miércoles, noviembre 20, 2013

La impotencia de Pedro Solbes


Ayer acudí al Ateneo de Madrid a la presentación del libro de memorias que ha escrito Pedro Solbes, ex ministro de Economía y Hacienda durante gran parte de los gobiernos de ZP y que lo ha sido todo en la política y la administración española. Funcionario de carrera que desde el inicio fue ascendiendo en una carrera política a la que siempre se mostró renuente, Solbes posee un historial que resume la historia reciente de España y de Europa, en cuya construcción ha jugado un papel inmenso, muchas veces en la sombra, en ocasiones en primera fila, pero siempre de manera entusiasta, como ayer señalo, y con fe verdadera en el proyecto de la Unión.

Y un hombre que lo ha sido casi todo afronta, una vez retirado de la vida pública, un cierto oprobio por encarnar la imagen de la crisis, de la dejadez de la política respecto a unos ciudadanos apesadumbrados, de la incapacidad para ver y gestionar lo que se venía encima, de la elusión de las responsabilidades. Solbes ha sido asaetado, en parte con razón, y acusado de ser uno de los culpables del desastre que nos ha llevado hasta donde nos encontramos. Creo que a lo largo de su última etapa, en la que debió hacer caso a su instinto y no ocupar puesto dirigente alguno, Solbes cometió dos enormes errores, que en parte ayer admitió. Uno fue el de creer la palabra del presidente Zapatero cuando le ofreció el cargo, y lo aceptó a cambio de que la ortodoxia económica regiría los designios de la política del gobierno. Eso, evidentemente, no se cumplió. El otro fue seguir en el puesto una vez que constató que lo primero era erróneo. ¿Por qué lo hizo? Espero que en su libro quede claro, pero me da que no será así. Recuerdo que en los inicios del gobierno ZP aún emitían los guiñoles de Canal Plus (parece hace un siglo, pero no, son apenas ocho años) y en ellos se reflejaba a Solbes como un Sancho Panza tranquilo, mesurado y aburrido, que trataba de evitar que su Don Quijote Zapatero arremetiera contra los molinos que no dejaba de ver a lo largo del camino. La metáfora era genial, y no podía ser más acertada, aunque finalmente los estrellatos de ZP contra las aspas imaginarias acabaran siendo costalazos de la sociedad española ante la quiebra de la nación. Quizás por un sentido de estado, o por la responsabilidad que ayer citó en varias ocasiones, o por la lealtad debida a quien te nombró, vaya usted a saber. La cuestión es que a medida que la economía española zozobraba camino del precipicio, el gobierno ZP negaba la mayor y Solbes regía los destinos del país con un discurso suave y plagado de consejos tranquilizadores. En el debate de 2008, momento histórico, en el que mermado de facultades físicas Solbes derrota a un apasionado pero inexperto en las lides Manuel Pizarro, ya sabe que lo que argumenta para aplastar a su oponente no es cierto. Las cifras eran claras y no dejaban dudas, esto se venía abajo. Lo que argumentaba Pizarro era, fue, cierto, y lo que sermoneaba Solbes se convirtió en falaz en pocos meses. Ese debate entregó la victoria electoral a ZP y la decisión de Solbes de seguir en el gobierno acabó por hundirlo a medida que las finanzas explotaban, la burbuja inmobiliaria nos dejaba pinchados y el paro no hacía más que subir. Retirado, dimitido o cesado, Solbes se va entre la crítica de todo el mundo y se oculta al mundo, hasta que ha presentado estas memorias. Como no las he leído aun lo que les he ofrecido en estas líneas es mi visión personal de su trayectoria sin saber qué es lo que el interesado argumenta para defenderse, pero es evidente que ante la necesidad de la defensa se deduce la sensación de estar siendo atacado. Ese es el regusto amargo con el que Solbes vivirá el resto de su vida, el no haberse ido cuando su conciencia se lo dictó.

Unas pinceladas del acto de presentación de ayer. Lleno hasta la bandera por parte de antiguas glorias del felipismo, pero sin Felipe, casi nadie del PSOE actual y algunos miembros de la época ZP, pero muy pocos, en lo que se puede interpretar como un desplante. Chaves y el antiguo jefe de gabinete de Zapatero estuvieron presentes, pero se marcharon hacia la mitad de la charla. Carlos Solchaga hizo la introducción y, como los malos teloneros, habló durante más tiempo que el protagonista, en un discurso apasionado, duro, inmisericorde con ZP, sus gobiernos y políticas, que generó risas, aplausos, rumores, comentarios y polémicas, incluida la de algún asistente que mostró su enfado y se marchó entre gritos destemplados. Si Solbes fue el catedrático que amenazaba con dormir a la audiencia, Solchaga fue la mosca cojonera que a muchos ayer les impediría conciliar sueño, seguro.

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