Especulábamos la semana pasada con un posible ataque norteamericano a las instalaciones nucleares de Irán, la forma en la que podría desarrollarse y los escenarios que se abrirían. Todo era un futurible, y más aún cuando Trump, el jueves, anunció que se daba dos semanas de plazo para decidir sobre esta acción. Sus palabras no eran concordantes con lo que uno veía en las pantallas que monitorizan el despliegue del ejército de EEUU, con naves de todo tipo alterando sus rutas rumbo a Irán y mucha actividad en las bases de los bombarderos estratégicos B2, esos aviones alucinantes con forma de ala delta. Pausa en las palabras, movilización en toda regla.
Lo que está claro es que Trump miente más que habla, por lo que sus palabras no pueden servir como guía para saber lo que va a suceder. En la noche de este pasado sábado tuvo lugar la operación “martillo de medianoche” nombre poco original, en la que el ejército de EEUU, por primera vez, atacó Irán y se involucró por completo en la guerra abierta entre los persas e Israel. La operación ha sido una combinación de bombardeo estratégico y de uso de misiles de crucero. Estos últimos, potentes pero dentro de un orden, se lanzaron desde buques estacionados en el golfo Pérsico contra las instalaciones nucleares cercanas a Isfahán. Para atacar los grandes centros de enriquecimiento de uranio de Natanz y Fordow, la aviación norteamericana hizo uso de los B2 y de las bombas antibúnqueres que hemos visto últimamente en los medios. Estas instalaciones están a una gran profundidad, cerca de los cien metros bajo tierra, y en el caso de Fordow, protegidas de manera natural por una cordillera rocosa que supone una coraza extraordinaria. En las fotografías por satélite que se han difundido, y que permiten hacer el ejercicio del antes y el después del ataque, hay que echar bastante imaginación para saber si ha pasado algo en la zona y cuáles han sido realmente los efectos del bombardeo. Empezando porque nada de lo que está en la superficie, apenas una nave industrial modesta, resulta de interés, lo demás está muy bajo tierra. Y uno puede atisbar una serie de agujeros en el terreno que no estaban antes, probablemente efecto de las bombas lanzadas, que logran penetrar en el terreno, pero no es posible saber realmente cuál ha sido el efecto del ataque. Trump salió a la palestra rodeado de su guardia pretoriana (vicepresidente Vance, secretario de defensa Hegshet y secretario de estado Rubio) confirmando el ataque, calificándolo de éxito absoluto y anunciando que EEUU no está en guerra con Irán, sino con su programa nuclear. El mensaje de Trump era claro. Hemos hecho lo que teníamos que hacer y porque somos los únicos que podemos hacerlo. No queremos más problemas, pero si Irán responde caerá sobre él una fuerza inconmensurable. ¿Qué hay de cierto en todo esto? Puede que bastante. La idea que se comentaba la semana pasada es que EEUU participara en la guerra como elemento estratégico para hacer lo que Israel no podía, por falta de capacidad, que es eliminar la infraestructura nuclear. Un apoyo imprescindible pero limitado, y eso concuerda con el mensaje que se lleva lanzando desde Washington desde el momento del ataque. Ya hemos hecho lo que se nos pedía, y ahora volvemos a no querer saber nada de nada, parecía querer decir Trump. Desde luego han hecho mucho, violando la soberanía y atacando a un país, lo que es una declaración de guerra como la copa de un pino. Que todo esto se quede aquí es mucho suponer, y en parte está en manos del régimen de los ayatolás, que no deja de recibir golpes de lo más significativos. Su capacidad de respuesta, mermada, sigue existiendo, y si se ven acorralados pueden actuar de manera irracional, peligrosa.
Nadie quiere una escalada desatada en esta guerra, ni mucho menos que irán se desestabilice y se convierta en una Siria segunda parte. Estos juegos sobre el tablero en el que los regímenes dictatoriales caen y surge la democracia como por arte de magia tienen poco de realistas, y pueden estar abocados a desastres como los vividos en Irak o Afganistán. De momento sólo queda cruzar los dedos, esperar a que el régimen de Teherán decida qué va a hacer como respuesta y seguir con mucho ojo el precio del petróleo. Ormuz, el estrecho, es nuestro talón de Aquiles energético. Si se bloquea vamos a notar mucho las consecuencias de esta guerra. Mucho, mucho, mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario