martes, septiembre 04, 2018

Locura en el mercado de coches


La información, eso tan etéreo, es una de los condicionantes principales a la hora de que un mercado económico sea más o menos eficiente. Correcta información, que circula entre todos los agentes garantiza transacciones más justas. Falsa información, o asimetrías en torno a quién la posee y no genera enormes distorsiones con ganadores y perdedores, o simplemente perdedores en distinto grado. Stiglitz ganó su Nobel por estudios sobre mercados en los que, por definición, una de las partes sabe algo que la otra no, y cómo eso distorsiona precios. El ejemplo clásico son los seguros, donde (de momento) el particular que los contrata sabe más de los riesgos que corre que la empresa que los vende.

Este agosto ha sido una locura en el mercado de coches en España, y todo por cuestiones de información. Dos han sido las variables fundamentales que lo han condicionado. Por un lado, ya con cierto recorrido, al demonización del diésel y los constantes mensajes penalizadores sobre su uso. El diésel antiguo es un combustible tóxico, sí, pero los vehículos diésel nuevos son tan limpios, o sucios si lo prefieren, como los gasolina equivalentes, pero el concepto diésel está herido y eso influye en las decisiones de compra. Eso ha espoleado las ventas de los últimos y la retirada creciente de los primeros. Por otro lado, y de forma coyuntural, este pasado sábado 1 de septiembre entraba en vigor el nuevo protocolo de anticontaminación europeo, conocido por las siglas WLTP, de tal manera que no se pueden matricular vehículos que no lo cumplan. Esto ha hecho que los concesionarios, que tienen muchos coches en stock, tuvieran a lo largo de agosto que desprenderse de los que ya no iban a poder vender a partir de septiembre ¿Cómo? Dos vías. Una, prematricularlos en el pasado mes para desde el día 1 poder venderlos como vehículos de kilómetro cero, que no deja de ser un segmento d segunda mano, y otra, regalándolos. Ofertas de descuento del 40% o 50% se han visto a lo largo de las últimas semanas en una campaña muy agresiva con tal de quitarse de en medio los coches invendibles que, recordemos, eran nuevos. ¿Consecuencias? Este ha sido el agosto con mayores ventas desde hace muchos años, quizás el mayor del registro histórico, con una cifra que supera con margen los cien mil vehículos. Un dato asombroso. En la serie de ventas anuales agosto va a aparecer como un pico salvaje, precedido de meses que no fueron malos, pero que se mostraron algo más fríos de lo previsto, y seguido más que probablemente por un septiembre de ventas muy inferiores a la media, dado que salvo las necesidades de reposición muchas de las ventas previstas e anticiparon al mes pasado. La distorsión de la serie de ventas es evidente, y en primer lugar les va a causar quebraderos de cabeza a los analistas de datos, que se van a encontrar con unos registros sucios, que esconden un efecto derivado de una serie de informaciones que han distorsionado el mercado. Lo malo es que este hecho puntual de agosto no sería muy grave si no fuera porque los errores de información respecto al diésel, que siguen, como se pudo ver ayer en el episodio del globo sonda del impuesto, están generando un auténtico problema industrial en el sector de la automoción. El desplome de ventas de esa motorización ha cogido por sorpresa a unas fábricas de montaje que, siendo una de las industrias más complejas y eficientes de las que existen, requiere tiempo para realizar ajustes. Varias plantas españolas, como la navarra de Volkswagen, han tenido que cerrar líneas este mes de septiembre y mandar empleados a casa con un ERE temporal porque no tienen motores gasolina para poder montar los vehículos que demanda el mercado. Estas distorsiones bruscas generan costes, profundos, que se transmiten en la cadena productiva al conjunto de proveedores, y que, obviamente, son negativos.

Como he señalado varias veces, el mundo de la automoción está inmerso en una revolución, la de la movilidad, que puede cambiar por completo su forma de trabajar, ser y existir, sin que a día de hoy esté nada claro cuál va a ser el resultado final, ni de las tecnologías que triunfen ni las que logren mantenerse, pero es evidente que un sector tan importante para todas las economías, y ni les cuento para la nuestra, siendo España uno de los principales (y mejores) ensambladores de coches del mundo, requiere una cierta estabilidad y una mirada a largo plazo. Las inversiones que realiza el sector son enormes, en tiempo y volumen financiero, y cambiarlas es complicado y muy costoso. La distorsión de agosto puede ser algo anecdótica con el tiempo, pero es otra señal de un mar de fondo en el mundo del automóvil que no deja de agitarse.

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