Todavía
no me había aprendido sin fisuras el nombre de la ministra de sanidad, Carmen
Montón, y su dimisión hará que, quizás, no vaya a olvidarlo. Pillada
de pleno en una serie de renuncios y falsedades, no tanto en sus declaraciones,
como en los méritos que acreditaba para obtener el máster que lucía, su
caída era obligada, y el tiempo que ayer transcurrió sin que sucediera fue uno
de gran desgaste para el gobierno entero. Su renuncia, leída en una
comparecencia sin preguntas, en la que presumía de lo hecho y no admitía fallo
alguno, fue una perfecta lección de que, como puso alguien en redes sociales,
ni dimitir sabía. Su gestión en estos días ha sido desastrosa.
Con
todo, el que cometió ayer un grave error no fue ella, que estaba vendida a los
caballos y trató de resistir de manera desesperada, sino su jefe, el presidente
del gobierno, que la respaldó públicamente un par de horas antes de que
supiéramos que copiando y pegando de la Wikipedia uno puede hacer un trabajo
válido para ser convalidado como título de postgrado. Sánchez debió aprovechar
ese asalto de periodista en el Senado por la tarde para anunciar la dimisión de
la ministra, para defenderla si quería, pero para dejarla caer, y que así el
problema no le afectara. Suena duro, pero la política es así. Si subes, subes
acompañado, si bajas, bajas sólo. A lo largo del día se produjo una
divertidísima puesta en escena por parte del PSOE y del PP para señalar las
diferencias entre los casos propios y ajenos de másteres falsos (en lo mollar,
ninguna, todos son unos tramposos pillados) y lo que para los acusados de la
propia formación no era sino irregularidades por demostrar se convertía en
enormes fallas y delictivas conductas en el caso de los acusados de la
formación contraria. Era ridículo ver a Adriana Lastra y a otros portavoces del
PSOE defender a Montón y acusar a Cifuentes o Casado a la vez que portavoces
del PP exculpaban a los suyos y veían en Montón la encarnación de la corruptela
administrativa. A lo largo del día el crédito de la ya ex ministra iba bajando
y voces del PSOE empezaban a asumir que su caída era necesaria, pero el
respaldo de Sánchez la protegió nuevamente. De poco sirvió, porque la
experiencia nos demuestra que en estos másteres del Instituto de Derecho Público
de la Universidad Rey Juan Carlos todo es torcido. Trabajos, asistencia, notas,
expedientes… todo es manipulable, ocultable, falsificable, con tal de que el
instituto universitario cobre sus emolumentos, que no serán baratos, y que el
político o cargo público en ejercicio favorezca, a buen seguro que es así, a
los que le han regalado la titulación. Un vulgar trato corrupto en el que no
hay obra pública ni contratos amañados ni comisiones, que es lo que nos hemos
hartado de ver en años y años, sino algo más relacionado con el prestigio y la carrera
profesional, pero igualmente falso. ¿Cuándo la justicia va a disolver ese
mafioso instituto universitario y encausar a los responsables de semejante
aparto de corrupción? Podría decretarse, directamente, la nulidad de todos los
títulos expedidos por ese instituto, o sino la publicación íntegra de todos los
trabajos y expedientes de los alumnos que por ese lugar han pasado (en teoría)
para ver quiénes son, cuántos son políticos, si hay algún partido que se libra
y si, entre todos ellos, como en Sodoma y Gomorra, hubo alguno que sí fue a clase,
sí hizo exámenes y escribió un trabajo en el que empleó algo más de tiempo del
que, por ejemplo, me lleva a mi escribir este pobre artículo. Carmen Montón es
el último de una serie demasiado larga de nombres que ensucian la marca de esa
universidad, destruyen el prestigio que puedan tener sus licenciados y enerva a
padres que pagan matrículas y docentes que hacen su trabajo, y que nada tienen
que ver con comportamientos mafiosos como los que vemos. ¿Se hará algo
finalmente? Apuesten a que hay un consenso entre, al menos, PP y PSOE, para que
todo siga igual
Liquidado
el tema Montón, apenas quedan parapetos en los que se pueda esconder Pablo
Casado. Durante estos dos días ha adoptado un perfil bajo a sabiendas de que
todo lo que dijera se iba a volver en su con razón, y han sido otros portavoces
del PP los que han cargado contra la exministra. Su caso está judicializado y probablemente
opte por mirar hacia otro lado hasta que haya algunas decisiones de los
tribunales. Pero en la esencia del tema, su situación es igual de indefendible
que la de Montón o Cifuentes, o de algunos otros que en el futuro probablemente
descubramos que hicieron lo mismo. Esta táctica de elusión le emparenta, cosa
que le hará rabiar, con el marianismo más puro. Ayer Sánchez también se vistió
de Mariano por unas horas, pero sólo el original gestionaba bien con su estilo
estas situaciones. El resto son advenedizos.
Me
cojo unos días de vacaciones, y haré un pequeño viaje al Reino Unido. Si todo
va bien nos leemos nuevamente el miércoles 19 de septiembre.
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