Qué ganas de comentar la montaña
rusa que se vivió ayer en la bolsa y resto de mercados tras la bajada de tipos
del BCE, pero como para eso puede haber otra oportunidad, hoy lo voy a dejar
orillado en beneficio del PSOE, que celebra este fin de semana una conferencia
política, convocada desde hace bastante tiempo, cuyo fin teórico es el de
rearmarse ideológica y programáticamente y cuyos frutos prácticos buscados son
el conseguir acaparar el interés de la audiencia y medios hacia un partido que
no logra desenredar sus enormes problemas, internos y de definición.
Lo primero es lo primero, y es
esa redefinición de la ideología y de la política lo que debiera centrar los
debates de dirigentes y militantes socialistas en este fin de semana. Y hay que
reconocer que lo tienen difícil. La socialdemocracia europea se encuentra en
una compleja situación, dado que no es capaz de abanderar causas sociales que
en décadas pasadas supusieron gran parte de su sentido de existencia, y debe
tratar de lidiar con el funcionamiento de una economía de mercado que se ha
desmadrado bastante respecto a las décadas prodigiosas de crecimiento en las
que experiencias como la “tercera vía” auguraban como único problema el proceso
de reparto de las enormes ganancias económicas que se generaban sin,
aparentemente, hacer nada. Ese fue un grave error. Por otro lado, y en clave
nacional, el PSOE arrastra aún en sus carnes el desastre de su gestión en la
crisis económica, causa profunda de su derrota electoral de hace dos años y
consecuencia mayoritaria del desapego que muestran las encuestas hacia sus
líderes y posiciones. Un partido que ha gobernado durante ocho años el país,
que se subió a la burbuja inmobiliaria, que no hizo nada para frenarla y que cuando
se derrumbó equivocó por completo el diagnóstico y las medidas tiene aún mucho
que purgar de cara al electorado. Todo esto hace necesario un debate muy
profundo y serio en las bases del partido sobre qué política plantear a unos
ciudadanos desencantados, empobrecidos y apáticos, que desconfían de partidos
de uno y otro signo, y que además ven como muchas de las caras que apenas hace
un par de años negaban aún la gravedad de lo que vivíamos se postulan ahora
como salvadores de la miseria nacional. Empiezan
a filtrarse algunas propuestas de corte fiscal, que son las más interesantes a
la hora de discutir su implantación, pero en mi opinión la cosa tiene que
ir mucho más allá de subir o bajar tipos o tramos. Debe haber un
replanteamiento muy profundo del sistema de ingresos y gastos púbicos que,
gravemente herido por el impacto de la crisis, genera un déficit crónico que
amenaza con colapsarlo si no se le pone remedio. La ampliación de las bases
fiscales, la transformación del IRPF en un impuesto sobre la renta y no sobre
las nóminas de los asalariados, que es lo que es actualmente, la gestión de la
deuda pública, el uso eficiente, justo y proporcionado del sistema de
protección social, la vigilancia por su mantenimiento futuro y por la
persecución de las bosas de fraude que subsisten en él… el PSOE tiene cosas que
decir sobre todo esto, y debe hacerlo. Y sólo así, con un debate serio y
propuestas rigurosas, logrará llevar a los electores a las urnas. Los tiempos
en los que un titular, una medida sacada de la chistera movilizaba al votante han
pasado a la historia. De eso el PSOE, y el PP, deben ser muy conscientes.
Sin embargo el gran riesgo que corre esta
conferencia política es que dos asuntos, descartados del debate por sus
organizadores en un ejercicio oscurantista e infantil, la eclipsen por completo.
Uno es Cataluña, la deriva soberanista de Artur Mas y la esquizofrenia que se
vive en y con el PSC, y el otro es el liderazgo del partido. Y es que, por encima
de todo, un partido político es una organización de personas que no ansía el
bienestar colectivo y el progreso del país, no, es una estructura creada para
alcanzar el poder. Y se lucha por llegar, conseguir y retener el poder. En la
oposición, ausentes de poder, los partidos se desangran en batallas internas,
como le pasó al PP y ahora al PSOE. Primarias,
Rubalcaba y candidatos pueden ser los tres términos que más oigamos el fin de
semana y que acaben por diluir el debate que, necesario y urgente, debe
acometer el PSOE.
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