¿Cuánto ganas? Esta pregunta es una de las más habituales que los norteamericanos se realizan entre sí y plantean a los que conocen, al muy poco tiempo de entablar una relación. En España, sin embargo, nadie osa a pronunciarla, se considera una muestra de muy mala educación y quien trate de inquirir algo así será visto por los demás como un sujeto bastante despreciable. Siempre he pensado que esto se debe a la envidia que nos corroe a los españoles. No soportamos sospechar que los que nos rodean gana más que nosotros y, tácitamente, no nos lo preguntamos para que, en la duda, uno se pavonee en su interior de ser el más afortunado. Suena a infantilismo del cutre, quizás porque lo sea.
Así, el estudio como el que ha publicado estos días Kiko Llaneras resulta de una enorme utilidad y arroja unos datos demoledores sobre la estructura salarial de nuestro país, poniendo cifras a esa gran duda que no nos cuestionamos y dimensionando los ingresos de los españoles. Anticipo, son bajísimos. En términos brutos, el salario mediano en España es de 24.000 euros anuales, y recordemos que la mediana, que no la media, es el valor que divide entre dos la distribución. Eso significa que una mitad de los españoles gana menos de 24.000 brutos anuales y la otra mitad más. Eso supone que, descontadas las cotizaciones, retenciones y demás, esa cifra se puede traducir en una nómina mensual de unos 1.1150 euros en catorce pagas al año, o 1.330 en doce mensualidades exactas. Este cálculo de la nómina neta ingresada es un poco más aproximado, pero por ahí andará la cosa. La gráfica de la distribución nacional muestra que los 30.000 euros brutos divide la distribución de manera muy precisa. Dos tercios del país ganan menos y un tercio más. Apenas un 5% de los asalariados superan los 60.000 euros brutos anuales, lo que marca el estrato más alto de los ingresos. Por regiones la cosa varía, y como era de esperar Madrid, País Vasco o Navarra tienen las nóminas más altas mientras que Canarias o Extremadura se encuentran entre las regiones de cola, pero las diferencias no son tan abultadas como uno pudiera esperar. En el caso de Madrid si destaca que la presencia de salarios altos es bastante más relevante en el resto de comunidades, pero, en general, la cifra de los 24.000 de mediana resulta relevante. Si uno compara estos ingresos con los niveles de precios con los que nos relacionamos habitualmente, y que han experimentado grandes alzas en los últimos años, podrá deducir que la sensación que embarga a muchos de que no llegan a fin de mes es más que lógica. Especialmente sangrante es comparar esta distribución de salarios con los costes de acceso a la vivienda, tanto en propiedad como en alquiler. Los precios actuales de la cuota mensual para estar arrendado en las ciudades españolas medias y grandes suponen no ya un tijeretazo considerable a los ingresos mensuales sino, prácticamente, su expropiación. Estos niveles de salarios conforman un país de ingresos bajos en comparación con el resto de la UE. Una parte no pequeña de la competitividad de la empresa española en el extranjero es el coste escaso de la mano de obra, que como podemos ver con las cifras resulta palmario. El modelo de bajos salarios ha funcionado durante bastante tiempo pero la necesidad de acceder a las demandas de la clase media ha supuesto que las nóminas de los empleados de muchos sectores hayan subido en los últimos tiempos. Eso no se ha traducido en ganancias salariales completas en ese dato de la mediana porque, por ejemplo, la llegade de inmigrantes de estos últimos años, que copa en gran parte puestos que muchos de los españoles ya no quieren desempeñar, ha presionado a la baja a los salarios de numerosas categorías profesionales, que pesan mucho en el cálculo global (piense usted en todos los temporeros agrarios, empleados fabriles de base, cuidadores de hogar, etc). Más allá de los detalles, la imagen que ofrecen los datos es la de un país pobre en el contexto europeo.
Supongo que el instinto de cada uno al ver esos datos ha sido el de posicionarse en la gráfica, en buscar dónde nos encontramos, y sacar sensaciones de ello. El ejercicio es casi inevitable, y puede llevar a frustraciones y subidones artificiales, y a reflexiones del tipo “estoy mal, pero si me comparo con los murcianos no tanto”. Si quieren saber dónde estoy en el gráfico, les reconozco que por encima de la mediana nacional, pero supero la mediana del País Vasco por muy poco, que está en 30.000, la más alta del país. ¿Eso es, para mi, mucho o poco? Como nos pasa a casi todos, siempre creeré que no lo necesario, y les confieso que en mi entorno soy de los que se encuentra en la escala "baja". Es lo que hay.
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