresas propias que son monopolios nacionales, ausencia de estándares a la hora de la fabricación de proyectiles, piezas de artillería y cualquier otro equipamiento, con tecnologías de vanguardia procedentes de otras naciones de fuera de la UE, etc. La desoladora guerra en Ucrania ha mostrado nuestra enorme debilidad en ese flanco. Sostenemos moral y financieramente a Kiev, pero es EEUU quien le abastece de armamento, tanto por cantidad como por precisión. Si la defensa de Ucrania dependiera de los suministros bélicos de los países de la UE hacía ya un tiempo que Kiev hubiera sido derrotada. Esto es así de crudo. Y una estrategia militar de defensa conjunta no se improvisa en una tarde, no. La OTAN, la alianza defensiva de occidente, no deja de ser una estructura en la que EEUU está rodeado de una serie de mariachis de mayor o menor tamaño, pero ínfimos en todo caso frente al poderío norteamericano. Si Trump no mantiene un compromiso serio y creíble sobre su participación en la Alianza, esta tendrá poco futuro. Y no les cuento si, como ha llegado a declarar, la abandona o pasa de ella. Rusia y otros enemigos de la UE saben todo esto perfectamente, y observan y esperan acontecimientos. Una UE abandonada por EEUU se convertiría en una región riquísima para los estándares globales y sometida a una enorme amenaza exterior.

Si desde España esto se ve con la pereza habitual con la que muchos contemplan los problemas globales (dado que somos necios a la hora de arreglar problemas locales propios no se extrañen) imagínense lo que se debió sentir ayer en las repúblicas bálticas, estados enanos pertenecientes a la UE y con frontera con Rusia, o en Polonia, que tiene frontera con Bielorrusia y con Moscú a través del enclave de Kaliningrado, o en cualquier otra nación del este que recuerde su pasado de sometimiento a la dictadura soviética y no esté gobernada por un autócrata que añore aquello, como es el caso de Hungría con Orban. El escalofrío debió ser creciente a medida que caían los estados en manos de quine ha dicho que no les defenderá.

miércoles, noviembre 06, 2024

Elecciones en EEUU (II) Gana Trump

Pues entre la mala y el peor, ha ganado el peor.

Lo más curioso de esta noche electoral, que llevo siguiendo desde poco antes de las cuatro de la mañana, es lo poco disputada que ha sido. Frente al escenario de un resultado incierto, disputado, en el que puñados de votos decidirían el saldo final, y se podría llegar a un proceso de impugnaciones diletantes y peligrosas, todo ha transcurrido con la normalidad que otorga una ventaja clara. En todos los estados donde se preveía que cada candidato ganase, lo ha hecho o está a punto de hacer, y en el resto, en los “swing”, los oscilantes, el balance es trumpista por goleada.

