Me encanta leer la prensa. De ella se pueden extraer, todos los días, agudas reflexiones y juicios con criterio sobre numerosos temas, trascendentes o no. Sin embargo, a veces incluye un catálogo de soponcios o tonterías difícilmente imaginables en otro medio escrito sometido a una revisión más exhaustiva. Este pasado Domingo, el periódico El País incluía dos artículos que me han dejado alucinado, tanto por alguna de las estupideces que en ellos se mencionan, no achacables en este caso al periódico, como por el claro aire dictatorial que esconden esas citadas expresiones.
El primer artículo, no tanto por orden de gravedad sino de aparición, venía dedicado a la ya famosa asignatura de educación para la ciudadanía. En él se analizaba el contenido de algunos de los manuales editados por distintas empresas, y no voy a hablar aquí del tema del sexo y la familia, sino de algo aún más sencillo. El manual de la editorial octaedro señala, en su apartado de cine, que “ver una película europea responde a “una concepción plural y diversa" de la cultura, pero ver una película americana se engloba en su "concepción restrictiva y homogeneizadora”. Menuda sandez. Resulta que ahora tenemos que ir a ver las películas según su origen de procedencia, y si están hecha en X son buenas y si son de Y son malísimas. La verdad es que Barrio Sésamo tenía un nivel de razonamiento más elevado y coherente que esta editorial escolar. Hay películas decentes, comprometidas, divertidas en todos los países, y bodrios infumables, apestosos y lamentables de, igualmente, todas las nacionalidades, pero por favor, mirar las etiquetas del “Made in” parta catalogar una película es caer en un sectarismo absurdo. Desde luego yo no dejaría que mis hijos estudiasen eso. Les llevaría a ver buen cine, americano y europeo (y chino, coreano y de otros países muy interesantes) y que luego vean lo que les de la gana, que para eso son libres. En el otro artículo, en la entrevista de la contraportada a un dirigente de las juventudes socialistas, el chico de 25 años se luce con declaraciones como, según redacta Karmentxu Marin “le gustan los cantautores, como buen joven socialista". Vaya, otra sorpresa, porque pensaba yo, dentro de mi ingenuidad, que los gustos musicales de uno eran asunto de uno mismo, pero parece que en este caso es el PSOE (seguro que alguno del PP opina lo miso con otro estilo) el que impone las aficiones y cataloga como “buen joven socialista” a la gente, y da y quita carnes de validez moral a las personas. ¿Está un socialista obligado a disfrutar de los cantautores? Y si no le gustan ¿será condenado al ostracismo? ¿a un gulag moderno?. El chico no responde.
Y esto no lo dice un dictador bananero como Chávez, no, lo dice un joven español de 25 años, educado en democracia (???) y que no ve extraño el imponer corrientes, gustos y aficiones a sus seguidores. Creo que lo que sucede en el fondo es que esta editorial, y este chico (quién sabe qué textos habrá estudiado en la escuela) odian la libertad, no soportan que las personas escojan sus ideas, gustos, aficiones y apetencias según les venga en gana, y les encantaría vivir en una sociedad amordazada, aborregada y que solamente siguiera dictadores emanados por el poder, que detentarían ellos, claro está. Y lo peor es que entre nosotros, sin ir a países lejanos, hay mucha gente así, enemigos de la libertad individual y amantes del adoctrinamiento y del control. No me digan que no es triste.
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