jueves, diciembre 05, 2019

Greta Thunberg y el pensamiento mágico


Quizás sea mañana el día en el que Greta Thunberg, la activista sueca, llegue a Madrid después de su rocambolesco periplo por medio mundo, en un viaje que tiene tanto de espectáculo mediático como de monumento al absurdo. Parece que llegará hasta aquí desde Lisboa en tren, por unas traicioneras vías del siglo XIX que le pueden dejar tirada en cualquier momento y en un convoy tirado en gran parte del trayecto por una contaminante locomotora diésel porque no hay electrificación en muchos de los kilómetros de esa vía. Por si acaso, algunos vecinos de Talavera le han ofrecido la posibilidad de usar un burro para atravesar la península, que es un medio ecológico, aunque emite metano en forma de flatulencias. No consta que Greta haya contestado.

Aunque alguno me pueda linchar por el artículo de hoy, ya avanzo que estoy tan en contra del cambio climático como del fenómeno Greta, que no deja de ser una nueva muestra del papanatismo en el que caen nuestras sociedades ante los fenómenos mediáticos, que se renuevan cada vez más rápido buscando una nueva estrella a la que adorar para, al poco, abandonarla en pos de otro astro que refulja. No critico a Greta ni por su edad ni por su sexo ni porque padezca Asperger ni por ningún otro aspecto de su persona, eso me da absolutamente igual. La critico porque enarbola ese discurso mágico, falaz, mentiroso como el solo, que se basa en que si uno cree en algo lo consigue, porque como tenemos las soluciones a todos los problemas a mano basta con emplearlas, y si no se usan la culpa de lo que nos pasa es nuestra. Great es un enorme libro de populista autoayuda viviente que falsea el diagnóstico y yerra completamente en el remedio. El cambio climático es uno de esos problemas de enorme complejidad en el que son necesarias acciones individuales, colectivas, nacionales e internacionales, algo que excede con mucho a la capacidad de cada uno de nosotros y a la de los gobernantes, que supone un replanteamiento de mentalidades en muchos aspectos y en el trabajo conjunto de toda la sociedad para implantar los cambios y hacer frente a los perjuicios que de ellos se derivan. Y es algo que no sirve de nada si se hace aquí, en la rica Europa, si el resto de naciones no lo llevan a cabo. Ni las tecnologías ni las economías ni las formas de vida actuales están preparadas para el cambio necesario para reducir las emisiones de CO2, y quienes menos lo están son las partes pobres de nuestras sociedades y los países pobres o en desarrollo. Greta representa a la élite de la élite, a la infancia pudiente de uno de los países más ricos del mundo, que basa su riqueza en la emisión de CO2, como el resto, y lo cierto es que miente a sabiendas cuando habla de que el cambio climático le ha robado el futuro, porque tiene renta suficiente para comprar el futuro que quiera. Ahora mismo millones de niños en todo el mundo no están preocupados porque les roben el futuro, sino por sobrevivir al día que empieza, porque su presente está lleno de miseria, hambre y penalidades. Son millones de niños pobres en países pobres, o no tanto, en los que los derechos de la infancia, directamente, no existen. Esos niños viven en sociedades donde el clima y la energía suponen el menor de los problemas, donde alimentarse, sobrevivir y no ser golpeado son el día a día. Lo cierto es que cada vez que Greta sale a la palestra para lanzar su mensaje de apocalipsis global parece no entender que, en las favelas de Río, en todo el Sahel africano, en inmensas poblaciones de India o Pakistán, en tantos y tantos lugares del mundo el apocalipsis adopta unas formas muy crueles y reales, y que nada tienen que ver con el tiempo atmosférico o con el clima presente y futuro. Greta actúa como lo que es, una habitante de la parte muy rica del mundo, lanzando mensajes que sólo los ricos pueden entender, pero como ellos, no tiene en cuenta a la parte pobre de la humanidad, ni a la parte pobre de su propia sociedad, que no es sino un coste para los pudientes, un residuo.

Por ponerle algo positivo a su mensaje, está bien que la conciencia ecológica cale en las nuevas generaciones, pero espero que, como otras cosas, no se quede en flor de un día. Todos vivimos en nuestras contradicciones y las cometemos a cada paso, por lo que debiéramos ahorrarnos el dar muchas lecciones vitales, pero es absurdo contemplar, por ejemplo, manifestaciones adolescentes en contra del cambio climático el viernes (está bien) y luego ver los residuos que las distintas fiestas dejan en parques, playas, jardines y demás espacios púbicos. Si alguno de los manifestantes de viernes se conciencia y no genera residuos el sábado algo habremos ganado. De momento, para este viernes, el circo absoluto, si Greta logra cruzar Extremadura y llegar a Madrid.

Diciembre de fiestas inacabables, mañana es la Constitución y el Lunes 9 es festivo en Madrid, por lo que nos leeremos el martes 10

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