Lo
que más me asombra de las grabaciones de Villarejo, poseedor de una fonoteca
que haría palidecer al añorado Pérez de Arteaga, es que conociendo la calaña
del personaje, todos los que con él se reunían hablaban sin cortapisa alguna.
Cuando los zapatófonos del superagente 86 eran objetos cotidianos del espionaje
Villarejo ya le daba a las grabaciones sofisticadas con micrófonos ocultos. Y
la ingenuidad de los presentes hacía el resto. Quizás el mayor mérito del
sujeto sea el de lograr que los que con él se reunían se explayasen de esa
manera, le contaran intimidades, que a buen seguro mantenían a resguardo de
otras mentes. Y todas, para la colección del personaje, para ser usadas cuando
hiciera falta.
No
creo que Sánchez deje caer a la ministra Delgado por mucha basura que aparezca
en las grabaciones de Villarejo porque, parafraseando la granja de Orwell,
todos los ministros son iguales, pero unos más que otros. Sanidad o Cultura son
un rango menor del gobierno, pero Justicia no, es de los ministerios
importantes, y más si como parece el gobierno desea influir (de manera
inadecuada) en la instrucción de los juicios del procés. No, Dolores Delgado es
caza mayor, de primera división, y su caída sería casi la antesala de una
convocatoria electoral. Queda la duda de si el goteo de suciedades ventiladas
puede hacer cambiar de posición al presidente, pero sospecho que en este caso
aguantará todo lo necesario. Ya era Delgado un personaje conocido por sus
movimientos en el fondo de la carrera judicial, íntima de Baltasar Garzón, muy
amiga de sus amigos y enemiga de sus enemigos, poseedora de un carácter muy
duro y de una ejecutoria digna de un fiscal militar. No se va a ir por propia
decisión después de lo mucho que ha batallado para ocupar un puesto como el que
ahora desarrolla, y si Villarejo es un tipo duro, ella no lo es menos. Lo que
sí es cierto es que esta polémica le deja muy tocada en su imagen pública, y el
aviso que lanzó Iglesias sobre su necesidad de retirada, tenga ésta lugar o no,
le condicionará durante el resto del tiempo que pase al frente del ministerio.
Las grabaciones conocidas, y las que puedan llegar a salir, muestran la imagen
de una persona arribista y que sabe moverse por el mundo del poder en el ámbito
de su desempeño, lo que no tiene por qué ser estrictamente negativo, pero que
referido a un ámbito como el judicial, donde el descreimiento social está tan
extendido, supone una losa. La credibilidad de su palabra ha caído muchos
enteros a lo largo de los desmentidos, correcciones, rectificaciones y nuevas
opiniones que se han recogido en los distintos comunicados de prensa que han
salido de su Ministerio, llegado a afirmaciones tan absurdas como que el término
maricón no se refería a la condición sexual de nadie, lo que invita a la risa
desatada o a la indignación, en función de si uno cree que le están contando un
chite o tomando el pelo directamente. Supongo que las asociaciones LGTBI y demás
grupos sociales, tan vociferantes en otras ocasiones, deben estar en esta ocasión
refrenando sus instintos porque el cuerpo les pedirá protestar con fuerza, pero parece
ser que, como denunciaba Javier Marías el pasado domingo en su columna, la indignación
moral se expresa con rabia modulada en función de la ideología de quien comete
la falta. Si la pillada hubiera sido a un ministro del PP, acusando de
maricón a alguien, el linchamiento público habría sido de los que hacen época,
y las acusaciones de homofobia, dignas de inquisición. De eso se ha librado
Delgado por su presunta ideología, pero no de la sombra de la sospecha, que ya
siempre le perseguirá.
En
mi modesta opinión, delgado debió dimitir, mejor dicho, ser cesada, cuando
directamente escogió no ayudar al juez Llarena frente al acoso independentista.
Cuando determinó que la defensa de Llarena, servidor público, no correspondía
al gobierno, delgado traicionó a la justicia y mostró nuevamente, una visión de
progresismo que se asocia, de manera absurda, con el nacionalismo sectario, lo
más carca y antiprogesista que existe en España y Europa (y trumpilandia). Por
eso debió ser cesada. Estas grabaciones que ahora conocemos muestran una
realidad sucia, que no nos gusta, pero que no nos debe extrañar. Lo otro, que
fue decisión razonada por su parte, es para mi lo que más la inhabilita.
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