Muchos pensamos que el programa
de intercambio de estudiantes universitarios de la UE, el conocido popularmente
como Erasmus (y jocosamente en los ambientes universitarios como orgasmus) es
una de las mejores ideas que han surgido de las mentes de Unión de cara a crear
una sensación de pertenencia a un continente unificado. Con cuentagotas, pero
de manera constante, miles de universitarios de todos los países de la Unión
llevan años pudiendo disfrutar de estancias académicas en otros países
distintos al suyo, permitiéndoles no sólo estudiar en otro ambiente muy
distinto, sino vivir en una cultura y entorno que ya no les será ajeno.
Sin embargo, en estos últimos
tiempos, el Erasmus ha sido noticia por los problemas que sufre para mantener
su financiación por parte de las administraciones que lo sostienen. No conozco
a fondo el tema, pero la concesión de la beca, que implica la admisión en una
universidad extranjera, se financia a tres bandas por parte de la UE, el estado
miembro de origen del universitario y, en el caso español, la Comunidad
Autónoma de procedencia. Como los costes de residencia y vida en el exterior
habitualmente son más elevados que el importe financiado por estas tres aptas
institucionales, suelen ser las familias de los estudiantes los que realizan en
desembolso necesario para terminar de cuadrar las cuentas y que el alumno pueda
sobrevivir en su país de destino. En definitiva, que un Erasmus le cuesta
dinero a la familia del alumno, más o menos dependiendo los casos, pero es un
coste añadió. Corrijo, no es un coste, es una inversión, pero muy a largo
plazo, y mes a mes de curso escolar supone una factura en manutención,
alojamiento y cuestiones variadas. En este contexto ya hace meses la UE emitió
una señal de alerta sobre la posibilidad de que se quedase sin fondos para
hacer sus aportaciones a los estudiantes que en ese momento disfrutaban de la
beca, y creo recordar que fue un crédito extraordinario aprobado desde Bruselas
lo que impidió que esa amenaza llegara a sustanciarse, pero la señal que se
emitió era clara, y nefasta. El Erasmus no era una de las prioridades de
financiación por parte de las autoridades comunitarias. Ayer pudimos captar una
señal muy similar, e igualmente mala, emitida en este caso por parte de nuestro
gobierno, aunque dada la manera en la que se ha conocido quizás el término
“emitida” sea muy eufemístico. Escondida en una Orden Ministerial publicada el
Sábado en el BOE, sin publicidad institucional alguna, que ha sido descubierto
por un particular que es quien lo ha hecho público a través de las redes
sociales, el
Ministerio de Educación cambia, una vez iniciado el curso, los criterios de
financiación de los estudiantes Erasmus, de tal manera que aumenta los
importes concedidos a los que poseen menor renta pero elimina la dotación a los
que la superen, lo que se traducirá en que a partir de Enero habrá estudiantes
que llevan en sus universidades de destino desde Septiembre que dejarán de
recibir una de las tres aportaciones que antes comentábamos. Puede discutirse
el criterio con el que se reparten los presupuestos de ayuda a Erasmus, sobre
si el determinante debe ser la renta o cualquier otro, pero en todo caso eso
debe hacerse de tal manera que sea efectivo para aquellos nuevos beneficiarios
de la ayuda, es decir, los que vayan a ser becarios en el curso 20014 – 2015. Los
actuales, que estudian en el periodo 2013 – 2014, fueron seleccionados para la
beca con unas determinadas condiciones y se les otorgó la ayuda estipulada.
Cambiar ahora los criterios de dicha concesión es un caso clarísimo de
irretroactividad negativa que es jurídicamente un disparate mayúsculo, y que
genera una enorme inseguridad jurídica en todo el sistema de becas y ayudas,
por no hablar de la inseguridad económica que provoca en las familias de los
estudiantes, que puedan ver como sus hijos dejan de recibir la ayuda prevista y
quizás, en algunos casos, no puedan afrontar el incremento de costes y deban
renunciar a la estancia.
¿Por qué pasa esto? Porque en el fondo las
becas, y concretamente este programa de intercambio, no es una prioridad política
ni económica por parte de este gobierno. Las asignaciones presupuestarias para Erasmus
han ido bajando estos últimos años y, tarde o temprano, teníamos que llegar a
este punto por ausencia de fondos. Esta medida, y la señal que de ella se
deriva, es un grave error por parte del gobierno, que debiera incentivar aún más
este programa. Las instituciones europeas tendrían que hacer algo, suplir esa
carencia y, ya puestos, bajarse sus estrambóticos sueldos para aumentar
partidas como el Erasmus, que son las que realmente construyen Europa, un
continente, una idea que, visto lo visto, navega con rumbo fijo hacia unos
peligrosos arrecifes que ella misma parece querer alcanzar.
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