jueves, abril 24, 2025

¿Se deshace el desgobierno?

Ayer se produjo una crisis en público entre los miembros de la coalición que sostiene a este desastre de gobierno a cuenta de un contrato de armamento no cancelado a una empresa israelí, cuyo objetivo es el de suministrar munición a la Guardia Civil. Varios millones de balas están recogidas en la compra, y alguna, metafóricamente, se ha disparado entre los miembros del ejecutivo, con el ministro de interior Marlaska como principal destinatario de los ataques por parte de los miembros de Restar y de algunas de las marcas, como IU, que medio están en ese conglomerado.

La verdad, es poco probable que el gobierno naufrague por deserción de sus socios, más que nada porque ninguno de ellos va a ser capaz de encontrar en mucho tiempo un trabajo tan cómodo y sobradamente remunerado. Nunca se han visto en semejante privilegio y saben que no volverán a él, porque los sondeos electorales no amañados dan, con seguridad, la pérdida del poder a la coalición actual. Así que, por el lado del amor a la moqueta mullida y al coche oficial no habrá deseos de ruptura. Lo que sí que puede naufragar por completo es el proyecto de Restar, bueno, oficialmente sigue llamándose Sumar, que nunca estuvo muy claro qué era y que, con la racha de estrepitosas derrotas electorales que ha ido cosechando se ha convertido en poco más que una carcasa para que Yolanda Díaz y Ernest Urtasun sigan creyendo que pintan algo en la política nacional. Sumar es, en sí mismo, una coalición de partidos, que se hace llamar espacio, pero que conforma agrupaciones varias cuyo principal objetivo es, como todas, alcanzar el poder, y que confluyeron, no en un espacio, sino en la obviedad de que yendo todas contra todas minimizaban sus expectativas electorales. La propia IU fue un primer intento de amalgamar fuerzas que se hacían la contra entre ellas, además de ser un ropaje en el que esconder algo tan vetusto como el Partido Comunista. En la polémica de ayer IU ha sido la formación que más claramente se ha manifestado por salir del gobierno, mientras que los portavoces de Sumar, con Urtasun y Yolanda a la cabeza, han expresado su indignación por lo del contrato de las balas con la misma intensidad de mantenerse en el gobierno, por los gastos propios que deben afrontar en sus vidas personales. La verdad es que corre más riesgo la propia Sumar, sea lo que sea, que el gobierno en sí mismo. Sánchez ya ha demostrado que la vida de autócrata le queda bien y es capaz de no pasar nada por el parlamento durante todo el tiempo que estime necesario para seguir gobernando, por lo que los votos de sus socios no son relevantes si no hay nada que votar. Quien observa con deleite todo esto es Pablemos, ese grupúsculo secta que se dice de izquierdas que no es sino una extensión de la familia Iglesias Montero, con una representatividad ridícula, pero que ve como la marca guay de la izquierda que encumbró a Yolanda y compañía se desmorona, fruto de sus propias inconsistencias. Desde la esquina de su bar, con un ojo puesto en la actualidad y otro en la hucha con la que intenta recaudar dinero para ampliarlo, Iglesias maquina un futuro en el que vuelve como salvador de la izquierda, con su formación como eje y con algunas de las marcas que se integraron en Sumar abandonando el barco semihundido para retornar a los rediles del líder supremo, al que nunca debieron abandonar. Ahora mismo los dirigentes de IU pueden estar dudosos sobre que hacer, y es probable que alguno de ellos sea más proclive a volver con el devaluado macho alfa que a seguir en el ridículo yolandista, pero que el futuro de una entidad política dependa de escoger entre esas dos horrendas alternativas dice mucho sobre cómo se encuentra la extrema izquierda de nuestro país, sometida a crisis constantes y en franco retroceso en todas las encuestas de verdad.

Desde lo que un día fue el PSOE, ahora Sánchez y su corte de aduladores, se contempla con preocupación relativa todo lo que pasa ahí. Por un lado, se creen beneficiados por estas luchas porque el votante de izquierdas contemplará a su sanchidad como la única alternativa de voto útil, esperando así quedarse con papeletas que fueron yolandistas o pablistas, pero también saben en Ferraz que con eso no basta para llegar a los 176 escaños, y que el desplome electoral de la extrema izquierda nacional (menudo oxímoron) impediría reeditar un Frankenstein en el Congreso. Toca, por tanto, seguir y aguantar todo lo que se pueda, de escándalo en escándalo, con la suculenta nómina pública de cada mes como premio para los fieles. No es mal incentivo, visto lo visto.

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