Bienaventurados los ingenuos que pensaban que, tras su fin de semana de reflexión en Quintos de Mora, Sánchez tomaría algunas medidas realmente efectivas contra la corrupción y respondería al clamor que, asqueado por las prácticas de su entorno y partido, exigen limpieza, responsabilidades políticas y dimisiones en cascada, empezando por la suya. Si algo vimos en la época de Bárcenas es que la dirigencia de un partido puede llegar a extremos absurdos para tratar de ocultar lo obvio. Pensábamos que aquella escena de Cospedal del despido en diferido era insuperable, pero no, Sánchez ha logrado escalar un peldaño más en el escaqueo de la responsabilidad por la corrupción. Era difícil, pero para el ególatra no hay reto pequeño.
Sánchez salió ayer ante los medios atacando, tras la patética comparecencia del jueves. Sólo le faltó mostrarse orgulloso de los suyos, de los muy suyos, de toda esa panda de puteros y ladrones que le han escoltado a lo largo de toda su carrera política. Echó balones fuera, vio la corruptela ya juzgada en el ojo ajeno, pero se escaqueó miserablemente de la propia, y en un ejercicio de cinismo absoluto dijo representar a los millones de personas que no quieren un gobierno de la oposición, cuando por su cargo debe representar a todos los españoles, a los que votan y a los que no. Su sectarismo quedó tan retratado como su psicopatía personal. Admitió implícitamente que, de haber elecciones, las perdería de calle, porque dijo que no se podía dar la oportunidad a la derecha de acceder al poder, lo que es una muestra de asunción de la minoría social en la que se encuentra ahora mismo, y, también, de la prevaricación continua que realiza el CIS cada vez que, con dinero público, se inventa encuestas electorales en las que Sánchez es alabado hasta allí donde no se presenta. Toda la comparecencia fue un vulgar mitin sin el más mínimo acto de contrición, sin rastro alguno de la pena falsamente fingida el jueves en su lamentable actuación, todo fue rabia, enfado, miradas torvas, ausencia de culpa en sí mismo y, en todo caso, algo en otros. Nada en él. Su autoproclamación como capitán dejó a las claras que el partido y el gobierno son suyos, y hasta el último día que pueda ejercer el poder, lo hará a su forma, de manera autoritaria, secreta, sectaria y rencorosa. La fuga de la realidad del personaje sólo es comparable al ego que posee y a las ganas constantes de venganza respecto a todos los que no le adoran que le inflama continuamente. Supongo que desde ayer empezarían a darse llamadas desde Moncloa a los miembros del equipo de opinión sincronizada, antaño se hacían llamar a sí mismos periodistas, para que vuelvan al redil, rebajen el enfado mostrado desde el jueves y se sometan ante quien deben y, casi seguro, les paga. La idea de que tres pillos de poca monta han sido los corruptos en una organización limpia y se han ocultado a la bondadosa vista del líder es tan increíble como imaginarse a Jésica recatada en una fiesta, pero seguro que los más fieles que rodean al ególatra en Moncloa, los que más cobran del dinero público que allí se dilapida, son tan entregados a la causa que logran vencer alguna voluntad, cuotas hipotecarias sufragadas mediante, para que la causa del gran líder de la social democracia occidental pueda seguir viva. Como el apagón de hace un par de meses, seguro que se intenta acabar convenciendo a la gente de que no sucedió nada, de que no hubo mordidas, grabaciones, putas, chanchullos y demás cosas abálicas o cerdanescas, si se me permiten los términos. Se buscará ocultar en montañas de propaganda barata lo que está ante los ojos de todo el mundo, y se confiará en el calor del verano, las vacaciones y la cesión ante nuevos chantajes de los socios sediciosos para dar la ilusión de que las cosas están bajo control y siguen su curso con normalidad. Recuerden, como la mierda del sálvame felizmente fracasado de TVE, todo financiado con el dinero de sus impuestos, y de los míos, con el mismo dinero con el que Cerdán y medio sanchismo se forraban y pagaban sus orgías. Con ese dinero que a usted y a mi se nos extrae sin conmiseración alguna pretende Sánchez cubrir sus vergüenzas y alimentar a los lacayos que le laven la cara.
Pues no, no y no. Sánchez, aunque no quiera verlo, está muerto. Su descrédito ante la sociedad es enorme, e incluso en el mundo sectario en el que se han convertido los partidos, su figura cotiza a la baja en un PSOE herido gravemente que debe escoger entre su supervivencia o su sanchidad. Va a haber más grabaciones, y escándalos de todo tipo, porque esta mafia era bastante eficiente usando sus móviles para dejar constancia de todo lo que pasaba, y aparecerán nuevas figuras en este enredo asqueroso. Y, creo, más de uno acabará sus días exiliado en República Dominicana, donde tienen dinero y propiedades a buen recaudo. Las similitudes entre Sánchez y Rubiales crecen. El primero ya está en el tiempo de la interinidad. Será más o menos largo, pero inexorable.
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