martes, mayo 13, 2025

China gana el pulso arancelario a Trump

No son pocos los parecidos entre Trump y Sánchez. Uno de ellos es que ambos aciertan cuando rectifican. Los daños que la insensata política de Sánchez puede crear a España son enormes, pero ni él ni nosotros pintamos mucho, siendo generosos, en el mundo. Trump sí, y sus decisiones causan efectos globales, por lo que revertirlas supone una ganancia para todos, empezando por su desdichado país, que está sometido al arbitrio de uno de sus mayores enemigos, y que no cesa en causarle todo el daño imaginable. Y no, en el color de la piel no se asemejan ambos incompetentes líderes.

Ayer las bolsas de medio mundo, especialmente las norteamericanas, festejaron con grandes alzas el anuncio de un principio de acuerdo, temporal, entre China y EEUU, por el que ambos países se daban un plazo de noventa días para negociar y, de momento, reducían sus aranceles mutuos hasta el 30% de los norteamericanos y el 10% de los chinos, bajando casi hasta la nada desde los 145% y 125% respectivamente a los que habían escalado tras el inicio de la guerra comercial trumpista. Aunque no lo quiera reconocer, ayer EEUU admitía la derrota de su estrategia, una estrategia por otra parte estúpida, y claudicaba ante el gigante chino, a sabiendas de que, tal y como estaban las cosas, era Norteamérica la que iba a acabar perdiendo mucho más. Con los aranceles puestos a los disparatados niveles a los que habían llegado, en la práctica, se hacía imposible el comercio entre ambas naciones, y era una manera de bloquear por completo los intercambios. China perdía uno de sus mayores mercados de exportación y EEUU al mayor fabricante de muchas de las cosas que demandan sus consumidores y empresas. El flujo de barcos portacontenedores que salen de las costas chinas rumbo al pacífico californiano ya había empezado a reducirse drásticamente, y se esperaba que para esta semana se empezasen a notar ya en grandes puertos, como el de Los Ángeles, un derrumbe en la recepción de mercancías chinas y, con ello, desabastecimientos y disparos de precios. En el pulso mantenido entre ambas potencias las dos iban a perder, pero se veía claramente que más EEUU, sus consumidores, que China, sus productores. De paso, el resto del mundo también iba a verse perjudicado por este movimiento entre los gigantes, dado que es imposible mantenerse al margen de las consecuencias de semejante envite. Todo analista con dos dedos de frente denunciaba la irracionalidad de las medidas norteamericanas, que sí existe un problema de déficit crónico entre la balanza comercial de ambos países, siempre en beneficio de China, pero que ese es un problema mucho más profundo que una mera diferencia entre importaciones y exportaciones, y que los aranceles no sirven para nada ante él. La profesión económica lleva escandalizada desde que Trump puso sus manazas en el gobierno y no ha dejado de tomar decisiones irracionales, estúpidas y lesivas, tanto para los intereses de EEUU como para los de sus aliados. Si en el plano económico la noticia de ayer es un alivio, en el geopolítico es todo un aviso de lo que ha cambiado el mundo. El poder de EEUU es grande, sigue siendo el país determinante, pero su capacidad de maniobra no es absoluta, ni mucho menos. En un mundo interdependiente decisiones como las que ha alentado Trump causan unos dolores inmensos en la cesta de la compra del ciudadano de a pie, que acude a su supermercado o tienda de lo que sea para hacerse con unos productos que son el último eslabón de la inmensa cadena logística global que permite que todos podamos comprar casi de todo y casi en cualquier momento. Es casi un milagro, fruto de la economía de mercado global, a la que no le agradecemos lo suficiente los inmensos servicios que nos presta. Romper esa estructura es destruir fuentes de riqueza y, sí, también, bienestar, a lo largo y ancho del mundo.

China se ha enfrentado a EEUU, vio el órdago del marrullero Trump y lo replicó, y le ha obligado a sentarse en una mesa y aceptar su derrota. Es muy interesante. Este fin de semana se ha constatado que la superpotencia china, con todos sus problemas, que los tiene, ya trata de igual a igual a unos EEUU que siguen a la deriva en manos de su inepto gestor. Como lección geopolítica global no tiene precio lo que acaba de suceder. El imperio americano, henchido de orgullo por boca de un inmenso fanfarrón, humillado por el partido comunista chino en alianza con los mercados globales. Todo un espectáculo digno del mejor Hollywood. Si los americanos son listos, por ese lado audiovisual pueden acabar sacándole partido.

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