Trump, a la espera de que se haga oficial, ha ganado las elecciones con más margen del que se esperaba según los sondeos, y ha conseguido que la gran parte de esos estados bisagra se decante por su propuesta, en algunos casos con una escasa diferencia de dos o tres puntos porcentuales, en otros por décimas, pero, en general, con resultados claros e incontestables. Más allá de que pueda alcanzar un registro en el colegio electoral mucho mayor que los 270 necesarios, pudiendo llegar a los 300 si las cifras actuales se consolidan, puede conseguir la victoria en voto popular, que a veces no se da de manera concordante. Las cosas, por tanto, están bastante claras. El resultado ofrece pocas dudas y en breve se podrá analizar en detalle cuáles son los estratos de votos que han decantado el resultado, cómo se han comportado muchas de las minorías a las que, se presupone, se asignan votos determinantes para alcanzar el resultado, la distinción de lo escogido entre las zonas rurales y las ciudades, entre el voto de los que tienen muchos estudios y los que no, entre niveles de renta y otras muchas posibilidades, pero lo cierto es que Trump han ganado y Harris, los demócratas, han perdido. No he incorporado en la frase anterior el concepto de “los republicanos” porque la verdad es que el antiguo partido con ese nombre se ha convertido en un movimiento dominado por Trump, a su servicio, dejando las esencias de lo que antaño fue el llamado GOP (Great Old Party, grande y viejo partido) reducidas a su mínima expresión. La maquinaria ideológica, o más bien emocional, que Trump ha logrado crear en torno a sí mismo ha conquistado las estructuras del partido y lo ha convertido en una mera carcasa. Por ello, el republicanismo no ha ganado, lo ha hecho el trumpismo. El magnate vuelve a la Casa Blanca en una segunda edición de su gobierno a lomos de una victoria electoral de las de primera categoría y deja a los demócratas heridos, tras una presidencia de Biden que no ha servido para consolidar su discurso. El cambio de candidato a tres meses de las elecciones no ha servido para remontar un escenario que era de derrota. Durante un tiempo la nominación de Harris pareció levantar las expectativas de voto, girar las encuestas, y dar una ventana de oportunidad a los demócratas, pero se ve que sólo era un espejismo. La derrota siempre es cruel y dolorosa, y más cuando las expectativas creadas eran altas. Harris, una mala candidata, que ha sido muy criticada a lo largo de su papel como vicepresidenta de Biden, probablemente ha terminado su carrera política de una manera amarga, cosechando para las mujeres la segunda derrota, a manos del mismo candidato, Trump, tras la decepción de Hillary Clinton. Ahora mismo el partido estará en shock, y es de esperar que en los próximos días se enfrente a la cruel realidad de la pérdida del poder en toda su extensión. El Senado ha caído también para los republicanos y la Cámara de Representantes está en trance de seguir siendo controlada por ellos, por lo que el poder de la Casa Blanca será enorme. Las pocas posibilidades para los demócratas se centrarán en los estados en los que mantengan los cargos de gobernador, y ahora mismo no se me ocurre mucho más. La reflexión que se impone en el partido sobre la gestión de Biden y, sobre todo, a mi modo de ver, la segmentación que han generado en su electorado alentando las diferencias de género y otras cuestiones, es algo que van a tener que replantearse mucho. La inflación que han sufrido las clases medias también les ha penalizado, y no lo han sabido ver.

Así, deprisa y corriendo, uno de los primeros lugares en los que se va a notar el resultado electoral va a ser en el frente de Ucrania. Esta noche habrá sido de fiesta en el Kremlin, donde una victoria de Harris hubiera supuesto el mantenimiento del estatus quo, al menos en lo que hace a la ayuda militar a Kiev. Es probable que Trump abandone por completo a Zelensky y, siendo mucho más próximo a Putin, al que en el fondo admira, contribuya a asfixiar el esfuerzo bélico de Ucrania. La UE no está preparada para suplir a EEUU en ese papel (ni para nada de lo que viene de ahora en adelante) y es probable que el signo de la guerra empiece a decantarse claramente a favor de Rusia, y que una rendición ucraniana esté más cerca en el horizonte. Mierda.

martes, noviembre 05, 2024

Elecciones en EEUU (I)

Hoy y mañana, en medio del lodazal real y metafórico de Valencia, toca hablar de las elecciones en EEUU. Desde que empezó el año el día de hoy, 5 de noviembre, estaba marcado en los calendarios de todo el mundo como el más relevante de los que iban a acontecer en este 2024, porque, aunque esté en aparente retirada, EEUU sigue siendo el país más poderoso del mundo y su presidencia la que puede alterar más el curso de las vidas de mucha gente a lo largo de todo el planeta. Nos gustará más o menos, pero es así, y no tiene sentido negarlo. Para unas naciones en decadencia como las europeas, este tema es de una trascendencia aún mayor, dado que seguimos viviendo en un mundo organizado, y sostenido, por EEUU.

