martes, diciembre 17, 2013

Poniendo límites a la corrupción en el fútbol


Los distintos y sonados casos de corrupción que cada día salpican nuestra actualidad han dejado en la sociedad la sensación generalizada de que la justicia no es igual para todos, que hay sectores y personajes que gozan de impunidad, y esa idea, dura y cruel, socava la legitimidad de la sociedad en la que vivimos. Una vía de escape es tratar de forma despectiva y mordaz a los personajes que nos parecen intocables, cosa de la que viven los semanarios satíricos y gran parte de los usuarios de twitter, pero hay un sector que posee inmunidad total y que vive completamente fuera de la ley y que nadie osa tocar ni criticar. El fútbol.

Hasta ayer. La decisión de Bruselas de expedientar a siete clubes de fútbol españoles por violar las normas de competencia comunitaria y por estar envueltos en presuntas irregularidades en la realización de operaciones inmobiliarias es el primer paso, al que espero que sigan muchos otros, para meter en cintura a un negocio, el del fútbol, en el que la ley, simplemente, no existe, ni se la espera. Las irregularidades que rodean todo lo relacionado con los equipos de fútbol son de tales dimensiones que, simplemente, avergüenza la unanimidad que existe para no destaparlas, ni siquiera osar a decirlas No es sólo que exista impunidad, que es total, sino que se ve con malos ojos, con aspecto traicionero, a quienes denuncian, u osan levantar la voz para denunciar amaños, estafas, contubernios y demás operaciones fraudulentas que, día sí y día también, se producen en el césped y sus aledaños. Incisivos periodistas y cañeros programas de actualidad que presumen ser el azote de políticos corruptos y demás estafadores callan ante las noticias que desvelan regalos, trueques inmobiliarios y pelotazos siderales cuando todo esto se produce alrededor de un balón de fútbol. ¿Es por miedo? ¿por cobardía? ¿por no herir la sensibilidad de una afición que lo da todo por sus colores, hasta humillarse como un borrego?. Quizás sea porque el poder económico y político que rodea al fútbol es poder de verdad, del que puede conseguir que un periodista molesto sea despedido si mete las narices donde no debe, o que un programa sea cancelado sin previo aviso, y todo ello con la garantía de que nadie va a mostrarse solidario con aquel que ha denunciado lo que ensucia “la noble imagen de un club que defiende los colores de la afición por encima de todo”. La ley de la mafia funciona a toda máquina en los vestuarios y despachos de los gerentes deportivos, que además se saben respaldados por todas las autoridades posibles, de todo rango, nivel y color ideológico, que sueñan con fútbol, se colocan mucho más con un pase largo que con la imagen de una señorita ligera de ropa y saben que el fútbol es la perfecta adormidera para anestesiar a una sociedad que requiere de enormes dosis de morfina para soportar su postrada situación. Que nada pare el circo moderno que entretiene a la plebe, que la mantiene callada y sumisa, poseída por la devoción hacia unas figuras, los futbolistas, titulares de oscuros contratos llenos de comisionistas que se embolsan cifras opacas al erario público, que encarnan en muchos casos lo peor de la condición humana, que exhiben chulería, descaro, falta de honradez y orgullo desmedido como seña de identidad y que se saben inmunes ante leyes de abuso de menores, normativas fiscales, reglamentos de tráfico y cualquier otro tipo de norma que a usted o a mi nos hace la vida imposible. Que sigan reinando en los medios y la calle y que se les adore. Esa es la consigna que todos mantienen en pie, y con la que todos los que tienen algo de poder colaboran.

Las recalificaciones que hizo el Madrid con los terrenos de su antigua ciudad deportiva, donde ahora se levantan los cuatro inmensos rascacielos del CTBA, o los enjuagues que practica con el ayuntamiento con las infinitas esquinas del Bernabéu. El dinero público destinado a la construcción de la instalación privada del Athletic, ese nuevo San Mamés, erigido por trabajadores sometidos a condiciones de semiesclavitud, sin derecho laboral alguno. Los avales y fondos sin fin concedidos por la Generalitat Valenciana a los equipos de la región a mayor gloria de sus directivos y que serán, irremediablemente, perdidos. Todos esos casos y muchos más son enormes ilegalidades que dejan la corrupción política convertida en juegos de mesa. Pero tranquilos, las masas y el poder saldrán juntos a la calle y evitarán que se juzguen.

1 comentario:

peich dijo...

pues justo ayer en la 2 había una película hilarante y surrealista, con momentos realmente buenos, titulada "un mal día lo tiene cualquiera" o algo así. Para no perdersela...