Es interesante cómo el caso de presunto fraude fiscal del novio de Ayuso ha derivado en una enorme tormenta política en la que los principales perjudicados van a ser los diferentes miembros del desgobierno sanchista que han metido mano en ese asunto. Y, cosas de la vida, puede ser Juan Lobato, el líder de los socialistas madrileños, el que acabe pagando los platos rotos de lo que parece una acumulación de delitos en los que todos, políticos, fiscalía y funcionarios de todo tipo, parecen estar involucrados. Todos menos él, y por eso puede que sea el que acabe cayendo de la estructura del poder sanchista. Curioso premio al cumplimiento de la ley el que recibe en España quien la acata.
Muy resumidamente, la fiscalía sabe que hay un correo del novio de Ayuso admitiendo que ha defraudado y aviniéndose a negociar, y considera Moncloa, para quien la fiscalía no es sino un departamento de becarios a su servicio, que es munición de primera para poder atacar a la presidenta madrileña. La jefa de gabinete del jefe de gabinete de Sánchez, en uno de esos cargos administrativos que demuestran la esquizofrenia marxista (de Groucho) que nos dominan consigue el correo electrónico de la fiscalía, cometiendo ambos, ella y fiscalía, un presunto delito de revelación de secretos, y se lo pasa a Juan Lobato para que lo esgrima en un pleno de control en la asamblea de Madrid. Lobato se escama, sabe que a él no le puede llegar ese correo directamente porque, de ser así, y aceptarlo, también incurriría en delito, y se muestra reacio. Pregunta a la jefa jefa si lo que le están mostrando es una filtración que ha sido publicada por la prensa, ya que en ese caso se puede presentar sin problema al haber salido a la luz, y ella le dice que sí. Lobato se lo cree y acaba presentando en el debate de la asamblea un recorte de ese correo sacado, en efecto, de una captura de un medio, de los afines a Moncloa, que poco antes de la sesión en la asamblea había publicado esa noticia, habiendo sido beneficiario de la filtración. Ahí, como pueden ver, hay varios delitos, y Lobato no comete ninguno. Mosqueado, unos meses después de todo esto, y viendo que le quieren quitar como responsable de la federación madrileña del sanchismo, Lobato acude a un notario y le muestra el intercambio de whatsapps y mensajes varios que cruzó con la jefa jefa a mediados de marzo, cuando tuvo lugar ese episodio. Lobato sigue pensando que lo que le enseñaron era ilegal, y que si lo hubiera aceptado como tal se quedaría desnudo ante una acusación, y dejaría el terreno libre para que los opositores a su figura en el partido le descabezasen y nombraran a alguien aún más sanchista. Lobato acude al notario para tener una coartada, una prueba en caso de que se meta en problemas legales, y le permita salir indemne de ellos porque sabe que no ha cometido delito alguno. Huele la traición que surge de Moncloa y busca protegerse de ella. Esto lo sabemos ahora, pero en su momento no, y las acusaciones que hubo contra la fiscalía por el presunto delito de revelación de secretos fueron contestadas desde Moncloa y el equipo de opinión sincronizada que desde allí se maneja con desdén, negándolo todo como hacen siempre y acusando a los demás de ser propagadores de bulos y la ya habitual chatarra argumentaría a la que nos tienen acostumbrados desde allí. Ahora el escándalo ha estallado con toda su potencia, y queda clara la lucha de poder que hay dentro del PSOE madrileño, las trapacerías que se hacen unos a otros por un mero quítate tú para ponerme yo, y cómo la fiscalía y demás procedimientos legales no son sino meros instrumentos en manos del sanchismo para atacar a sus rivales políticos, violando todas las normas legales habidas y por haber. Todo vale en la mierda política. O eso es lo que piensan muchos de los que ahora la ejercitan y los que a ellos quieren arrimarse.
La moraleja del caso Lobato es obvia, y deprimente. Culto al líder, sometimiento y se acabó. Y si hay que violar la ley, se viola, y si a eso te niegas, tu cargo peligra y los medios afines se encargarán de hundir tu imagen en el fango, como se pudo ver ayer en un titular repugnante publicado por el que antaño era un periódico, convertido ahora en cutre aparato de propaganda sanchista. En toda esta sucia historia el único que no se ha prestado a cometer delitos ha sido Lobato, que entre la lealtad al sucio poder y su beneficio propio por un lado, y el cumplir con la ley y ser decente, escogió lo segundo. Pringado. Por ello será castigado, destronado, arrastrado en plaza pública y convertido en mofa por parte de los “suyos”. Así funciona la mierda política en nuestro país.
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