martes, noviembre 05, 2013

El programa Erasmus, o como gestionar mal las cosas


Muchos pensamos que el programa de intercambio de estudiantes universitarios de la UE, el conocido popularmente como Erasmus (y jocosamente en los ambientes universitarios como orgasmus) es una de las mejores ideas que han surgido de las mentes de Unión de cara a crear una sensación de pertenencia a un continente unificado. Con cuentagotas, pero de manera constante, miles de universitarios de todos los países de la Unión llevan años pudiendo disfrutar de estancias académicas en otros países distintos al suyo, permitiéndoles no sólo estudiar en otro ambiente muy distinto, sino vivir en una cultura y entorno que ya no les será ajeno.

Sin embargo, en estos últimos tiempos, el Erasmus ha sido noticia por los problemas que sufre para mantener su financiación por parte de las administraciones que lo sostienen. No conozco a fondo el tema, pero la concesión de la beca, que implica la admisión en una universidad extranjera, se financia a tres bandas por parte de la UE, el estado miembro de origen del universitario y, en el caso español, la Comunidad Autónoma de procedencia. Como los costes de residencia y vida en el exterior habitualmente son más elevados que el importe financiado por estas tres aptas institucionales, suelen ser las familias de los estudiantes los que realizan en desembolso necesario para terminar de cuadrar las cuentas y que el alumno pueda sobrevivir en su país de destino. En definitiva, que un Erasmus le cuesta dinero a la familia del alumno, más o menos dependiendo los casos, pero es un coste añadió. Corrijo, no es un coste, es una inversión, pero muy a largo plazo, y mes a mes de curso escolar supone una factura en manutención, alojamiento y cuestiones variadas. En este contexto ya hace meses la UE emitió una señal de alerta sobre la posibilidad de que se quedase sin fondos para hacer sus aportaciones a los estudiantes que en ese momento disfrutaban de la beca, y creo recordar que fue un crédito extraordinario aprobado desde Bruselas lo que impidió que esa amenaza llegara a sustanciarse, pero la señal que se emitió era clara, y nefasta. El Erasmus no era una de las prioridades de financiación por parte de las autoridades comunitarias. Ayer pudimos captar una señal muy similar, e igualmente mala, emitida en este caso por parte de nuestro gobierno, aunque dada la manera en la que se ha conocido quizás el término “emitida” sea muy eufemístico. Escondida en una Orden Ministerial publicada el Sábado en el BOE, sin publicidad institucional alguna, que ha sido descubierto por un particular que es quien lo ha hecho público a través de las redes sociales, el Ministerio de Educación cambia, una vez iniciado el curso, los criterios de financiación de los estudiantes Erasmus, de tal manera que aumenta los importes concedidos a los que poseen menor renta pero elimina la dotación a los que la superen, lo que se traducirá en que a partir de Enero habrá estudiantes que llevan en sus universidades de destino desde Septiembre que dejarán de recibir una de las tres aportaciones que antes comentábamos. Puede discutirse el criterio con el que se reparten los presupuestos de ayuda a Erasmus, sobre si el determinante debe ser la renta o cualquier otro, pero en todo caso eso debe hacerse de tal manera que sea efectivo para aquellos nuevos beneficiarios de la ayuda, es decir, los que vayan a ser becarios en el curso 20014 – 2015. Los actuales, que estudian en el periodo 2013 – 2014, fueron seleccionados para la beca con unas determinadas condiciones y se les otorgó la ayuda estipulada. Cambiar ahora los criterios de dicha concesión es un caso clarísimo de irretroactividad negativa que es jurídicamente un disparate mayúsculo, y que genera una enorme inseguridad jurídica en todo el sistema de becas y ayudas, por no hablar de la inseguridad económica que provoca en las familias de los estudiantes, que puedan ver como sus hijos dejan de recibir la ayuda prevista y quizás, en algunos casos, no puedan afrontar el incremento de costes y deban renunciar a la estancia.

¿Por qué pasa esto? Porque en el fondo las becas, y concretamente este programa de intercambio, no es una prioridad política ni económica por parte de este gobierno. Las asignaciones presupuestarias para Erasmus han ido bajando estos últimos años y, tarde o temprano, teníamos que llegar a este punto por ausencia de fondos. Esta medida, y la señal que de ella se deriva, es un grave error por parte del gobierno, que debiera incentivar aún más este programa. Las instituciones europeas tendrían que hacer algo, suplir esa carencia y, ya puestos, bajarse sus estrambóticos sueldos para aumentar partidas como el Erasmus, que son las que realmente construyen Europa, un continente, una idea que, visto lo visto, navega con rumbo fijo hacia unos peligrosos arrecifes que ella misma parece querer alcanzar.

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