A principios de año los dos aspirantes eran el desquiciado Trump y el senil presidente Biden. El primero de los debates electorales puso en evidencia que Joe no estaba capacitado para presidir, y menos para enfrentarse a una reelección, por lo que, golpe palaciego de los demócratas por medio, Biden fue sustituido como candidato por su vicepresidenta Kamala Harris, que en sus años en el cargo ha demostrado una incompetencia y malos modos sobre los suyos que le tenían desacreditada. Fue un relevo de emergencia casi sin tiempo para ello. El día de hoy determinará cual de los dos accede al despacho con más poder del mundo, y como le repito a todo el mundo cuando me preguntan, la elección se dirime entre la mala y el peor, por lo que espero que gane Harris, aun a sabiendas de que sería una mala presidenta, frente a un Trump que da miedo pensar cuántos desastres sería capaz de organizar en su segundo, y vengativo, mandato. En cuestiones como la economía las cosas no cambiarán mucho respecto a lo visto con Biden, salvo que se agudizarán si gana Trump. Demócrata adorado por tantos, Biden ha desarrollado una política bastante proteccionista que ha sido lesiva para intereses como los europeos. Sus normas, como la IRA, vestidas de inversión verde, eran incentivos gigantescos a la caza de inversiones que se desplazasen de otras naciones a territorio norteamericano, y eso ha generado allí unos datos económicos excelentes, en crecimiento y empleo, y un gran pico de inflación post Covid compartido con todo el mundo. Harris, si gana, seguirá por esa línea. Trump, si lo hace, la acentuará, y de paso impondrá aranceles a lo loco en un empeño proteccionista que nos empobrecerá a todos, pero hará más daño a las naciones más pobres, siendo peor para la UE, por ejemplo, que para los propios EEUU. Si en estos años no ha habido intención alguna por parte de la Casa blanca de reactivar ese zombi que es la OMC, la llegada de Trump puede suponer su entierro. El programa trumpista es aislacionista, cerrado, de suma cero, en el que se sigue la falaz idea de que lo que es malo para el resto del mundo es bueno para EEUU (y viceversa). Para los europeos una victoria de Trump sería devastadora, porque además del daño económico, se da por sentado que dejará de apoyar a Ucrania (conociéndole puede llegar incluso a apoyar a Rusia) y abandonará toda la política de protección basada en el pacto trasatlántico. Con una guerra declarada en el este y con una Rusia hostil que no cesa, Trump en el poder va a poner de los nervios a media Europa, que sigue, seguimos, sin estar preparados para un escenario de seguridad estratégica no dependiente de EEUU. Estos cuatro años de Biden en el gobierno podían haber sido aprovechados por las grandes naciones europeas para iniciar acuerdos de cooperación en materia militar y de seguridad, de estandarización de producción de armamento, de inversión en líneas industriales de defensa y de concienciación a la población de que la seguridad depende de nosotros mismos, pero no ha sido así. Sólo los países bálticos, que esta noche se la pasarán medio en vela, y naciones como Polonia, se han puesto en serio a pensar al respecto, pero carecen de capacidad para llevar a cabo estrategias de seguridad efectivas por su cuenta.

El resultado se prevé muy ajustado, en las centésimas en los estados que pueden decantar la presidencia, y el peor de los escenarios posibles es que lleguemos a una batería de impugnaciones, denuncias, quejas, acusaciones de fraude, no concesión de la victoria por parte del candidato derrotado (más probable si el perdedor es Trump) y se empiece a generar una sensación de violencia y hostilidad. La división en la sociedad norteamericana es profunda, y el miedo a los incidentes violentos no es una ensoñación, después del intento de golpe de estado con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Nos jugamos mucho esta noche. Espero que mañana podamos contar un resultado claro.

lunes, noviembre 04, 2024

Imagen de estado fallido

La capacidad que tenemos para fracasar colectivamente ante los retos que la realidad nos impone no conoce límites. Obsesos con el deporte y otros temas menores, donde nos creemos algo, no somos capaces de responder como se debe, con las carísimas herramientas con las que nos hemos dotado, cuando las cosas importantes, las del comer y vivir fallan. En medio de la angustia, fracasamos, y nuestro único objetivo es buscar culpables que escondan las inexcusables fallas que se han cometido. Esconderse, irresponsabilizarse, es el auténtico deporte nacional, en el que somos campeones mundiales sin apenas competencia.

