Si no me equivoco hoy, dentro de una hora y cinco minutos, el INE publicará la EPA del tercer trimestre del año, y salvo gran sorpresa, tendremos otro montón de personas que se suman a la ya larga lista de parados en España. Casi todas las cifras en economía son frías. Tasas de variación, estimaciones de valores, flujos o stock, pero las del desempleo son distintas. Cada una de ellas es un ser humano con sus vicisitudes, problemas, angustias y esperanzas. Millones de parados son millones de problemas. ¿Cómo afrontarlo?
Creo que la solución del desempleo pasa mucho más por lo que pueda hacer cada uno con y en beneficio de su propia vida que por las medidas que adopten los gobiernos, que pueden ayudar, o entorpecer, pero no son bálsamos milagrosos. Ayer en el telediario de la noche de TVE salió un reportaje, que no enlazo porque no logro encontrarlo en la web, en el que se relataba cómo se habían disparado las matriculaciones de personas mayores en la Universidad, y no sólo en la UNED, que también, sino en las presenciales de toda la vida. En su mayor parte son personas que provienen del desempleo, al que llegaron en algunos casos tras pocos años de trabajo fruto del boom inmobiliario o tras una larga carrera laboral que se ha truncado sin remedio por culpa de la crisis. El reportaje se centraba en uno de estos últimos casos, un señor de más de cincuenta años, que con sus libros y apuntes paseaba por los pasillos de la Facultad, de Economía en este caso, más con aspecto de profesor que de alumno. Relataba cómo se sentía allí, en una extraña situación en la que se había convertido en el padre de la clase, un consejero bis para algunas cosas, pero que con ilusión y esfuerzo trataba de estudiar igual que el resto de sus compañeros. Tras años de lógica ausencia del mundo escolar para ese señor ponerse delante de unos apuntes, tomarlos mismamente, debe ser un ejercicio de una dureza inmensa, tanto intelectual como personal, por lo que puede suponer de cierta vergüenza ante los ojos de sus compañeros, unos niños para él, y la imagen que tengan los amigos de su entorno, algunos de los cuales sin duda mirará con recelo la actitud de su compañero. Sin embargo ese hombre está haciendo lo que puede, lo que debe, en esta situación. Quizás vió que su sector ya no volverá a ser lo que fue, que allí no encontrará trabajo, y ha decidido remangarse, forzarse, sacrificarse, palabras que no están de moda, que suenan a viejo y carca, pero que son la vía necesaria para salir de este agujero. Se decía nervioso ante los exámenes, y eso que a lo largo de su vida habrá pasado muchos exámenes, en algún caso cada día, pero se le veía con una ilusión y ganas que eran admirables. Desde mi sofá, mi comodidad, y el miedo que me da el saber que no disfruto de un puesto de trabajo seguro y que algún día me veré en la situación del desempleo, estaba admirado por el ejemplo de este señor. “Necesitamos más gente así” me decía a mi mismo en alto, “este país necesita mucha más gente así”…
Le preguntaron finalmente qué perspectivas de trabajo veía una vez que sacase el título, y contesto el hombre que había decidido, en compañía de otro alumno y una tercera persona, arriesgarse y lanzar un negocio propio, que no especificó cual sería. Ostras, encima valiente y atrevido, porque eso de ser emprendedor exige las tres Vs, valor, voluntad y “vuevos”, y en España todas con V mayúscula, porque todo son trabas y mcuhos te miran como si estuvieras enfermo. Este hombre, y otros como él, sacarán al país del pozo, bajarán los datos de la EPA y crearán una sociedad mejor, más rica, próspera y trabajadora. Ese es el camino, y no otro.
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