martes, diciembre 03, 2013

Goteras

Es menos impactante una vez que te han llamado para advertírtelo, pero no deja por ello de ser frustrante el momento en el que, con ansia, llegas a la puerta de tu casa tras apenas tres días ausente de la misma, y te encuentras con papeles escritos por los vecinos de los pisos inferiores, afectados a lo largo del fin de semana por una gotera que, a todas luces, parece provenir de mi piso. Abres la puerta y bajo ella, al inicio del pasillo, están esas hojas de aviso que corroboran lo que hace unas horas me avisó el administrador de la comunidad. Y entonces es cuando empiezo a ponerme nervioso del todo.

Tras dejar los trastos, escasos, con los que había viajado, revisé la casa y, al menos, comprobé que esta vez la causa de la avería no provenía, como ocasiones anteriores, del piso de arriba, pese a que nueva grietas han aparecido en el techo de mi baño, que amenazan con reproducir episodios del pasado. No, en mi casa no hay mancha, mácula ni agua. Tras la inspección, bajé deprisa al piso de mi vecina de abajo, una señora madura que vive sola, y que también pasó el fin de semana, de duración usual, fuera de casa y al llegar descubrió el problema. Entre en su casa y cocina, y allí se ubicaba una mancha considerable, en lo alto del techo, pegada a la pared que delimita la cocina y el baño, en el lado más alejado de la entrada, que parece tener todas las papeletas de haber sido originada desde mi vivienda. Así mismo, un pequeño orificio, minúsculo, es lo que queda de la fuentecilla que manaba gotas generosas cuando ella regresó a su hogar. “Glups, esto es gordo”, pensé. “Pero no sólo yo tengo fuga, al del primero también se le ha mojado el techo” me comentó la vecina, y al poco bajé con ella al primero, donde vive un matrimonio jubilado, y repetí la escena de tocar el timbre, entrar en un piso ajeno y meterme en su cocina. Y nuevamente, en el mismo lugar que en el piso superior, con la misma forma pero con un tamaño como a escala reducida, y sin agujeros, estaba la mancha, la condenada y fatídica mancha, símbolo de una filtración que se había extendido sin control a lo largo de la pared que comunica todos los pisos. “Mier…” pensaba y murmuraba para mi, consolado por no tener avería en casa, pero asustado por las dimensiones que tenía todo aquello. Los tres vecinos decidimos comprobar de donde venía la gotera, si de mi casa o de otro lugar, y realizamos algunas comprobaciones con las llaves y pasos del agua, pero que no sirvieron para descartar ninguna posibilidad, dado que la gotera no se reprodujo al abrir los grifos de mi casa, que no presentan fugas aparentes. Tras ello, y dado que nadie se fiaba de nada, decidimos cortar el agua en todos los pisos de mi mano y llamar a un técnico para que viniera a inspeccionarlo. En vista de donde comenzaba el problema y quién no lo padecía, opté por llamar a mi seguro, del que aún no había hecho uso en todos los años en los que llevo viviendo en casa, y se comprometieron a enviarme un fontanero a que inspeccionara todo a primera hora de la mañana de hoy.

Así que aquí me tienen, en casa, con el telediario puesto, y escribiendo el artículo del blog por primera vez en mi vida desde el salón y no la oficina, en la que a esta misma hora, 7:53 de la mañana, debiera estar a punto de llegar. Confío en que el fontanero esclarezca qué es lo que ha pasado, qué ha fallado y no me supongo más retrasos laborales y los menores destrozos a mis infortunados vecinos, pero en este momento sólo siento una cierta extrañeza por la hora que es, y lo que estoy haciendo ahora mismo…. escribir en una casa que tiene fugas.

1 comentario:

peich dijo...

QUE TE SEA LEVEEEE¡¡¡