viernes, noviembre 29, 2013

Rubalcaba sufrió ayer un atentado contra su libertad de expresión


Ayer tuvo lugar otro de esos actos, que cada vez son más habituales, en el que un grupo de energúmenos, imbuidos de gracia, razón y autoridad concedida por ellos mismos, impidieron la expresión de un líder político y reventaron el acto en el que iba a participar. El hecho tuvo lugar en Granada, en la Facultad de Ciencias de la Universidad, y el político agredido fue Rubalcaba. Los atacantes se autoidentificaban como miembros de la plataforma de stop desahucios y el 15M y no cesaron en su ruidosa e incívica protesta hasta que el acto tuvo que ser finalmente suspendido. Junto a Rubalcaba, el resto de presentes también resultaron agredidos al ver cercenados sus derechos.

No es la primera vez que sucede algo así. De hecho se empezó a poner de moda hace algunos años, y escenas similares las han vivido tanto políticos como otros personajes, de espectro ideológico amplio. Obviamente, el que actos así se repitan sólo es indicativo de que la anormalidad crece. En esta coyuntura en la que vivimos, en la que la ira social está mucho más a flor de piel debido a los desastres provocados por la crisis, existe la tentación de minimizar estos comportamientos, incluso buscarles justificación. No, nunca. Lo que ayer se vivió fue un acto profundamente antidemocrático, que atentaba contra la libertad de expresión de un ciudadano, Rubalcaba, y de paso contra la de todos los que se habían congregado en el lugar para escucharle. Ayer vimos nuevamente como la sinrazón, el griterío, la fuerza y la masa pueden imponerse a la palabra y el debate, y como la sociedad que hemos conformado, basada en unas reglas que nos parecen poderosas e inmutables, es frágil y puede ser derrotada por un grupo que tenga muy claro cuáles son sus fines y no repare en medios para conseguirlos. Impedir que un ciudadano se exprese es una forma profunda y vil de humillarle, y el inicio de un camino muy peligroso, que culmina con la eliminación del ciudadano. Sin expresión nuestra opinión no es que no cuente, es que simplemente no existe, no se oye, y lo que no existe no se tiene en cuenta. Tapar la boca, a los medios de comunicación, a las expresiones políticas, a la ciudadanía, a las personas individuales, ha sido una de las primeras acciones que han llevado a cabo los regímenes dictatoriales, en los que la única expresión es la que emana del poder, y el resto son ahogadas en prohibiciones, palos y amenazas. Ayer esos grupúsculos que enarbolan banderas y consignas en las que se puede leer “democracia real ya” demostraron poseer una vena totalitaria muy clásica, que trata de que sólo su voz se oiga, y no se frena en nada para impedir que el resto la eleven. Ayer sólo tenían pancartas y gargantas, y las usaron hasta el límite para acallar al resto. ¿Se los imaginan con armas y poder de verdad? Como estoy seguro de que no todos los miembros de estas plataformas están de acuerdo con lo que ayer sucedió espero que se manifiesten de alguna manera para condenarlo, reprobarlo y expresar su oposición a los que, amparados en esas ideas, las han pervertido hasta el extremo. Lo malo es que, como sucede en muchas ocasiones, y en el País Vasco tenemos amplia y triste experiencia al respecto, los violentos acallan las voces de los opuestos en sus propias filas, sembrando el temor y convirtiéndose en la vanguardia del movimiento, horrenda expresión que remite al siglo pasado y a ideologías violentas y destructivas, pero que visto lo visto se mantienen demasiado firmes en nuestros días. La lucha por la libertad de expresión debe ser constante y en todo momento. Si nos relajamos vendrán otros que nos la quitarán. Ayer vimos cómo puede suceder algo así.

Un pequeño apunte sobre un aspecto que me parece muy importante. Por la noche, en el debate del 24 horas, casi todos los comentaristas, de ideologías diversas, quitaron importancia a lo sucedido y, al igual que cuando pasó con políticos del PP y otras ideologías, los calificaron como chiquilladas y pataletas. No. Enorme error. La ceguera con la que esos comentaristas, que supongo más cultos y experimentados que yo, trataban algo tan grave casi me asustó tanto como el hecho en sí. Nuevamente, la defensa de la libertad de expresión es sagrada, y un acto como el de ayer fue una violación de la democracia, y si eso no se entiende y denuncia, estaremos perdiendo un terreno valiosísimo frente a los totalitarios. No podemos consentirlo.

Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo el Lunes festivo. Abríguense y hasta el Martes 3

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