Durante
el pasado fin de semana era una constante en todos los medios de comunicación
la reiterada llamada a la angustia derivada de la vuelta al trabajo tras las
vacaciones. Tristeza, resignación, caras largas y una especie de nube
melancólica llenaba crónicas y artículos relatando la presunta penitencia de
volver a las obligaciones, a la rutina, al esfuerzo diario. Me enfadan mucho
este tipo de informaciones y su simplismo, dado que puede haber gente amargada
en su trabajo y no, pero las vacaciones se definen por oposición a trabajo, y
si no se posee empleo no se puede volver de unas vacaciones eternas, horrendas,
llamadas paro. Eso sí es un problema que puede ser angustioso. Mucho o
muchísimo.
Cuéntele
el cuento de su depresión postvacacional (cómo inventamos cosas para tratarlas
y generar negocios, es increíble) a los miles de personas que fueron despedidas
el 31 de agosto, a un ritmo nunca visto en España. Quince
mil despidos a la hora durante las 24, para totalizar algo más de 350.000
personas que vieron cómo se acababan sus contratos de verano y no tenían
“rutina” a la que volver el lunes 3 de septiembre. Algunos de ellos, sin
duda, serían estudiantes o personas que habían buscado una ocupación para los meses
de la temporada turística alta y una vez pasada ya no querían trabajar, pero
seguro que habría otros que trabajaban porque lo necesitaban, y que el lunes de
esta semana tienen un serio problema. ¿Cuántos hipotecados habrá en ese enorme
conjunto de personas? ¿o alquilados que pagan las actuales rentas, módicas y
asequibles donde las haya (ironía)? Muchos, sin duda, y este lunes todos ellos,
poseedores de vidas, circunstancias, cargas y deseos distintos, están unidos
por el desempleo. La cifra es la de los habitantes de una ciudad como Bilbao,
un disparate. ¿Es esta cifra un reflejo de que la economía se frena? Agosto
suele acabar mal tradicionalmente en el mercado de trabajo por el fin de esa
temporada alta turística, pero los datos de este año son especialmente peores.
Aumenta la contratación indefinida, sí, pero sigue representando muy poco sobre
el total, y que se produzca tal volumen de despidos en una sola jornada indica
que algo no funciona bien ni en nuestro mercado de trabajo ni en el sistema de contratación.
Los años del PP en el gobierno no han servido para modificar en serio ninguno
de estos dos marcos, dado que sus medidas han servido para pulir algunas de las
aristas y aumentar otras de sus divergencias, pero se han mantenido
prácticamente igual: Es un mercado segmentado, de fijos muy protegidos y
temporales completamente a la intemperie, en una estructura económica
procíclica que crea mucho empleo cuando la economía tira y lo destruye a la
misma exagerada velocidad cuando la economía cae. Ahora que gobierna, es un
decir, el PSOE, nada va a hacer al respecto, de primeras por la ausencia de
capacidad legislativa de su exigua minoría, y de segundas porque en gobiernos
socialistas precedentes se ha tendido a aumentar los sesgos del mercado laboral,
creciendo las protecciones a los ya resguardados y reduciendo aún más las
coberturas a los que apenas las poseen. Los únicos que presentan un programa
alternativo para el mercado de trabajo son los de Ciudadanos, que encabezan su
propuesta con el contrato único de indemnización creciente, una figura frente a
la cual se han posicionado en contra tanto PP como PSOE, por lo que algo bueno
tendrá. No sería demasiado útil alterar sólo el sistema de contratación,
dejando sin tocar la estructura económica el país, tano en sectores como en
dimensión empresarial, con una sobreabundancia de autónomos y PYMEs sobre el
conjunto del sector productivo, y la ausencia de grandes empresas en sectores
punteros (Vestas, que ahora quiere cerrar en León, es danesa, y es allí donde
toma sus decisiones, acertadas o erróneas) pero todos los expertos coindicen en
que el mercado laboral español es tan ineficiente como injusto. ¿Por qué no
probar e implantar la propuesta de Ciudadanos?
El
temor de fondo que me surge tras ver las cifras de agosto es que puede ser otra
gota en el vaso del frenazo económico que se empieza a intuir, y eso es un
problema muy serio. Las tendencias económicas suelen ser de fondo y tardan
algunos trimestres en manifestarse. Algunos factores coyunturales han hecho
mella en la temporada turística, como el buen tiempo europeo y la recuperación
de destinos de competencia, como Egipto o Turquía. Habrá que ver si los malos
datos de agosto son flor marchita de un mes o grano picado de una temporada que
se avecina mala (es lo que me temo) y eso condicionará las vidas y esperanzas
de muchos de los cientos de miles de despedidos del pasado viernes. Seguro que
tampoco les hizo ninguna gracia vera los “deprimidos por la vuelta al trabajo”.
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