Poco a poco la realidad se impone. Esta crisis, que se nos vendió como breve y que nos pillaría de refilón va a conseguir sumirnos en el caos más absoluto. Si hace uno o dos años había algunos ensayistas que alertaban que España podía encaminarse a lo que se llamaba “la década perdida” en recuerdo de lo sucedido en Japón en los noventa casi todo el mundo los tomaba por cenizos, ilusos o simplemente mentirosos. Pues bien, ese maldito pronóstico amenaza con ser la descripción de lo que nos queda de década. Salvo que cambiemos mucho.
Esta semana ha eclosionado el problema de las Comunidades Autónomas. Se ha instalado el debate sobre cómo repensamos el modelo autonómico, con voces que van desde un aumento de la coordinación (eso que no existe) hasta una recentralización (algo inviable por nuestros propios medios) pasando por los que dicen que no hace falta tocar nada. La voz de alerta la ha dado el nuevo gobierno de la Generalitat Catalana, que al abrir los libros se ha encontrado con un panorama muy griego, sólo que las ruinas no eran arqueológicas sino financieras. Cataluña no tiene liquidez para pagar sueldos de funcionarios más allá de Marzo, según se ha dicho. El gobierno central ya ha dicho que las comunidades no pueden endeudarse más y Mas, el presidente catalán, ha montado en cólera y habla de punto de no retorno en las relaciones Cataluña España. Sentado desde mi silla no puedo más que sentirme perplejo ante todo esto. Vamos a ser serios y a decir algunas cosas más o menos claras. Tanto la Administración Central como las Autonómicas y las Locales están bordeando la quiebra de manera peligrosa. Su financiación se encarece a marchas forzadas y no son capaces de generar nuevos recursos. El punto de no retorno se lo marcó Europa a España en Mayo de 2010, y desde entonces el que un Ministerio haga algo o no, o que una Comunidad se endeude o no puede seguir pareciendo una decisión autónoma de dicho organismo, pero no es así. Mas puede ponerse como quiera, y no me extraña que esté enfadado viendo la herencia nefasta que le ha dejado Montilla, que no asumirá responsabilidad alguna, por supuesto, pero lo que pueda endeudarse Cataluña o no lo va a decidir Alemania. Pese a ello, el gobierno central y el del resto de comunidades siguen haciendo como que ni oyen ni ven lo que se les viene encima. Y el tiempo sigue corriendo, inexorable. Me produce mucho enojo y vergüenza comprobar como algo que estaba anunciado desde hace tiempo se va a cumplir después de que se hayan perdido numerosas oportunidades, sino para enderezar el rumbo, si para amortiguar el golpe. El futuro del estado autonómico no va a depender de lo que diga tal o cual artículo de la constitución o de las ansias más o menos nacionalistas de unos o de otros, no. Esos son juegos florales que eran posibles cuando había recursos. Se acabó. La fiesta terminó y las autonomías existirán o no si son capaces de cubrir sus costes. Sino, tendrán que cerrar, aunque inventen sucedáneos para disimular lo que no es sino una quiebra. Y eso implicará dejar de prestar servicios a los ciudadanos, que no son tontos y ya se huelen, olemos, que esto va mal.
Algo parecido a lo de las autonomías sucede con las cajas de ahorros (y los bancos, pese a que no se diga) Siguen haciendo trampas y presentando resultados que son falsos, porque los pisos valen la mitad de lo que dicen o menos. Ahora se van a intervenir, según parece, para recapitalizar, es decir, lo que se hizo en Irlanda y otros países hace ya dos años, aportando dinero público para su saneamiento, cosa que aquí no era necesaria porque no teníamos problemas de esos….. No se que les parece, pero esto es el cuento de nunca acabar, y en esta versión al final no habrá ni boda real ni perdices al horno.
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