El apocalíptico desastre creado por la DANA en Valencia ha degenerado en una enorme crisis de estado por la incompetencia, desidia, mala fe y necedad de todos los actores implicados. Sólo la AEMET hizo bien su trabajo, prediciendo hasta donde pudo, avisando con sus pocos medios y sin que nadie le hiciera el caso debido. La responsabilidad de avisar a la población de que el martes se podía organizar una gorda caía en la Generalitat valenciana, y falló, en el primero de todos los graves errores de su gestión. Minusvaloró el problema, no le dio importancia y pasó de ello. Cuando llegó el desastre, tarde noche del martes 29 de octubre, nadie estaba atento a lo que sucedía, nadie miraba. Con todos los cientos de muertos ya muertos, enterrados en el fango, ninguna cadena de televisión generalista levantó su programación nocturna, indistinguible en su chabacanería, para informar que algo muy gordo había pasado no en Afganistán, sino en el extrarradio de la tercera ciudad del país. Sólo Franganillo en Telecinco pudo hacer un avance de unos pocos minutos a eso de las diez y media de la noche. Al día siguiente el desastre era absoluto, pero no se vio ninguna prisa por parte de las autoridades regionales o nacionales para hacer algo. El gobierno, que corrió lo que pudo y más para el martes del horror asaltar el Consejo de RTVE, no mostró reacción significativa, demostrando que lo importante es lo importante, y lo que no no. A medida que pasaban las horas y la dimensión de un desastre inmenso empezaba a calar, se veía que la respuesta de la Generalitat, tanto por incapacidad como por incompetencia, no era, ni mucho menos, la necesaria. La imagen de Mazón y su administración empezaban a hundirse en ese lodo apestoso, y alguno en Moncloa vio la oportunidad de sacar tajada, escaqueándose todo lo posible y dejando al gobierno regional que fuera devorado por los hechos y su necedad. Esa, y no otra, es la única explicación posible a esa displicente declaración de Sánchez en Moncloa del sábado en la que afirmaba que, si la CCAA necesitaba más medios, que los pidiera, dejando claro que no iba a mover dedo alguno por su propia voluntad. Decenas de miles de ciudadanos abandonados a su suerte entre montañas de mierda y cadáveres mientras dos administraciones, una regional regida por el PP y otra nacional regida por el PSOE, mostraban hasta qué punto la vileza del cálculo político más repugnante se ha instalado entre nosotros. Afectos a cada uno de los gobiernos bombardeaban las redes sociales tratando de defender la impresentable posición de cada uno, porque para ellos lo más importante es ganar méritos por si alguna vez les toca el premio de, pongamos, ser consejero en una tele pública con un nuevo sueldo de 100.000 euros al año. La indignación de las víctimas era paliada únicamente por los voluntarios, que acudían a ayudar lo que podían, mientras que los medios oficiales, ejército, maquinaria y demás llegaban a cuenta gotas, con la sensación de que no era necesario volcarse en la tragedia como si fuera la catástrofe nacional que es, sino como si se tratase de otro de esos juegos que los fabricantes de relatos políticos crean en sus habitáculos, desconectados de la realidad, en la que las vidas, propiedades y futuros de las personas no importan en lo más mínimo frente a sus desmedidos egos y los de los que tan bien les pagan.

Ayer al mediodía, dos fracasados, Sánchez y Mazón, se escudaron en el Rey para presentarse ante la población de Paiporta, una de las más afectadas por el desastre, y allí cientos de vecinos desesperados la emprendieron a gritos, lanzamiento de barro y otro tipo de actitudes reprobables, pero tristemente esperables. El más cobarde de todos, Sánchez, huyo. El más inútil de todos, Mazón, se escondió lo más que pudo, y el rey y la Reina, embarrados, dieron la cara, aguantaron literalmente el chaparrón, y fueron los únicos que, en medio de tanta mierda, estuvieron donde tenían que estar. El estado ha fracasado por culpa de los necios que nos rigen.