El powerpoint es un programa de Microsoft destinado a crear presentaciones visuales que sirvan de apoyo gráfico en conferencias, charlas y exhibiciones públicas. Se ha comido a las transparencias, su antecesor, y hoy en día es imposible no ver sus resultados en casi ningún entorno de trabajo o de estudio. Sin embargo ¿Se usa bien¿ Se abusa de él? Algunas de estas preguntas son contestadas, de manera muy polémica, por un libro que acaba de publicarse, y que afirma que las ventanitas y las presentaciones nos están volviendo estúpidos. ¿Es una exageración o no?
Lo cierto es que el powerpoint es la herramienta ideal en un mundo como este, basado en el efecto y el poder absoluto, dictatorial, de la imagen. Lo que no se ve no existe, y se ve es verdad, aunque no sea real. En el último cambio de gobierno, sin ir más lejos, se ha dicho que se requiere una nueva comunicación, una forma de hacer ver el trabajo que se está haciendo. Muchos no entran en el fondo de las políticas, sino en cómo las presentamos, cómo hacemos que la gente las vea y las crea, cómo, perdón por este horrible palabro, powerpointeamos la realidad. Así mismo se ven muchas presentaciones en las que el auditorio asiste impertérrito a una pantalla en la que el programa muestra unos gráficos, flujos y movimientos de cajas espectaculares, de gran complejidad, y que a mi siempre me han hecho olvidarme de lo que estaba contando el conferenciante y pensar en el pobre becario que ha estado varias horas realizando esa labor de composición. En el otro extremo están los que llenan la pantalla de párrafos y más párrafos de texto y su conferencia se limita a ser una lectura literal de esos textos. En ambos casos el presentador de la ponencia está fracasando, mostrando que no sabe hace una exposición pública, y ambos dos se enfrentarían al terror absoluto si se va la fuerza y el ordenador se apaga. ¿Cómo vendería su producto el enganchado a la magia de los flujos visuales si la pantalla no se enciende? ¿Y cómo sería capaz de contar algo el mero lector de textos con esa misma pantalla en blanco? Estos y otros casos muestran que en demasiadas ocasiones lo que se nos presenta en la pantalla ni es de apoyo ni útil, sino un mero artificio para captar la audiencia. Muchos conferenciantes no saben hablar, expresarse ni desarrollar el tema propuesto, y se valen del ordenador para cubrir sus carencias. Además, el poder de lo visual se muestra en la absoluta creencia, la fe ciega que ponemos en lo que vemos en la pantalla, como si todo fuese verdad absoluta. Al igual que el papel lo aguanta todo el powerpoint también, y si allí se dice que una guerra se gana en tres semanas en medio de unos tanques animados en flash que disparan flechas rojas sobre óvalos que representan enemigos, pues perfecto. Que eso sea fruto de un calentón mañanero y que quién lo esté contando sea un trajeado consultor que no tiene ni idea de lo que sucede en el campo de batalla da igual. El mensaje es la verdad, la imagen es la realidad y el powerpoint es la piedra sagrada en la que se escriben los mandamientos de hoy en día, y que como tal puede ser arrojada sobre los incrédulos que se pregunten si esos dibujos tan monos realmente sirven para algo.
El otro punto que comenta el libro, sobre si todo esto nos idiotiza, tiene su parte de razón. En un mundo cada vez más complejo y difícil de entender y explicar, vivimos cada vez más acostumbrados a pulsar botones y que las cosas sucedan, enmascarando así bajo actos muy sencillos procesos muy complejos que no entendemos, y creemos que la realidad a nuestro alrededor puede ser manipulada de una manera igualmente mecánica, cosa que obviamente no es cierta, y los dibujos del powerponit, como el retoque del photoshop y otras herramientas, no pueden hacer caer en esa falacia. En definitiva, un libro y unas ideas que dejarán indiferentes a muy pocos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario