Quizás la noticia más comentada
de esta semana es la afirmación realizada por Jeff
Bezos, dueño de Amazon, ese inmenso almacén de internet, de que pretende
sustituir los repartidores de sus envíos por drones en un plazo de pocos años,
de tal manera que los envíos saldrían volando de los almacenes y llegarían
hasta nuestras casas sin que mensajeros, vehículos ni demás habituales miembros
de la cadena logística intervinieran. La mera idea de pensar en algo así ha
revolucionado la red y la imaginación de muchos, pensando ya en escuadrillas de
multicópteros zumbando por las ciudades cargados de paquetes. Una imagen
futurista.
Quizás a muchos de ustedes el
término drone les suene extraño, ajeno, pero no debiera. De primeras es
interesante observar que, pese a ser un término anglosajón, el Word no lo marca
como erróneo en castellano, por lo que puede decirse que esos aparatos ya han
conquistado su ordenador personal. Y en breve puede que lo hagan con su vida.
Drone es una palabra inglesa que significa zángano, refiriéndose a uno de los
tipos de abejas de colmena, y en el caso de la tecnología hace referencia a
todo tipo de vehículo volador no tripulado. Quizás se pregunte si esto tiene
que ver con el aeromodelismo de toda la vida, y la respuesta es que algo de eso
hay, pero no. Los viejos aviones y helicópteros de control remoto se manejaban
por radio por parte del “piloto” y aterrizaban y despegaban, y hacían todo tipo
de maniobras, sí, pero siempre bajo la atenta observación de la persona que
manejaba el radiocontrol. El drone, tal y como se entiende hoy en día, es en
esencia un ordenador con alas o hélices, capaz de cargar programas de trabajo,
y que utiliza el sistema GPS para evolucionar de manera autónoma. Así, yo puedo
programar a uno de estos cacharros para que, por ejemplo, efectúe bucles y
piruetas en torno a una farola, y lo hace con una precisión asombrosa, o le
puedo introducir unas coordenadas en el GPS del punto de destino y, tras
despegar, me olvido de él porque volará hasta allí. Por eso no tiene mucho que
ver con las experiencias de vuelo de radiocontrol del pasado. Los hay enanos,
del tamaño de un smartphone, y muy grandes, como avionetas, siendo estos últimos
los más conocidos por el gran público porque se han utilizado como arma de
guerra, sobre todo por EEUU, en Afganistán y Pakistán. De hecho los drones son
los principales instrumentos de ataque con los que cuenta en la actualidad el
gobierno de Obama en esa zona. Precisos, certeros y limpios, en teoría, claro,
permiten eliminar blancos concretos y a personas seleccionadas desde un puesto
de control sito, digamos, junto a las bellas playas de Florida, sin tener que
mandar tropas al terreno ni arriesgarse a sufrir bajas. Y todo ello por un
coste económico muy inferior al de una misión militar convencional. Pero si,
como suele ser habitual, es en el ejército donde se ensayan las nuevas tecnologías,
es su aplicación a la vida civil lo que las permite despuntar y ofrecer toda su
potencialidad, que es mucha. Ya hay proyectos de utilización de drones para el
control de cosechas y bosques, que permitan detectar, por ejemplo, incendios
forestales en un estadio muy temprano para actuar lo antes posible, o enjambres
que se sitúen sobre las carreteras de entrada y salida de una ciudad en hora
punta y ofrezcan información detallada sobre cómo se encuentra el tráfico, de
manera precisa y mucho más certera que con las cámaras fijas que ahora tenemos,
o el uso para el que los quiere destinar Bezos, como sistemas de entrega de
objetos, paquetes y demás. Quizás en pocos años si estoy de vacaciones en la
costa y me he dejado algo en casa pueda decirle a mi madre que me lo mande por
drone y me ahorro tiempo y dinero….
Evidentemente esto puede ser el futuro, pero a día
de hoy las cosas están muy verdes. Los drones pequeños, dotados de cuatro o más
hélices, no aguantan bien la lluvia ni otras inclemencias, no hay zonas de
aterrizaje en las casas ni el GPS ofrece precisión como para atinar en la
ventana, las normativas de aviación son muy estrictas y no está nada claro cómo
se podría gestionar la existencia de miles de pequeños “bichos” sobre nuestras
cabezas en un entorno urbano.. En todo caso, quédense con el concepto, la
palabra y la idea, porque los drones han venido para quedarse, y darán mucho de
que hablar en el futuro.
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