Cuatro días después la desolación
sigue presente en la zona de Filipinas en la que impactó el tifón Haiyan, las
imágenes que de allí llegan evidencian a cada minuto que pasa la dimensión del
desastre sufrido y las condiciones de vida de los supervivientes se agravan a
cada minuto que pasan en un entorno tan hostil. Los
valores cambian cuando el mundo lo hace, como bien señala este titular sobre lo
que realmente vale el agua cuando no se dispone de ella, y mientras los
supervivientes tratan de hacer todo lo posible para no unirse a los fallecidos,
las
voces que desacreditan a la ciencia elevan su voz en los periódicos que no
prestaron atención en su momento a la evolución de la tormenta.
El ejemplo periodístico es uno
cualquiera, pero las declaraciones no. Y seré muy claro. Me da igual lo que
diga la ONU o cualquier organismo experto en la materia. El desastre de Haiyan
no tiene nada que ver con el cambio climático. Así de simple. De primeras
porque hacer semejante afirmación supone cometer el inmenso e infantil error de
confundir el tiempo, los fenómenos que se producen día a día en determinada
zona del mundo, con el clima, que son las pautas generales de comportamiento
meteorológico de esa zona en función de la observación de largas series
históricas. ¿Puede helar en verano? Sí, ¿Y puede hacer mucho calor en invierno?
Sí. El que hechos aislados de ese tipo se produzcan no quiere decir nada, salvo
que dan mucho juego a la hora de los comentarios por parte de los tertulianos
que de casi nada saben, y sólo serán indicativos de algo más profundo si se
repiten de manera habitual a lo largo del tiempo. En Madrid, sin ir más lejos,
no nieva mucho, de hecho tampoco llueve demasiado, pero a veces sí que logra
cubrirse de un manto blanco. No es normal, pero se da. Si en los próximos,
digamos, veinte años, no se registra nevada alguna sobre Madrid, o apenas, se
podrá afirmar que el clima de Madrid ha cambiado respecto a las nevadas, pero
el que un día caiga medio metro de nieve sobre el Ayuntamiento (bien mirado si
se quedan allí encerrados sin poder salir no sería mala idea) no es sinónimo de
glaciación ni nada por el estilo. En este sentido la meteorología se está
dejando contaminar por la economía, que posee ciclos más cortos y que vive
pegada a las cotizaciones diarias con una estupidez que produce pasmo. Y los
medios de comunicación, a los que la carnaza del gran titular les produce gozo
en forma de amplias ventas, están encantados de encontrar un culpable al que
atribuir las causas de desastres que, en general, sobrepasan nuestra capacidad
de entendimiento tanto por su dimensión como por su lejanía. ¿Poseen rigor
afirmaciones como las que ha realizado la ONU al respecto? Ni falta que hace,
se imprime en Arial 26, por decir una fuente y tipo, y a vender alarmismo. El
que uno luego rebusque en los archivos y descubra que todos los años miles de
personas mueran en esa zona del mundo por distintas tormentas tropicales y que
nunca sean noticia no le hace dudar de que la culpa sea del famoso cambio
climático, o el que en
1970 el ciclón Bhola causara medio millón de muertos (sí, medio millón) en
Bangladesh y que nadie hablara en ese momento de clima ni de nada por el
estilo, aunque eso sí, se organizó un coqueto concierto benéfico para recaudar
fondos y paliar el desastre… Hay que ser muy serios con este asunto. Las
evidencias científicas señalan que la temperatura promedio del planeta está subiendo
a causa de nuestras emisiones y la deforestación, y eso a largo plazo será un
serio problema y a corto mata a miles de personas por contaminación, pero
vincular eso con las muertes de hace cuatro días en Filipinas es, además de
falso, simplemente ridículo.
La verdad siempre es mucho más simple y, como no. Incómoda. Como dije ayer meteorólogos
de todo el mundo llevaban varios días avisando de la peligrosidad de Haiyan,
pero no se les hizo caso, o no a tiempo. Y el impacto se produjo en un país pobre,
y en la zona pobre de un país pobre, en el que, no nos engañemos, a los
televidentes occidentales les viene al pairo si mueren 100 o 10.000 personas. La
tormenta, sí, pero sobre todo la imprevisión, la indiferencia y la pobreza son
los causantes de esa inmensa tragedia. Y como todos esos factores principales
se deben directamente a la mano humana, y no queremos sentirnos culpables,
achacamos el desastre al cambio climático y aliviamos nuestra conciencia. Así
de simple y de falso.
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