miércoles, noviembre 27, 2013

Disturbios en Ucrania por querer entrar en la UE


Muchas veces la mejor forma de analizar un problema o situación es abstraerse de él, salirse y observarlo en perspectiva, desde fuera. Es probable que así obtengamos una idea cierta de su dimensión y de lo grave o leve que es. Viviendo inmersos en nuestros problemas tendemos a sobrevalorarlos, a sobredimensionarlos, se nos hacen inmensos, y esto nos impide actuar contra ellos. Esta táctica es válida tanto para los complejos asuntos del día a día de cada uno de nosotros como para los asuntos de otras personas y entidades. También vale para las naciones y, desde luego, para esa entidad de la que formamos parte y llamamos UE.

Desde hace una semana violentos disturbios se suceden en las calles de Kiev y otras ciudades ucranianas, tras la ruptura de las negociaciones que se desarrollaban entre el gobierno ucraniano y los representantes de la UE, de cara a la firma de lo que se denomina un Acuerdo de Asociación, un tratado de colaboración entre ambas entidades destinado en este caso a reforzar los vínculos comerciales, culturales y emocionales entre la UE y Ucrania, un país que no pertenece al club de Bruselas pero que, inevitablemente, sí forma parte de lo que entendemos como Europa. Las causas de la ruptura son complejas, y aunque se ha esgrimido como argumento fundamental la violación de los derechos que sufre la ex primera ministra Yulia Timoshenko, encarcelada de una manera cruel desde hace años, el problema de fondo tiene que ver con Rusia, y con su política expansionista. Ucrania se encuentra en medio de dos mundos. Por un lado posee, como antes señalaba, vínculos ineludibles con Europa, y por otro lado es un país eslavo, que durante gran parte del siglo XX tuvo en Moscú su capital y en Rusia el corazón de su poder. Tras la caída del muro y del imperio soviético Ucrania se independiza como país, se convierte en una enorme potencia agrícola y el lugar por el que, casi de manera inevitable, deben transcurrir los gaseoductos rusos que abastecen de calor y energía a gran parte de Centroeuropa. Por ello las aspiraciones de Moscú de volver a tener una relación privilegiada con Kiev han sido constantes desde el principio de la existencia independiente de ambas naciones. Las encuestas revelan que en el mismo seno de la población ucraniana existe esa división casi en dos mitades entre los que desearían girar hacia Moscú y entre los que miran a Bruselas. Los que estos días salen a manifestarse y expresan su ira y temor son estos segundos. Saben que el amor de Rusia por Ucrania es interesado, y que el régimen que domina en Moscú es democrático en apariencia, pero autoritario en la práctica. Unirse a Rusia sería una vía de, nuevamente, perder la independencia a manos de la antigua potencia, que volvería a considerar a Ucrania como su granero, y a la población del país como sus siervos. Bruselas sin embargo, es vista como sinónimo de libertad, modernidad, apertura y desarrollo económico. Tras décadas de dictadura comunista y años turbulentos de elecciones frustradas y regímenes inestables, colaborar con la UE es visto por parte de la población del país como la salida que les permitiría modernizar a su nación y acercarla a los estándares de vida y de libertades que se disfruta mucho más al oeste de Kiev. La fortaleza económica y el puño de hierro de Moscú frente al aperturismo y la libertad económica de Bruselas. Poder duro frente a poder blando. Un duelo apasionante en el que el más poderoso no siempre es, ni mucho menos, el que más fuerza bruta tiene.

En cierto modo los ucranianos me recuerdan a los españoles que, tras la caída de la dictadura, veíamos en Europa el fin de nuestros males, la modernidad que añorábamos y que aquí no encontrábamos por ninguna parte. La diferencia es que no había un contrapoder alternativo que nos sedujera (o quisiera imponerse). Pero contemplemos, asombrados, como mientras los socios de la UE discutimos entre nosotros y acusamos a la Unión de estar degenerando inmersa en una grave crisis, lo cual es cierto, fuera de nuestras fronteras, miles de personas se arriesgan a ser golpeadas y detenidas por acceder a nuestra maltrecha Unión. Y es que no somos conscientes de lo que hay fuera de nuestras fronteras, de lo mucho que hemos construido juntos y de su inmenso, y atractivo, valor.

No hay comentarios: