viernes, diciembre 13, 2013

¿Se debe entrevistar a Miguel Ricart?


Hace ya un par de semanas que, en cumplimiento de la resolución del Tribunal de Estrasburgo que anulaba la doctrina Parot, fue liberado Miguel Ricart, único juzgado y condenado por el asesinato de las tres niñas de Alcasser, cometido en 1992. A su salida, decenas de periodistas aguardaban expectantes a la búsqueda de unas declaraciones que no tuvieron lugar. Ricart se subió en un coche y desapareció, y a los pocos días se supo que estaba en Madrid, protegido por una productora televisiva, que supuestamente le había traído a la capital para ser entrevistado en un programa de máxima audiencia.

El mismo día que salió de la cárcel lancé un “tuit” en el que me preguntaba, de forma mordaz, por cuánto pasaría hasta que Ricart fuera entrevistado en televisión, cuánto cobraría y cuantos millones de espectadores lo verían. El debate sobre la necesidad de entrevistar o no a Ricart surgió desde el minuto uno de su puesta en libertad, y yo, partidario de que eso no tuviera lugar, he abogado ante unos y otros criticando la infamia de que esa aparición pública tuviese lugar. Sin embargo, aunque no he cambiado de postura, reconozco que enfoqué mal el problema en un principio, y debo reconocer que quien me ha revelado el error que cometí fue Carlos Alsina, el presentador de la Brújula de Onda Cero, en un debate que tuvo lugar en esa emisora hace unos días sobre este asunto. Y es que el problema está en lo que llamamos entrevista y aparición televisiva. Los medios de comunicación, invadidos por la basura, se han convertido en parte en un vertedero donde son arrojados subproductos de nula catadura moral, que tienen éxito mediático, y que emponzoñan todo lo que tocan, empezando por el concepto del periodismo. Todos suponemos que si Ricart va a la tele lo hará en un formato tipo “Miérdame” o similar, en el que la zafiedad, la obscenidad y la cutrez van a ser las reinas de la sesión, todo ello aderezado con un sentimentalismo repulsivo y millones de euros a repartirse entre las productoras, presentadores, colaboradores y el invitado. Un espectáculo infame y nauseabundo, indigno, que por otra parte no difiere demasiado de la mierda que, día sí y día también emiten en ese programa y otros por el estilo, y que son seguidos por pasión por millones de personas, en uno de los actos de estupidez colectiva más inmensos y deprimentes de los que se producen cada día en este país. Eso no es periodismo, eso no es información, y la presencia de Ricart o de cualquier otro sujeto en un programa similar debiera ser despreciada sin excusa alguna. Pero bajo ciertas condiciones Ricart sí puede salir en televisión. En una entrevista de verdad, hecha por un profesional, no un adulador que permita a Ricart redimirse, sino un entrevistador que trate de enfrentar al asesino contra los actos que ha cometido, y sin que el entrevistado cobre un euro por ello. En resumen, una acción periodística de las de toda la vida, de esas que ya no se producen, porque la basura las ha sepultado, o relegado a horarios en las que nadie las ve. De hecho la prensa realiza entrevistas a personajes tan repulsivos como Ricart. Sin ir más lejos el infame dictador sirio Bashar Al Assad ha sido entrevistado este año por numerosos medios occidentales. ¿Se debe renunciar a esas entrevistas dados los atroces crímenes que comete Assad cada día? No, lo que no se puede hacer por parte de los medios es prestarse a servir de coartada para la justificación del régimen del tirano de Damasco, ni para servir de altavoz de asesinos de niñas. Por ello, en condiciones adecuadas, y con la profesionalidad por delante, la entrevista de Ricart tendría su lógica. Sería en todo caso un asunto complejo y debiera estar en manos de profesionales serios y muy experimentados para evitar riesgos de manipulación o de uso interesado de las declaraciones.

Recordemos que, con motivo del desgraciado asesinato de Alcasser, los medios de la época realizaron coberturas especiales en las que se franqueó una línea de respecto e integridad que, en general, no ha vuelto a ser reconstruida desde entonces. A muchos escandalizó, con razón, la cobertura que varias cadenas y profesionales hicieron de aquellos sucesos, pero no fue sino el principio que nos ha llevado a la ración diaria de basura televisiva que, día a día, se cuela en nuestras casas, y que deja aquellas coberturas tan recordadas convertidas en cuentos de monjas ursulinas. Una gran noticia es muy peligrosa si no se trata con cuidado. Ricart ahora mismo es una bomba mediática con mucho peligro para quien se acerque a él.

2 comentarios:

Fernando dijo...

No soy capaz de distinguir en qué caso la entrevista sería correcta y en cuál no, David. Lo único cierto es que aunque se hiciera con buena fe, sin cobrar, la gente la veríamos buscando basura, morbo, a ver si cuenta exactamente lo que hicieron esas noche. Creo que eso no tiene salvación posible.

David Azcárate dijo...

Es un asunto delicado y vidrioso como pocos. Desde luego es mejor que no se produzca nunca si no hay las absolutas garantías de que va a llevarse a cabo con profesionalidad y rigor con el que debe realizarse. Lo demás puede ser, como bien señalas, puro morbo y estiércol televisivo. Gracias.