martes, diciembre 10, 2013

El vodevil de la Agencia Tributaria


Hacienda somos todos. Estas tres palabras, míticas, son en mi opinión, la mejor definición de lo que es una sociedad moderna. Diferentes cada uno de nosotros, en nuestros gustos, aptitudes, ideas, tendencias, creencias, rentas, pero obligados a confesarnos ante la Hacienda Pública y contribuir al sostenimiento de todo este tinglado que hemos fabricado para que esté a nuestro servicio, aunque casi siempre parezca que es justo al contrario. Decir estas palabras y la gente cambia de aspecto, frunce el ceño, maldice, se ríe amarga y sardónicamente, y empieza a lanzar improperios contra Hacienda, los que se la saltan y todo el mundo en general.

Hacer que esa frase sea cierta cuesta horrores, en medios, profesionales y trabajo de todos los implicados. Y hacer que parezca cierta es aún más difícil. Día tras día descubrimos noticias en las que resulta evidente que hay trampas y agujeros legales que permiten eludir, que no evadir, el cumplimiento con Hacienda. Sociedades pantalla, domiciliaciones fiscales en terceros países, facturaciones cruzadas, régimen de módulos… el asalariado, como es mi caso, y pudiera ser el de alguno de mis queridos lectores, tiene la sensación de ser el pagano del sistema, el que realmente carga con el coste de la sociedad y el que no tiene opción alguna de dejar de pagar nunca. Por ello la seriedad y la profesionalidad de la Agencia Tributaria, que es el nombre moderno que se le ha dado a Hacienda para que no parezca lo que es, son características que deben mantenerse a toda costa. Si a la sensación de engañado que nos domina se suma la de estafado, el cabreo es monumental. Por eso toda la polémica que estos días rodea a la Agencia, sus nombramientos, ceses y demás movimiento de ejecutivos, suponen como mínimo un riesgo de cara a mantener la imagen de seriedad e independencia. Tras la llegada del PP al gobierno se sucedieron cambios en el organigrama director de esta entidad y de otras que conforman la Administración, en los puestos en los que la designación tiene carácter potestativo del gobierno, y es normal que esto suceda. Pasó con los gobiernos anteriores y sucederá con los futuros. El problema es que en la Agencia se lleva asistiendo desde hace meses a un rosario de ceses y dimisiones en cargos de naturaleza muy técnica, de un alto grado de especialización y responsabilidad, ocupados por altos funcionarios del estado, que llevan mucho tiempo desempeñando esas responsabilidades. Mover las piezas directivas de una entidad suele ocasionar roces y movimientos en los planos inferiores, y eso hasta cierto punto es habitual, pero el rosario de bajas que llegan de la Agencia hace mucho tiempo que excede lo que podría considerarse como lógico, y más, como antes comentaba, tratándose de un organismo especialmente sensible. Muy sensible. Toda la polémica salió a la luz a cuenta del expediente que tiene abierto Hacienda sobre PEMEX, multinacional petrolera mejicana, y el cese de una inspectora que, al parecer, se oponía al recurso presentado por la petrolera contra una sanción impuesta por la Agencia. A partir de ahí no hay día en el que un directivo, funcionario, inspector, responsable o alto cargo de la entidad deje su puesto, abandone, sea relevado o cesado. Y la sensación de que existe un cierto descontrol en la entidad, o aún pero, que se quisiera otorgar a la misma un sesgo o un control determinado, empieza a calar en parte de la opinión pública. Y esto es grave. Muy grave. Declaraciones en plan jocoso como las realizadas por el Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, durante los corrillos con los periodistas del día de la Constitución, sobre la existencia de muchos socialistas en la Agencia no contribuyen precisamente a tranquilizar a nadie, sino más bien todo lo contrario.

En fin, en este asunto hay que ponerse serios. Y el primero el gobierno. Debe explicar con el mayor detalle y justificación posible todos los cambios que se han realizado en la entidad, ceses, altas y bajas, y el porqué, y despejar del ambiente la sensación de que la Agencia, el sancta sanctorum de la Administración, la que recauda el dinero que permite que el resto puedan gastar, está libre de mancha y mácula política. Mucha gente nunca se creerá eso de que Hacienda somos todos, pero el gobierno es el primer interesado en que esa creencia se extienda, y en gran parte de su propia actitud depende que eso ocurra. Así que aquí, ante todo, luz, taquígrafos, transparencia y seriedad, mucha seriedad.

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