Desde luego este otoño va a pasar a la historia meteorológica del país, con letras muy grandes y rojas. Ayer se volvió a repetir el fenómeno de la DANA, esta vez centrado especialmente en la zona de la costa malagueña y de Castellón Tarragona. La ciudad de Málaga vivió inundaciones intensas que, afortunadamente, no causaron desgracias personales, pero sí todo tipo de incidencias y daños, siendo aún muy pronto para valorarlos. Esta noche ha vuelto a llover ahí, y también en la zona valenciana arrasada por la DANA de hace un par de semanas, y hoy se esperan chubascos fuertes en costa de Cádiz y Huelva, siendo el litoral atlántico el más perjudicado. A partir de mañana se espera una estabilización general.
Para esta DANA las cosas han funcionado razonablemente bien, como debieran. La predicción de AEMET ha sido ajustada, el aviso rojo por lluvias puesto de manera firme y con antelación y los sistemas de aviso a la población por parte de las autoridades han respondido como es debido, incluyendo el sistema de mensajes a móviles. Colegios y otras muchas actividades fueron cancelados preventivamente, se ha desalojado a algunas personas que residen en zonas bajas e inundables, y junto a otras, es casi seguro que todas estas medidas han evitado alguna desgracia personal. Bien. Correcto. Se ha hecho prácticamente todo lo que no se hizo en la DANA de Valencia, y quizás el ver el desastre causado en la región levantina ha hecho que todo el mundo, con lógica, tenga el susto en el cuerpo, y se haya prevenido de manera general e intensa. ¿Se habría actuado igual dentro de unos meses, cuando la vorágine en la que vivimos haya hecho a muchos olvidar el desastre valenciano? El recuero de lo que allí ha pasado es la mejor señal de alerta que tenemos para prever episodios similares, que se van a dar en el futuro sí o sí, y lo que ha pasado en Málaga es un bue ejemplo de que, actuando de manera preventiva, no se podrán evitar destrozos físicos causados por un agua imparable, pero sí salvar vidas humanas, que es lo más importante. Tenemos ya, en apenas un año, tres ejemplos de gestión de una DAAN catastrófica que nos sirven de lección. El primero, en septiembre del año pasado, fue el que pudo afectar a Madrid ciudad y al final descargó en Aldea del Fresno, causando algunas víctimas y destrozos. Fue el primero en el que se usó el aviso a los móviles, y esa medida recibió críticas de todo tipo por parte de mucha gente, no sólo de los desquiciados habituales. A AEMET le llovieron críticas porque no fue capaz de ajustar la precisión de una tormenta de tal intensidad (no es posible hacerlo) y como lo que pasó fue muy localizado, en una localidad del sur de Madrid, cerca de la provincia de Toledo, la desgracia quedó olvidada rápidamente. La prevención fue correcta, pero nadie se la tomó en serio. Valencia es el ejemplo perfecto en el que todo se ha hecho mal, desde el antes hasta el después, y sirve como guía maravillosa para saber cómo no actuar ante un desastre similar. Sólo AEMET hizo bien su trabajo, con una previsión más que correcta, pero ninguna administración se lo tomó en serio, no se avisó, el desastre ha sido apocalíptico y, tras él, todas las administraciones han fallado clamorosamente. Un destrozo físico apocalíptico (difícilmente evitable dadas las precipitaciones registradas) y más de doscientos fallecidos (probablemente varios de ellos evitables) son el balance de la total necedad. En el tercer ejemplo, Málaga, se juntan una precipitación extraordinaria, aunque menor que la de Valencia, y una gestión de prevención correcta, y que ha sido tomada en serio por las instituciones y la población. Como antes señalaba, muchos de los daños causados por el agua embravecida no son evitables, pero al menos el balance humano es, por ahora, inexistente. Tres ejemplos para aprender a hacer las cosas como es debido.
Sí, las DANAS son consustanciales a nuestro clima, especialmente el Mediterráneo, y el calentamiento cada vez mayor de las aguas de ese mar les proporciona energía extra, por lo que, cuando se den, pueden ser potencialmente más dañinas. Remodelar cauces y construcciones es un trabajo enorme que lleva décadas y es probable que, dada la desidia que nos caracteriza, no se haga nunca, pero avisar, gestionar la emergencia previa con la mejor información, y ser precavidos, es algo que nos puede evitar desgracias como las sufridas en Valencia. Las DANAS son erráticas, muy difíciles de precisar. Los avisos deben ser generalizados, extensos en superficie y drásticos cuando algo así se espera. No nos queda otra.
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