Ayer hubo un fuerte terremoto en Indonesia, pero casi imperceptible frente a la sacudida producida en el PNV con el anuncio de la marcha de su actual presidente, José Jon Imaz. Y no sólo el PNV. Todos los partidos políticos estaban ayer entre asombrados y preocupados por la marcha de un dirigente moderado, en abierta pugna por el control del partido frente a un grupo más radical, encabezado por Joseba Egibar y el ínclito Ibarretexe, con el paraguas inevitable de Arzallus de fondo. Resulta deprimente que en esta batalla sean las huestes de Imaz las que toquen a retirada, pero se vuelve a cumplir eso de que en caso de revuelta simpre ganan los más radicales.
A mi al noticia me cogió de golpe y sorpresa total. No me la esperaba para nada, y menos que, ajunto con la retirada de su candidatura a la presidencia del PNV, Imaz anunciase su abandono completo de la política. Y al verdad es que visto lo visto me parece bastante coherente lo que ha hecho. Pese a que la historia viene de lejos, se puede decir que la batalla pública entre los sectores nacionalistas empezó el 15 de Julio, con la publicación del ya famoso artículo “No imponer, no impedir”. En el Imaz apoyaba la celebración de una consulta a los vascos y vascas (Ibarretxe dixit) pero teniendo muy claro que lo primero es acabar con ETA, destruir su entramado y conseguir que la libertad no esté sólo al alcance de unos pocos , como ahora. Era un paso firme en la senda de aparcar las reivindicaciones nacionalistas en aras de lograr la unidad frente al terror, no olvidemos que de origen nacionalista. Este artículo provocó un revuelo enorme en el País Vasco, y críticas de los sectores nacionalistas más duros, curiosamente no salidas en un principio del PNV, sino de Eusko Alkartasuna y de Ezker Batua (IU en el País Vasco), actuales socios de gobierno del PNV, auténticos vividores del presupuesto público y ejercitantes profesionales en el ejercicio de un papel de “aprovechao” de la coyuntura bastante cínico y deleznable. Ibarretexe, firme e iluminado promotor de su fantasiosa consulta, en ausencia de violencia en un principio, pero ahora con ella para así amedrentar a los contrarios, salió respondón, y mantuvo sus ideas soberanistas frente a la postura más pragmática de Imaz. Y luego habló el patriarca Arzalluz, en una entrevista en El País en la que mostraba su profunda discrepancia con la actual línea del PNV. En fin, que todo eran golpes contra la línea Imaz. El único que ha salido públicamente ha defender su postura ha sido Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao, pero que al parecer no cuenta con mucho peso en el partido. El resto, o se han callado o no han dicho nada relevante.
Y yo, ¿Qué opino de todo esto? Bueno, como atacante profesional del PNV y de, como mínimo, todo partido nacionalista, me da pena que se vaya alguien como Imaz, con el que mantengo diferencias ideológica de fondo, pero que posee un talante (sobada palabra, pero cierta en este caso) y un criterio de modernidad en el discurso y la estética poco habituales en la política no sólo vasca, sino en el conjunto de España. Curiosamente es uno de los pocos políticos a los que he elogiado desde esta improvisada tribuna, y en su marcha muestra un rasgo de coherencia frente a las fuerzas que se le oponen que le dignifica aún más. El péndulo patriótico del PNV apunta al radicalismo. Saldremos perdiendo con el cambio, no lo duden.
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