Bandas, desfiles, agasajos sin fin…. La imagen que ofreció ayer la recepción que dispensó Obama al presidente chino Hu Jintao era propia de las ocasiones excepcionales. El trato recibido por el mandatario chino es excepcional, como se han encargado de destacar todos los medios de comunicación que nos lo han contado, y es que esta reunión es excepcional en sí misma. Se la compara con la mantenida entre Mao y Nixon en los años setenta, pero en mi opinión es más importante. Y el contexto no tiene nada que ver entre aquel momento y el presente.
Lo que ayer vimos fue la puesta de largo ante la opinión pública del nuevo mundo bipolar. Tras veinte años de hegemonía norteamericana, vuelve a haber dos superpotencias. El tándem EEUU – URSS, que monopolizó la gobernanza del mundo durante la segunda mitad del siglo veinte ha sido sustituido por el dúo EEUU – China. Si aquel sabemos como acabó de este no tenemos claro ni como comienza. Los intereses económicos cruzados entre ambas naciones son tan intensos y peligrosos para ambas que les obligan a establecer una cierta cooperación para garantizar su supervivencia mutua. Ver las cifras de deuda norteamericana que están en manso chinas, comprobar el peso de los dólares en las reservas de Pekín o contabilizar los flujos comerciales en los que EEUU compra de todo a China le recuerda a uno a aquellas cuentas sobre los misiles balísticos que aparecían en los periódicos en los ochenta. Cada bando enseñaba los dientes y amenazaba, pero todos sabíamos en nuestro interior que, salvo la acción de un pirado o un terrible error, era imposible que ese arsenal se pusiera en marcha. Algo parecido sucede hoy. Las presiones a China para que devalúe su moneda y deje de inundar los mercados mundiales chocan con el uso que haga el gobierno chino de su acaparación de divisas y de títulos de deuda. Así, parece que se pretende alcanzar un equilibrio de compromiso entre ambos países antes que permita ir tirando. Pero no nos engañemos. Los roces entre los dos irán en aumento a medida que China empiece a ejercer su papel de superpotencia, que lo hará, como todo el que ha podido lo ha hecho. Su gigantesco crecimiento anual, del 10% en 2010, se va a ir traduciendo en influencia exterior, exportación cultural y presencia dominante en los foros internacionales. Es cierto que en lo militar EEUU conserva aún una ventaja decisiva sobre China, y actualmente sigue siendo un ejército sin parangón en el mundo, pero los chinos poco a poco invierten cada vez más en armamento sofisticado, tecnología espacial y otros sectores donde pretenden disputar la supremacía a los norteamericanos. De cómo se desarrolle esta carrera y de qué decisiones tomen estos dos actores dependerá en gran parte el destino de muchos conflictos mundiales (Palestina, Irán, las dos Coreas, Afganistán, etc) y de cómo nos vaya a los países pequeños, que antes éramos espectadores del choque Este – Oeste y ahora veremos el partido Occidente – Oriente desde la misma y perdida grada.
Un detalle colateral del recibimiento de ayer es que las comparaciones son odiosas. Frente al despliegue que vimos ante el presidente chino contrasta cruelmente el desprecio, olvido, o lo que prefieran, con la que Obama ha tratado en los últimos tiempos a la Unión Europea. Cancelación de la cumbre que iba a ser en Madrid, paso de trámite en la cumbre de la OTAN en Lisboa y una breve reunión de cortesía para calmar las ansias europeas de hacerse una foto con Obama… en fin. Europa poco a poco ve como el centro del mundo se aleja de ella, y corremos el riesgo de dejar de ser el ombligo del mundo para convertirnos en un simple lunar.
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