Dominados por la avalancha de fango que nos rodea, que surge del gobierno y no de donde sus propagandistas denunciaban, en España hemos prestado poca atención a la nueva guerra que se ha declarado en Oriente Medio, una que enfrenta directamente a dos naciones que se odian, Israel e Irán. En medio del proceso de negociaciones entre Washington y Teherán sobre la situación del programa de enriquecimiento de uranio con el que el régimen de los ayatolás busca el acceso al arma nuclear, Tel Aviv desató una ofensiva aérea el viernes, mientras Cerdán y compañía decían que eran inocentes, y lo que se suponía un pulso soterrado ha acabado siendo una guerra abierta entre las dos naciones. Es escenario se ha complicado muchísimo.
Es una guerra sin presencia terrestre, porque Israel e Irán están separadas por dos naciones, Siria e Irak, en las que la influencia de Teherán es enorme. No estamos ante un enfrentamiento de blindados o tropas, sino ante lo que se denomina un intercambio de salvas, en el que Irán dispara misiles balísticos contra Israel e Israel ataca con cazas las infraestructuras nucleares y militares de Irán. Más allá del balance de víctimas que se ha podido establecer hasta ahora, unos doscientos fallecidos persas y algo más de una decena en Israel, la situación muestra una clara superioridad de la estrategia hebrea. En la práctica se ha hecho con el control del espacio aéreo iraní, y sus cazas operan con una cierta libertad en todo el país una vez que las defensas antiaéreas iraníes han sido vapuleadas. La respuesta iraní, lanzando misiles, se ha encontrado con la eficacia de la cúpula de hierro israelí, que aunque trabaja a destajo, no ha sido capaz de pararlos todos. De ahí la destrucción causada en un barrio en Tel Aviv, donde se concentran la mayor parte de la víctimas israelíes, alcanzado por misiles iraníes, que ha sufrido enormes daños físicos, y donde aún se trata de rescatar a personas bajo los escombros que fueron sus viviendas. Israel ha logrado eliminar a varios de los dirigentes de la cúpula militar iraní, tanto de su ejército regular como de la sección de inteligencia como de la élite que conforman los guardianes de la revolución, en una especie de juego de busca y captura similar al que ay realizó en su ofensiva libanesa contra la milicia chií de Hezbollah. Lo cierto es que los daños causados al régimen de Teherán por Israel aparentan ser severos, tanto en instalaciones como en personal de alto rango, y la superioridad aérea que muestran las IDF en su actuación parece mostrar un escenario en el que Tel Aviv puede casi escoger sus objetivos a placer. Tras sólo cuatro días de enfrentamiento abierto empieza a haber voces que señalan que el objetivo último de Israel es la decapitación del régimen chií y su caída del poder, buscando un cambio total en el poder del país persa. ¿Es esto así? Se ha filtrado que Trump ha prohibido a Netanyahu cargarse al líder supremo de la revolución iraní, el ayatola Jamenei, pero está por ver si eso es así o no. El ególatra de Netanyahu ya nos tiene acostumbrado a desarrollar operaciones militares de envergadura en la que la eficacia de las tropas movilizadas contrasta con la ausencia de planes realistas sobre qué hacer tras golpear. Puede que el régimen de terror chií que aprisiona a Irán durante décadas colapse, y no se lo voy a negar, me encantaría que así fuera, pero no acabo de ver que el bombazo constante a Teherán y otras localidades sea la mejor estrategia posible para lograrlo. Además, en caso de riesgo existencial para su supervivencia, el régimen puede optar por medidas drásticas, sabiendo que no tiene nada que perder, y muchas de ellas tienen que ver con el petróleo, la gestión del estrecho de Ormuz y el posible estrangulamiento de parte del suministro global, lo que dispararía la cotización del crudo y nos metería a todo el mundo en un serio problema económico. ¿Pueden las cosas llegar hasta ese punto? No es descartable
¿Y sobre el programa nuclear iraní? Los principales centros de enriquecimiento se encuentran en Natanz y Fordo, lugares situados al sur de Teherán. Enterradas a gran profundidad, esas instalaciones cuentan con edificios en superficie que han sufrido daños por los ataques israelíes, pero es sabido que las IDF no tiene el armamento necesario para penetrar hasta el centenar de metros que separa las grandes plantas de enriquecimiento y de creación de la bomba. Sólo EEUU tiene ese tipo de misiles y bombas, y no consta que esté dispuesto a emplearlas. Israel trata de forzar a EEUU para que se implique en la guerra, pero por ahora Trump amenaza a Irán pero no mueve sus tropas. La situación, como ven, es volátil y peligrosa.
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