Parece obvio que el psicótico que se ha atrincherado en Moncloa ha visto la cumbre de la OTAN como una oportunidad para mostrar su lado más populista y tratar de encontrar, en la gresca con los aliados, una vía de redención ante muchos de sus socios, especialmente los separatistas. No creo que le funcione, porque si ya casi toda España ha descubierto hasta qué punto llega el engaño en quien se dice nuestro presidente, ahora van a empezar a caerse del guindo los mandatarios extranjeros, que si alguna vez se fiaron de su palabra van a empezar a comprobar que Sánchez sabe hacer bien poco, más allá de engañar superlativamente.
Descontando el patetismo de lo nuestro, la cumbre de la OTAN me parece que va a ser un fracaso, aunque se quiera vestir de cualquier otra manera, porque va a dejar bien claro que la Alianza está herida de muerte, porque su auténtico pivote, que es EEUU, ya no la ve como imprescindible, incluso como meramente necesaria. La obsesión de Trump de que los países europeos paguemos nuestro gasto de defensa se junta al absoluto desprecio que nos profesa como rivales comerciales en su estrecha mente de mundo de suma cero, y más allá de las fotos de compromiso que se puedan hacer todos los líderes, queda la pregunta de fondo de si EEUU activaría realmente el artículo 5 del tratado, ese “uno para todos y todos para uno” que permite que cualquier nación de la Alianza sea protegida por las demás en caso de ataque, es decir, protegida por el mayor ejército del mundo, el norteamericano. Las dudas sobre si la administración Trump respondería a la invocación de ese artículo en caso de agresión de un tercero son más que lógicas, vista su trayectoria, y las naciones de la UE llevan tiempo sacando la conclusión de que su defensa empieza a depender más de lo que sean capaces de hacer ellas mismas que de lo que puedan conseguir del otro lado del Atlántico. Y esto empieza por gastar más, sí, pero no es tanto una cuestión de porcentaje de gasto, que es obvio que debe subir respecto de los despreciables niveles en los que se encuentra en nuestro país, sino en gastar mejor, coordinadamente. La única opción viable de seguridad europea pasa por un acuerdo al más alto nivel entre las potencias del continente para compartir estrategias y capacidades, para recortar diseños propios que se hacen la competencia y gastar mucho en sistemas integrados que, sean de la nación que sean, sirvan a todos. No tiene sentido que haya varios modelos de carros de combate en Europa. Se debe fabricar uno, uno solo, nada más que uno, y una vez acordado cuál sea, todos los países bene producir piezas estandarizadas para esa línea conjunta, y todas las tropas de la UE deben saber cómo manejar ese único carro. Y así con un montón de dispositivos de ataque y defensa. Gastar más para comprar productos más caros a un EEUU que puede decidir, con apretar un simple botón, que ese armamento no funciona dado que controla su tecnología de uso, resulta absurdo. En esto de la defensa se está, a mi entender, haciéndolo todo bastante mal, y se va corriendo hacia unos objetivos numéricos que no están para nada correlados ni con una estrategia conjunta ni con planes industriales acordes. Una de las mejores experiencias industriales de la UE, Airbus, que ha conseguido ser líder mundial en su sector, por méritos propios y deméritos de Boeing, se basa en la creación de un consorcio en el que Francia y Alemania lideran y el resto de países aporta, de tal manera que hay plantas de fabricación y montaje en distintos países europeos y los modelos que surgen de la integración de todo esto son únicos, estandarizados, competitivos y de alcance comercial global. Airbus exigió que la aeronáutica francesa y alemana renunciaran a la competencia mutua al darse cuenta de que no iban a ser capaces de hacer frente a su rival norteamericano. Ese es el único camino posible. Y tras pensar, trabajar y decidir, sí, gastar, y con ganas, pero primero lo primero.
Y todo esto sobre plataformas conocidas, clásicas, que se encuentran en duda sobre su futuro. La cruel guerra de Ucrania está poniendo en tela de juicio la pervivencia de elementos caros, complejos y tripulados, como tanques o aviones, que son necesarios, pero no determinantes, sobre todo en el caso de la defensa. La revolución de los drones o la de la artillería de precisión obliga a repensar muchas de las líneas estratégicas sobre en qué invertir de aquí a un plazo corto de años, qué industrias se deben incentivar y cómo evolucionarlas. ¿Hay alguien a nivel europeo pensando en ello seriamente? ¿Alguien con poder y capacidad de gasto?
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