Hace pocos días murió, a los noventa y cinco años, Jose Luis Ozores, olvidado por muchos y despreciado por casi todos los que, como él, se dedicaron al cine, sin que ninguno de ellos admita que fue su trabajo incesante el que permitió que muchos hicieran carreras y pudieran vivir de las películas. Las que hicieron famoso a Ozores son cutres, no vamos a negarlo, pero sirven perfectamente como documental de una época, como retrato de unas formas de ser y costumbres que eran las del momento, y que no aparecen reflejadas en otra parte. Y sí, también, esas películas muestran personajes miserables, vergonzantes, que se mantienen en nuestro día, y que en no pocos casos han llegado a lo más alto del gobierno.
Creo que ni Ozores hubiera sido capaz de diseñar una escena como la que se vivió ayer en Madrid, protagonizada por varios de los miembros de la banda de delincuentes que han florecido a la sombra del sanchismo. En sus pelis Ozores le daba mucho peso al humor, un peso que aliviaba la carga de cutrez de lo que se exponía, y otorgaba al conjunto una pinta mucho más amable de lo que era realmente. Te reías con esas historias y las risas te ocultaban lo patéticas que eran y lo nauseabundo de sus protagonistas. Berlanga era similar, pero con mucha mayor calidad cinematográfica. Pero compartía la colección de sujetos que se creen algo y que, en el fondo, son unos mierdas que viven de robar y engañar. Ozores en bruto y Berlanga en destilado definen una manera de ser que no es únicamente hispana, pero que ellos supieron adaptar perfectamente al paisanaje que conocían. Pues bien, ni uno ni otro hubieran diseñado una escena como la de ayer, porque les hubiera entusiasmado verla, seguro, pero habrían considerado que el casting de protagonistas no daba la talla y hubieran temido, con razón, que cualquiera de ellos les acabase robando las ganancias obtenidas por la distribución del filme. Una chula de barrio que es una vulgar trepa que se hace pasar por periodista de investigación y que se dedica veinte minutos a posar sin decir nada para alimentar su desmedido ego (en eso también es sanchista de pura cepa) un comisionista encausado por corruptelas de todo tipo que se le enfrenta a la chula, otro comisionista que sale en defensa de ella y que agrede al primero, escenas de pasillo, insultos, amenazas, empujones, golpes, formas de personajes de tugurio puestos de todo a las tres de la mañana en un hotel madrileño a eso de las diez de la mañana en un día de verano delante de toda la prensa del mundo, que asiste atónita a un espectáculo no diseñable pero que es propio de un reality televisivo. Ruidos de caídas, de cámaras rotas, más móviles que en un encuentro de influencers y una sensación generalizada, de quien ve la secuencia, de asco y bochorno, al comprobar cómo la pseudopolítica española y los arribistas que se han forrado a cuenta de las dádivas del actual gobierno han degenerado en un espectáculo tipo sálvame que, tanto Ozores como Berlanga, hubieran considerado indigno. Pero, ay, estamos en tiempos de vulgaridad consagrada, de malas formas elevadas al olimpo de lo que debe ser. Época esta en la que, con el dinero público, la tele del gobierno contrata a los sujetos basura de lo que fue el sálvame de Tele Cinco a un coste de millones de euros para llenar su programación estelar de tarde, por recomendación de Moncloa, y con la alabanza de todo el equipo de opinión sincronizada al servicio del gobierno. Esa mierda que hace TVE, que ha tenido que recortar ya porque es un fracaso absoluto de audiencia, puede ser renovada para la siguiente temporada con la sustitución de los mierdosos personajes del sálvame original por los del actual desgobierno, empezando por Leire, Aldama. Ábalos, Dolcet, Koldo y Jesi…. Bueno, muchas Jesis, que las hay. Además, todos esos ya saben lo que es cobrar sin límite del presupuesto público por la cara. Seguro que hay gente en TVE que ya conoce sus cuentas corrientes para ingresarles una nómina.
Lo ideal, lo propongo por si puedo vender la idea y llevarme algo de comisión, es montar una casa al estilo gran marrano, un concurso de eliminación entre todos estos sujetos, reunidos juntos bajo el mismo techo, en el que se produzcan eliminaciones y se despellejen públicamente, entre citas con las varias Jesis que habría por todas partes. El que sobreviva al reto puede optar a ser, no se, jefe de comunicación de Presidencia del Gobierno, con el ínclito Idafe como jefe, para fabricar mentiras orquestadas por el poder con sello oficialista. ¿A qué es buena idea? Además, con un poco de suerte, estos sujetos pasan a las manos de verdad y se eliminan “del todo" unos a otros, y todos salimos ganando al desaparecer semejante escoria.
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