La capacidad que tenemos para fracasar colectivamente ante los retos que la realidad nos impone no conoce límites. Obsesos con el deporte y otros temas menores, donde nos creemos algo, no somos capaces de responder como se debe, con las carísimas herramientas con las que nos hemos dotado, cuando las cosas importantes, las del comer y vivir fallan. En medio de la angustia, fracasamos, y nuestro único objetivo es buscar culpables que escondan las inexcusables fallas que se han cometido. Esconderse, irresponsabilizarse, es el auténtico deporte nacional, en el que somos campeones mundiales sin apenas competencia.
El apocalíptico desastre creado por la DANA en Valencia ha degenerado en una enorme crisis de estado por la incompetencia, desidia, mala fe y necedad de todos los actores implicados. Sólo la AEMET hizo bien su trabajo, prediciendo hasta donde pudo, avisando con sus pocos medios y sin que nadie le hiciera el caso debido. La responsabilidad de avisar a la población de que el martes se podía organizar una gorda caía en la Generalitat valenciana, y falló, en el primero de todos los graves errores de su gestión. Minusvaloró el problema, no le dio importancia y pasó de ello. Cuando llegó el desastre, tarde noche del martes 29 de octubre, nadie estaba atento a lo que sucedía, nadie miraba. Con todos los cientos de muertos ya muertos, enterrados en el fango, ninguna cadena de televisión generalista levantó su programación nocturna, indistinguible en su chabacanería, para informar que algo muy gordo había pasado no en Afganistán, sino en el extrarradio de la tercera ciudad del país. Sólo Franganillo en Telecinco pudo hacer un avance de unos pocos minutos a eso de las diez y media de la noche. Al día siguiente el desastre era absoluto, pero no se vio ninguna prisa por parte de las autoridades regionales o nacionales para hacer algo. El gobierno, que corrió lo que pudo y más para el martes del horror asaltar el Consejo de RTVE, no mostró reacción significativa, demostrando que lo importante es lo importante, y lo que no no. A medida que pasaban las horas y la dimensión de un desastre inmenso empezaba a calar, se veía que la respuesta de la Generalitat, tanto por incapacidad como por incompetencia, no era, ni mucho menos, la necesaria. La imagen de Mazón y su administración empezaban a hundirse en ese lodo apestoso, y alguno en Moncloa vio la oportunidad de sacar tajada, escaqueándose todo lo posible y dejando al gobierno regional que fuera devorado por los hechos y su necedad. Esa, y no otra, es la única explicación posible a esa displicente declaración de Sánchez en Moncloa del sábado en la que afirmaba que, si la CCAA necesitaba más medios, que los pidiera, dejando claro que no iba a mover dedo alguno por su propia voluntad. Decenas de miles de ciudadanos abandonados a su suerte entre montañas de mierda y cadáveres mientras dos administraciones, una regional regida por el PP y otra nacional regida por el PSOE, mostraban hasta qué punto la vileza del cálculo político más repugnante se ha instalado entre nosotros. Afectos a cada uno de los gobiernos bombardeaban las redes sociales tratando de defender la impresentable posición de cada uno, porque para ellos lo más importante es ganar méritos por si alguna vez les toca el premio de, pongamos, ser consejero en una tele pública con un nuevo sueldo de 100.000 euros al año. La indignación de las víctimas era paliada únicamente por los voluntarios, que acudían a ayudar lo que podían, mientras que los medios oficiales, ejército, maquinaria y demás llegaban a cuenta gotas, con la sensación de que no era necesario volcarse en la tragedia como si fuera la catástrofe nacional que es, sino como si se tratase de otro de esos juegos que los fabricantes de relatos políticos crean en sus habitáculos, desconectados de la realidad, en la que las vidas, propiedades y futuros de las personas no importan en lo más mínimo frente a sus desmedidos egos y los de los que tan bien les pagan.
Ayer al mediodía, dos fracasados, Sánchez y Mazón, se escudaron en el Rey para presentarse ante la población de Paiporta, una de las más afectadas por el desastre, y allí cientos de vecinos desesperados la emprendieron a gritos, lanzamiento de barro y otro tipo de actitudes reprobables, pero tristemente esperables. El más cobarde de todos, Sánchez, huyo. El más inútil de todos, Mazón, se escondió lo más que pudo, y el rey y la Reina, embarrados, dieron la cara, aguantaron literalmente el chaparrón, y fueron los únicos que, en medio de tanta mierda, estuvieron donde tenían que estar. El estado ha fracasado por culpa de los necios que nos rigen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario