Este año los premios Nóbel, relevantes a más no poder, lo han sido aún más si cabe. Se puede decir que se han dado prestigio a sí mismos al galardonar a figuras merecidas, y en el caso de los no técnicos, literatura y paz, se ha tratado de premiar a la libertad en su conjunto, y a dos profesionales que viven y trabajan, entre otras muchas cosas, en defensa de la libertad y denunciando a los que la coartan y restringen. Mario Vargas Llosa, excelente escritor e intelectual, es el mejor ejemplo en ese aspecto de autor comprometido con la libertad.
Si con el premio a Vargas Llosa no hubo discusión alguna, tampoco se dio el caso con el de la paz, pese a ser un hombre mucho más desconocido por estos lares. Liu Xiaobo, activista chino premiado, tiene el clónico aspecto que presentan todos los chinos a nuestros ojos, y su historia es otro calco de la de muchos que, en otras partes del mundo y otras épocas, se han posicionado en frente a las dictaduras que dirigen sus países. Xiaobo está condenado a diez años de cárcel en china por firmar un manifiesto, la llamada carta 08, que pide libertad de expresión y reformas democráticas para su país, sometido como todo el mundo sabe (aunque prefiera olvidar) a una férrea dictadura de partido único, comunista en este caso. Xiaobo sólo ha cumplido el primer año de prisión y no es de esperar que las autoridades chinas le rebajen la condena por buen comportamiento ni que le den algo parecido al tercer grado español, por lo que no podrá acudir a recoger su premio en Noruega. Su esposa, que si no me lo dicen que lo es seguiría sin saber si es hombre o mujer, que fue a visitarle a la cárcel para darle la noticia, ha sido sometida a arresto domiciliario, y todos hemos visto por televisión esas imágenes de los periodistas tratando de grabar en los alrededores de su casa, o en la prisión donde encierran a Xiaobo, y a un grupo de funcionarios del gobierno y policías, cuya única función es la de impedir el trabajo de los periodistas, con buenas o malas formas, pero con unas maneras muy claras de expresar eso de “quién manda aquí”. Este premio ha vuelto a poner sobre el tapete la ausencia total de derechos civiles en China, su régimen dictatorial y la opresión con al que vive el día a día la población de ese inmenso país. El que las televisiones chinas controladas por el gobierno, todas, por su puesto, cortaran la señal cuando se supo de la concesión del premio al disidente Xiaobo y que ni en la prensa ni en ningún otro medio interno se hicieran eco de la noticia muestra hasta que punto la manipulación y el control de la población china es total. En el fondo el gobierno chino, con su pompa, poder y solemnidad oriental, no se distingue demasiado de la corte chusca y cutre que tan bien reflejó Vargas Llosa en su novela de “La fiesta del Chivo” centrada en el dictador Trujillo y en una República Dominicana sometida a sus designios y deseos. En todos lados las dictaduras son similares, buscan sólo la opresión de la población del país para garantizar la mejor vida posible a una casta parasitaria dirigente. En algunos casos exprimen más, en otros menos, pero en todos coartan, detienen, oprimen y amordazan a la libertad. Es cuestión de grados y maneras, pero China hoy, España con Franco o Dominicana con Trujillo son sólo variantes de la misma, triste y patética, historia.
Y por cierto, hay que reconocer a la academia del Nóbel el valor que no tuvo nadie, por atreverse a molestar a la poderosa China, ese país que quiere ser el líder del mundo y que poco a poco lo va consiguiendo. El premio se conoció a las 13 horas del Viernes 8, y hasta las 17:30 no salió la Casa Blanca a pedir la liberación de Xiaobo, después de que la cobarde Unión Europea no hubiese dicho nada. España y otros países la pidieron, con la boca muy pequeña, el Sábado. Es lo que tiene el poder oscuro que despliega Pekín y su chequera, que no sólo compra deuda, sino también voluntades y conciencias. Viva Liu Xiaobo!!!!!
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