Tiene bastante lógica que el ministro Cuerpo haya ido lo más rápido posible a Washington para tratar de limar asperezas con el departamento de economía de allí. Las declaraciones de Scott Bessen en las que mencionaba cortes de cuello ante la agasajada presencia de Pedro Sánchez en Beijing requerían muchos gestos, y algo más que diplomacia, ante unas expresiones más propias de una película de mafiosos. Cuerpo ha comentado que la reunión ha sido cordial, cosa que diría pasara lo que pasase en la sala del encuentro, y ha dejado clara la voluntad de España de llegar a acuerdos que pasan, forzadamente, por la negociación entre EEUU y la Comisión Europea. Todo correcto y previsible.
Es obvio que España, y el resto de naciones, deben actuar en respuesta a las medidas proteccionistas de Trump buscando alternativas, y el mundo es grande, y los mercados por explorar, amplios. Los aranceles perjudicarás a las empresas extranjeras y a los consumidores norteamericanos. Estos últimos, por residir allí, no pueden buscar opciones no gravadas, dado que todas las están, pero el exportador del país de origen del bien tasado puede buscar un tercer destino a sus productos que le salve de las caídas de ventas que va a sufrir por las decisiones del ogro naranja. Es la lógica económica puesta en acción. Lo que ocurre es que estos movimientos no se limitan, ni mucho menos, a lo que puedan hacer las empresas afectadas por las tasas, sino que todos los agentes reaccionan ante lo que ven. La enorme pérdida de poder blando que está sufriendo EEUU con la reaccionaria administración trumpista y los insultos que el resto del mundo recibe de ella empiezan a pasar factura a sectores no sujetos a aranceles, pero que, como todo, funcionan en economía por deseos y necesidades insatisfechas. Uno de ellos es el turismo. EEUU es el tercer país del mundo que más visitantes recibe al año, con Francia en segundo lugar y España, sí, sí, en primero (somos los primeros desde el año pasado, en el que superamos a nuestros vecinos). Irse de vacaciones allí es uno de los objetivos de gran parte del mundo. Pasear por Manhattan, sentirse en medio de una película, ver los parques nacionales en los que la naturaleza se desborda… el viaje a EEUU es algo que está siempre en el imaginario del turista, y es ese imaginario el que empieza a romperse. El destino norteamericano empieza a sentirse como algo desagradable por más de uno ante las diatribas constantes de Trump. No sólo los canadienses, vecinos tachados de nación de segundas, expresan su renuncia a viajar al país de al lado, el único con el que comparten frontera, con porcentajes de rechazo que se sitúan en torno a un tercio de los encuestados. En Europa se detecta una bajada significativa de reservas en los vuelos y hoteles de cara a la campaña de verano, para la que quedan un par de meses. El viaje a EEUU requiere una planificación superior y antelaciones notables frente a una escapada europea para los que residimos a este lado del charco, y si ahora, mediados de abril, los datos indican bajada, es poco probable que la temporada de verano sea como la de años pasados. Las cifras de visitas e ingresos relacionados con el turismo son enormes para la economía norteamericana y, especialmente, para ciudades como Nueva York, San Francisco, Las Vegas o Florida, donde la presencia internacional es muy relevante. Miles de millones en ingresos y muchísimos empleos viven del negocio turístico, y si ya hay sensaciones de frenazo económico en el país esto va a contribuir notablemente a ello. Curiosamente, las condiciones financieras “puras” están abaratando los viajes a allí desde Europa, dada la apreciación del euro respecto al dólar y la bajada del petróleo, que reducirá los costes de los vuelos. Comprar algo norteamericano se está poniendo más atractivo en precio para el europeo, pero el rechazo trumpista parece compensar todo esto y las ofertas que pueda haber tendrán que ser muy agresivas para revertir la tendencia que se observa.
Curiosamente, a España todo esto le puede venir bien, porque no es descartable que algunos de los europeos que renuncien a sus vacaciones norteamericanas decidan quedarse en la UE o aledaños, y claro, más de uno decidirá venirse a España, por lo que puede que haya un arreón no previsto de reservas para nuestro verano que haga que el récord de turistas alcanzado el año pasado vuelva a ser superado, con el impulso que eso supondrá a la economía y, sí, también, la agudización de los problemas derivados de la masificación del sector. Los aranceles trumpistas serán sobre los bienes, pero acaban generando consecuencias en la primera línea de playa, o incluso en los miradores desde los que se observa la grandiosidad de Nueva York.
Subo a Elorrio a pasar Semana Santa y me cojo el lunes 21. Si todo va bien nos leemos el próximo martes 22.
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