miércoles, diciembre 11, 2019

Casi resucitar, para Audrey y sus médicos


Una escena clásica de muchas películas de ciencia ficción ambientadas en viajes espaciales es la de contemplar a la tripulación aparentemente dormida en unas cápsulas, en lo que se hace llamar estado de hibernación, una suspensión en la que los cuerpos permanecen tumbados, a veces inmersos en líquidos, otras no, y que sin que nada se nos informe sobre la tecnología que lo permite, nos hacemos a la idea de que ese estado puede alargarse durante mucho tiempo, años y años, sin que la biología de los viajeros se vea afectada. Es la manera de afrontar las distancias siderales, infinitas desde nuestra perspectiva espacial y vital.

La semana pasada conocimos un caso médico que, al escucharlo, me recordó de manera casi instantánea escenas de ese tipo, y a medida que profundizaba en él no podía sino asombrarme cada vez más, y pensar si la proeza médica y científica que se había logrado no sería, en el futuro, una puerta a un proceso de hibernación semejante. Los médicos del hospital barcelonés del Vall d´hebron lograron salvar la vida de una paciente que llevaba seis horas en estado de paraca cardiaca. Dicho así, y leído todo seguido, suena a fantasía. Bastan unos pocos minutos de parada del corazón para que el cuerpo fracase, el oxígeno empiece a no llegar al cerebro y los daños se extiendan como una mancha de aceite derramado. La historia es compleja, y ha contado con el factor de la suerte, que siempre importa en medicina, el buen estado físico de la paciente y la coordinación de un gran equipo de profesionales médicos, tanto en el primer paso del proceso de rescate como en el de intervención hospitalaria. La paciente, Audrey Mash, con apellido de serie de médicos, realizaba una travesía de montaña por el pirineo cuando una tormenta de nieve la sorprendió y atrapó, Poco a poco se fue debilitando y entrando en un estado de hipotermia, que suele anteceder a la muerte. Cuando fue rescatada por el equipo que la buscaba sus constantes vitales eran casi nulas, y la hipotermia había situado su cuerpo a una temperatura muy poco por encima de los veinte grados. Los médicos que recibieron el cuerpo en el hospital de Barcelona, ya en parada cardíaca, tenían pocas opciones ante sí, siendo quizás la más probable la de esperar a que todo colapsase y limitarse a certificar la muerte, pero no se quedaron con los brazos cruzados y decidieron actuar. Conectaron a Audrey a una máquina llamada ECMO, que suple las funciones del corazón y los pulmones. Obtiene la sangre del cuerpo del paciente, la oxigena y vuelve a introducir en él, permitiendo así mantener un ciclo sanguíneo oxigenado. Con el cuerpo tan frío y las constantes vitales tan deprimidas los médicos no tenían idea de cuáles serían los daños que habrían podido sufrir órganos como el cerebro, por lo que usaron el ECMO con dos fines, uno el de mantener vivo el cuerpo y otro, el de ir levantando poco a poco, muy despacio, la temperatura del mismo, con la idea de poder “arrancar” las constantes vitales de la paciente. Conectada a la ECMO, el corazón de Audrey no latía, no era necesario que lo hiciese porque la máquina lo suplía, pero no podría vivir si el latido normal no se recuperaba en un momento dado. Al cabo de varias horas, habiendo subido ya la temperatura lo suficiente, los médicos trataron de reanimar el corazón de Audrey, y lo lograron, en uno de los momentos más tensos y cruciales de todo el proceso. Poco a poco el cuerpo volvía a la vida caliente, se recuperaba en parámetros y medidas, pero en un estado de coma que impedía saber si la Audrey que estaba allí seguiría siendo ella misma o sólo un recuerdo. Fue una enorme sorpresa para todos, para el equipo, su marido y todos los que estaban al tanto de lo que sucedía, que Audrey despertase no muchas horas después con al mayor de las normalidades, con una mente completamente funcional, ausente de todo daño, sólo con el nulo recuerdo de lo que había pasado en el tiempo en el que había estado dormida. Lo más parecido a un milagro se había producido.

Paradójicamente, parece que es la hipotermia misma lo que salvó la mente de Audrey, su cerebro se fue enfriando poco a poco, aletargándose y llegado a un estado de ralentí, por así decirlo, que le permitió apagar funciones, para entendernos, sin sufrir daños. Luego se produciría el paro cardíaco y el proceso de suspensión vital y recuperación. De ser el orden el inverso Audrey no hubiera tenido opciones. Los profesionales que han trabajado en este caso, único en el mundo, aún no salen de su asombro, pero han hecho todo lo que sabían, lo han llevado al límite y han triunfado, y suyo es el mérito. Audrey quiere volver a subir montañas, y puede hacerlo, y su sonrisa nos demuestra que la ciencia y la entrega profesional salvan vida, incluso donde parece imposible que puedan llegar a hacerlo. Mis felicitaciones a todos los que han hecho posible este logro, y a Audrey y los suyos.

No hay comentarios: