Este fin de semana que he pasado en Elorrio era el segundo y último de las fiestas locales, fiestas que me da la impresión cada vez congregan a menos gente. Recuerdo cuando era un crío y atravesar la calle del río era un odisea, y el hecho de perderte entre la multitud un temor referencial. Ahora los huecos proliferan por todas partes, y la edad media de los presentes es bajísima, llegando por momentos asentirse uno como en un jardín de infancia. Bueno, cierto es que ellos cada vez salen antes, y que yo sigo escalando peldaños en el árbol de la edad.
La cuestión es que había quedado este Sábado para cenar con un grupo de amigos y allí nos fuimos, al Guria, un local muy famoso en el pueblo. Éramos un total de trece personas, puestos en una mesa alargada con presidencia y dos filas de seis. Detrás nuestro había una mesa más larga con un grupo de señoras y señores de entorno a los cincuenta años, y un poco más allá una mesa circular con unas diez o doce chicas vestidas con cuernos en la cabeza y un atuendo de diablesa con tridente típico de despedida de soltera. Llevé la cámara de fotos y saqué unas cuantas a nuestra tropa, pero se ve que eso hizo cundir al envidia, porque al rato me vino uno de los señores de al mesa de al lado para que les sacara unas fotos a ellos. Yo le comenté que de acuerdo, pero que veía difícil dárselas en algún momento porque no les conocía de nada. Una señora, presta y rápida, se ofreció voluntaria y me dio su dirección de correo electrónico, y con ella en la mano les saqué algunas imágenes. Y no se si por celos o por envidia, pero el efecto imitación es poderoso, y casi al instante las chicas de la despedida empezaron a pedir que a ellas también les sacase algunas fotos, y vuelta nuevamente a pedir una dirección de correo, y a obtenerla, y a sacar más fotos, con lo que mi complejo de fotógrafo de bodas y postines empieza a ser no sólo creciente, sino también razonado. Finalmente, entre foto y foto, conseguí acabar la cena, y me vino nuevamente el señor del primer grupo a agradecerme que les hubiese fotografiado, y que si quería podía enviarme un muestrario de productos cárnicos, que al parecer en eso trabajaba el señor. Yo le dije que no era necesario, y que encima vivía algo lejos de Elorrio (400 kilómetros más o menos).
Nos pusimos a hablar un poco, lo típico para saber de que familia era yo y demás, y resulta que él, que no era de Elorrio, sí le conocía a un tío mío por la implicación que tuvo en la gestión del grupo ciclista local, lo que demuestra que los pueblos pequeños son un pañuelo, y que al final todo el mundo, sea por una causa o por otras, se conoce entre sí. Ya le comenté que sí quería darme algún obsequio se lo remitiera a él, que yo no necesitaba nada. Qué cosas le pueden pasar a uno ya, se ve que pese a no ser famoso siempre me acaba pasando algo, en este caso positivo.
1 comentario:
¡¡¡ Yo quiero ver esas fotos !!!
Al menos las de la despedida :-PPPPPPPPP
Saludos
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