martes, junio 03, 2025

Ucrania altera la ecuación de seguridad

No está claro si la acción ucraniana del domingo va a servir para cambiar el rumbo de la guerra, y por ahora Rusia adopta un perfil bajo, sin cambiar de postura ni admitir daños, una táctica muy monclovita, pero es innegable que lo sufrido es un enorme golpe para sus capacidades aéreas y de disuasión nuclear. También, claro, es un mazazo para su moral e imagen en el mundo, porque nuevamente ha quedado claro que la pretendida superpotencia militar es una chapuza carente de servicios de información de tal nombre y con limitaciones logísticas y operativas de primer grado. Rusia da miedo, pero es tan peligrosa como patética.

Pero más allá del escenario ucraniano, la acción de Kiev ha vuelto a poner de manifiesto una de las lecciones que todo el mundo está extrayendo de la guerra que se libra desde febrero de 2022. Es un conflicto extraño, que mezcla posiciones fijas con trincheras propias de la IGM de hace más de un siglo con la más moderna tecnología de hoy en día. Una de sus rarezas es la ausencia de combate aéreo. Ucrania apenas tiene flota y la patética Rusia, a la que antes me refería, no ha logrado imponer un dominio de los cielos en el país invadido en ningún momento, motivo por el que la aviación de Moscú tampoco opera plenamente. Es una guerra en la que las grandes plataformas, especialmente aviones, barcos y tanques, están fracasando como elementos de combate. Los primeros, ya les comentaba, por inoperancia, y los otros, porque los avances tecnológicos los han convertido en blanco fácil de elementos destructores como los drones, que son la gran revolución de esta contienda. El caso extremo lo hemos visto este domingo. Inteligencia y un dron de 500 euros pueden destruir un bombardero estratégico valorado en cientos de millones de dólares. A escala, la situación con los tanques se reproduce, y el número de unidades destruidas en el frente por parte de Ucrania mediante el empleo de drones es altísimo, hasta convertirlos en figuras esporádicas de un campo de batalla en el que los soldados atacan y repelen en posiciones muy pequeñas, de cinco a ocho unidades, apoyados por fusilería y sus zumbones propios, y el equipo pesado sólo aparece cuando una posición ha sido tomada y el enemigo abatido. En la costa del mar negro, donde Kiev apenas tenía flotilla militar digna de tal nombre, la armada rusa ha sido humillada con el hundimiento de varias de sus naves mediante el uso de drones subacuáticos, que como torpedos teledirigidos han logrado una serie de blancos tan efectivos como disuasorios, de tal manera que los buques rusos se encuentran a resguardo en las zonas más lejanas a las capacidades ucranianas y ese es un frente tenso, pero en el que apenas se registra actividad. Ucrania ha logrado controlarlo. En los ataques aéreos es donde más hemos visto el disparo de uso de drones, en este caso de mayor porte, capaces de desplazarse a una gran distancia y cargar con un explosivo significativo lo que, unido a su velocidad y energía cinética, hace que sean armas muy destructivas. Y baratas. Respecto al empleo de un misil hipersónico, el uso por parte de Rusia de los drones de origen iraní Sahel, que ahora ya se fabrican dentro de la federación, se ha generalizado, permitiendo ráfagas de ataques en los que un par de centenares de estos aparatos se lanzan sobre parte del territorio ucraniano. Aunque algunos puedan ser detenidos, sólo por saturación es imposible que un sistema defensivo sea capaz de pararlos todos, y así Moscú mata y destruye en las ciudades ucranianas de una manera económica y persistente. No son ataques de magnitud devastadora, pero sí actúan con la machacona insistencia capaz de debilitar el aguante y moral de cualquier tipo de persona. Ambos bandos, Ucrania por necesidad, Rusia por respuesta, han aprendido a emplear los drones como arma ofensiva y extraen diariamente lecciones sobre su uso y capacidad. Y cogen ventaja al resto del mundo, que observa y toma nota.

Que unos aparatos de un coste ridículo sean capaces de poner en jaque a plataformas de millones de euros de presupuesto es algo que ha alterado la percepción de los ejércitos de todo el mundo. Ahora mismo parece obvio que las necesidades de inversión en defensa debieran centrarse en artillería masiva y de precisión, munición infinita para ambas y en drones de todo tipo. ¿Son los drones el arma definitiva? Por supuesto que no, y hay contramedidas que los pueden inutilizar, como los bloqueos magnéticos y algunos experimentos que se están publicitando sobre el uso de láseres, pero ahora mismo son una baza obligatoria, un recurso primordial. Y no hay objetivo en el mundo que pueda estar plenamente a salvo de su presencia.

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